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domingo, 7 de agosto de 2011

Krishnamurti el leproso.


Vaya por delante que este artículo no se refiere a Krishnamurti el famoso líder religioso de comienzos del siglo XX, sino a otro distinto que... listo, con esto perdí a las dos terceras partes de los que arribaron a esta página. ¿Sigue interesado el tercio restante? ¿Sí? Seguimos entonces. Como decía, que ambos personajes (el Krishnamurti mesías y el Krishnamurti que nos ocupa en este posteo) son dos personas distintas, y la relación es puro alcance de nombre. Krishnamurti era un habitante de la India con un historial siniestro: era de buena familia, había recibido buena educación, hablaba varios idiomas, y desempeñaba puestos de responsabilidad, todo eso hasta que fue asaltado por la lepra. Lo perdió todo: no sólo la salud física, por supuesto, sino también la conexión social, porque ya sabemos lo que pasa con alguien cuando se le declara lepra (contrario a la creencia popular, por cierto la lepra tiene una bajísima tasa de contagio).

Por esos años un doctor llamado Paul Brand estaba haciendo una investigación radicalmente novedosa: antes que él casi todos los epidemiólogos especializados en lepra trataban de investigar antibióticos o contender con la infección a la piel, pero nadie se había preocupado por el efecto de la lepra en los músculos, tendones y huesos (ni el propio Brand, que se vio con el trabajo cuando fue llamado para eso). Brand había descubierto que la atrofia de las manos y pies en los leprosos sigue siempre la misma ruta, y había descubierto que algunos músculos nunca son consumidos por la lepra, y con ello había abierto la ruta para recuperar las manos de los leprosos mediante intervención quirúrgica. Y Krishnamurti fue el primer paciente de lo que en ese tiempo era cirugía experimental. Medio embotado por su catástrofe personal, Krishnamurti aceptó, con fastidio y desdén hacia su propio cuerpo, y por ende sin muchas esperanzas de mejoría.

Las operaciones (porque se requerían más de una) y la fisioterapia subsiguiente tardaron meses. Pero tuvieron éxito: Krishnamurti recuperó sus manos paralizadas por la lepra, y volvió a utilizarlas. Incluso su ánimo mejoró. Se le permitió entonces salir de alta del hospital... para regresar, completamente hundido, dos meses después. Le espetó entonces a Paul Brand que las manos no le servían. Cuando Brand se las examinó y las encontró normales, Krishnamurti le soltó que "no me sirven para MENDIGAR". Resulta que en el mundo exterior, Krishnamurti no obtenía empleo debido a sus manchas de lepra, pero tampoco limosnas porque tenía las manos saludables y no deformadas y por lo tanto no inspiraba piedad o compasión...

Afortunadamente, la historia de Krishnamurti tiene un final algo más feliz que éste. Resulta que de su vida anterior a la lepra, Krishnamurti sabía escribir a máquina. Hacerlo de nuevo con sus manos antes atrofiadas y ahora recuperadas fue otra hazaña, pero lo logró, y pronto empezó a ganarse algún dinero mecanografiando para otros pacientes que les pagaban por sus trabajos. Por supuesto que Paul Brand reflexionó sobre este caso (y otros más en el intermedio), y eso también tuvo su fruto: gracias a la generosa donación de una misionera de 84 años que donó todos sus ahorros (cerca de 500 libras esterlinas), consiguió abrir la Nava Jeeva Nilayam (Centro de la Nueva Vida), organización dedicada específicamente a la rehabilitación de enfermos de lepra, entendida esta rehabilitación social como la otra parte del trabajo que debía hacerse a continuación de la rehabilitación física que implica el tratamiento de la lepra.

2 comentarios:

  1. En efecto, la lepra requiere de una condición genética especial para propagarse en un determinado cuerpo humano, y dicha predisposición sólo la tiene el 20% de las personas. El miedo que causa es por las consecuencias de la enfermedad, que suelen ser comparadas con el proceso de descomposición de los cadáveres.

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  2. A GALO GÓMEZ: Ignoraba que se necesitaba predisposición genética para desarrollar la lepra, pero la verdad no me extraña, porque de otra manera, cómo es que se propaga en determinados países, y en otros es casi desconocida.

    A GUZMÁN: Ya me están tentando a mandarme un posteo sobre el Krishnamurti mesías... Es un personaje histórico al que le tengo muchas simpatías, aunque debo confesar que no he leído mucho suyo.

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