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jueves, 10 de noviembre de 2011

Una Abadía y una lucha dinástica.


La historia de la invasión de Guillermo el Conquistador contra Inglaterra en 1066, está ligada de manera culebronesca a la Abadía de Westminster, uno de los más importantes símbolos religiosos y políticos ingleses. Aunque ya existía una edificación más temprana en el lugar, la Abadía misma debió esperar hasta el siglo XI. En dicho siglo un joven príncipe anglosajón llamado Eduardo estaba exiliado en Normandía, y había hecho votos de peregrinar a Roma si es que llegaba a obtener el trono de Inglaterra. O así dice la leyenda, al menos. Cuando lo obtuvo, decidió que cumplir el voto era algo un poco pesado, así es que manera muy comprensiva, y también conveniente para ambos, por qué no, la Iglesia autorizó el cambio de votos, y Eduardo se comprometió en vez de la peregrinación, a construir la Abadía de Westminster.

Este monarca se tiene bien ganado el sobrenombre de Eduardo el Confesor por el carácter piadoso que describe la anécdota, pero dejó un serio problema: parece que su escrupulosidad religiosa alcanzaba incluso al ámbito sexual, habiendo por tanto hecho votos de castidad. Esto quiere decir que cuando murió en 1066, no dejó descendencia, y por lo tanto, se abrió un período de guerra civil en Inglaterra. Por cierto, uno podría bien decir que Eduardo el Confesor resistió hasta ver a la Abadía de Westminster consagrada, y después se relajó y falleció en paz, porque murió en la primera semana de enero de 1066: la Abadía había sido consagrada el 28 de diciembre de 1065.

La Abadía de Westminster es conocida por ser aquélla en donde casi todos los monarcas ingleses han sido coronados, pero esto abre una duda: ¿quién fue el primer monarca allí coronado? El primer monarca en asumir el poder después de la consagración de la Abadía fue Haroldo, un anglosajón que era cuñado de Eduardo el Confesor (hermano de Edith, esposa del monarca, aunque como dijimos, el matrimonio no fue nunca consumado). Además, los nobles parecen haber ido a rendir pleitesía al recién coronado Haroldo a Westminster, por lo que si hay un lugar lógico en donde debió ser la coronación, es la Abadía recién consagrada. Pero no existen testimonios históricos sobre el tema, y por lo tanto, la cuestión es un misterio.

El caso es que Haroldo afrontó la invasión de otros dos pretendientes, uno de ellos danés y el otro nada menos que Guillermo el Conquistador de Normandía. A la larga, Haroldo fue vencido y muerto en la Batalla de Hastings. Guillermo el Conquistador se apoderó del trono, y se hizo entonces coronar como rey de Inglaterra en la Navidad de ese agitado 1066 que se había abierto con la muerte de Eduardo el Confesor (y a casi un año cabal de la consagración de la Abadía de Westminster). Ocurrió entonces una desafortunada anécdota. Resulta que después de la coronación, los súbditos anglosajones aclamaron en su idioma al monarca recién coronado (supongo que para ellos cualquier monarca era bueno, en tanto hubiera uno solo y no guerra civil). Los caballeros normandos, que hablaban francés, se pusieron nerviosos, y decidieron que era una rebelión, cargando entonces contra la masa, montados en sus caballos. En la ocasión, la Abadía recibió el primero de varios estropicios que iba a sufrir en su longeva historia: los belicosos caballeros quemaron los portones para poder cargar mejor. En adelante, y durante un par de siglos, normandos y anglosajones iban a estar destinados a no entenderse, aunque a la larga, de ahí iba a surgir el actual pueblo inglés... Interprétese esto como se quiera.

2 comentarios:

  1. En "Los Caballeros de la Mesa Cuadrada", también conocida como "Monty Python en Busca del Santo Grial", del famoso grupo de comediantes, hay una alusión a esta rivalidad entre ingleses y franceses, aunque parece que está basada más bien en la Guerra de los Cien Años.

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  2. Bueno, a partir de 1066 la política inglesa y francesa estuvieron bien imbrincadas, porque la dinastía normanda como reyes de Inglaterra eran los iguales del rey de Francia, pero como duques de Normandía estaban subordinados por vasallaje a él desde los tiempos de Rolón (911). Follón asegurado, por supuesto.

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