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jueves, 10 de marzo de 2011

La fraseología del tacho.


Ciertamente popular resulta el tacho, en el habla cotidiana. Esto, a pesar de que en estricto rigor, el tacho es a estas alturas un objeto arqueológico. El tacho del que muchos hablan, era simplemente una especie de vasija metálica de fondo redondo, a veces con asa, o bien una paila que se colocaba sobre el brasero para calentar agua. Es decir, en aquellos tiempos anteriores a las cocinas de gas o eléctricas, el tacho venía siendo el ancestro de la moderna tetera. El origen de la palabra es desconocido: podría ser precolombina, o venir del castellano antiguo, pero nadie podría aseverar a ciencia cierta ni una cosa ni la otra.

Como el tacho estaba siempre arriba del fogón, cargadito de agua para preparar mate o agua de hierbas, siempre estaba caliente. Y de ahí que cuando dos tortolitos decidían amarse y ser cariñosos el uno con el otro, se les decía que "están fundidos como tachos". Por extensión, la persona regalona y consentida es el "fundido como tacho" o simplemente una persona "fundida".

Por estar siempre listo para calentar agua, el tacho regularmente sonaba con los borbotones de las burbujitas del agua hirviendo. El ingenio entonces se extendió a las personas que dormían de manera sonora: "ronca como tacho".

Pero el querido tacho debía sufrir lo suyo por estar permanentemente recalentado al fuego. De tan triste destino salió la lastimera expresión "pasar las penas del tacho". Y relacionado con lo anterior, cuando alguna cosa sale mal en la vida, pasó a decirse que el pobre desgraciado "se ha ido al tacho"...

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