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domingo, 25 de abril de 2010

El arco y la pica derrotados.

A finales de la Edad Media, en el siglo XIV, la estrategia militar europea dio un enorme vuelco. Frente a la cada vez más imponente (y onerosa) caballería militar pesada, conformada por aristócratas capaces de financiar un caballo y una armadura de tal peso y tamaño, los ingleses y los suizos empezaron a explotar la mayor debilidad de esta contundente arma de ataque: su lentitud y dificultad para la maniobra. En la Batalla de Crécy (1346), y después en Poitiers (1356) y Azincourt (1415), los ingleses recurrieron a grandes contingentes de arqueros, cuyos arcos eran baratos de fabricar y premunir, y barrieron lindamente con la caballería francesa. Los suizos, por su parte, aprovechando su terreno montañoso, se hicieron maestros en el uso de la pica, para ensartar a todo lo que se llama caballo en el enemigo, y al desmontar sus jinetes, dejarlos absolutamente inermes dentro de armaduras acorazadas tan pesadas que dentro de ellas no se podían mover. El siglo XV vio así la edad de oro del arquero inglés y del piquero suizo, y el hundimiento a plomo de la caballería acorazada, que desde entonces quedó cada vez más relegada a las ocasiones festivas, con sus pintorescas justas y torneos (aún en 1559 habría ocasión para que Enrique II de Francia muriera en una justa...). Los suizos habían ganado tanta fama, que mientras en su propio país apenas eran molestados, en el extranjero obtenían buenos beneficios empleándose como mercenarios.

Pero los ingleses y suizos sucumbieron, como antes los caballeros, a la tentación de creer que habían clavado la rueda del destino. Pero sus enemigos, siendo ahora los derrotados, no iban a dejarse estar. La Guerra de los Cien Años (1337-1453), en la cual los franceses habían llevado las de perder una y otra vez por su conservadurismo táctico, fue rematada a su favor en parte gracias a que el conservadurismo había cambiado de bando, y ahora eran los ingleses quienes se aferraban a sus viejas tácticas, ignorando que el arco y flecha estaban en tris de ser superados por las nuevas innovaciones procedentes del uso de la pólvora: el arma de fuego. En 1450, los franceses marcharon a la Batalla de Formigny equipados con culebrinas. Estas armas eran todo lo toscas que se podía querer (básicamente un tubo de metal con un agujero en el fondo para la mecha, y poco más que eso), pero estos ancestros del mosquete, dentro de toda su patosidad, funcionaron mortíferamente bien a la hora de barrer con la arquería inglesa. En la Batalla de Castillon, en 1453, la Guerra de los Cien Años fue definida de una buena vez gracias a un centenar de piezas de artillería que bombardearon sin piedad a los ingleses.

A los suizos, por su parte, no les fue mejor. La filosofía de la pica es mantener a raya al enemigo, y atravesarlo como una barbacoa antes de que éste tenga ocasión de llegar al cuerpo a cuerpo. Pero para ser más efectivas trinchando cristianos, las picas suizas debían ser pesadas. Así, la infantería española descubrió el truco: si se armaban con espada y escudo, podían aprovecharse de la menor maniobrabilidad de una pica pesada, para agazaparse entre ellas y alcanzar el ansiado cuerpo a cuerpo, en donde la espada tenía todas las de ganar.

Lo pasado de moda de los piqueros suizos quedó trágicamente de manifiesto en la Batalla de Bicocca, que se libró en 1522. El ejército de una coalición de franceses y venecianos maniobraba a las órdenes del Vizconde de Lautrec, con un buen contingente de mercenarios suizos. Desgraciadamente, sea por imprevisión o negligencia, el caso es que no se les pagó, y los mercenarios exigieron que se librara batalla de inmediato (hay que ver cuánta confianza se tenían, estos hombres). Lautrec no tuvo más remedio que cargar contra las posiciones de Prospero Colonna, cabeza de las tropas enemigas (una coalición de españoles, alemanes imperiales, y el Papado), que estaba bien parapetado y con una buena cantidad de arcabuceros listos para liquidar a cualquier agresor. Los franceses no alcanzaron siquiera a montar la artillería para cubrir a su infantería, y los suizos estaban ya cargando a través de trincheras y setos defensivos. Los pocos que atravesaron ese infierno con vida, llegaron hasta una zanja, que debían remontar, sólo para encontrarse con los lansquesnetes alemanes (¡sorpresa! Los lansquenetes eran en realidad soldados alemanes entrenados para pelear con picas "a la suiza"... los alemanes venían utilizándolos desde el siglo XV). Los piqueros españoles, en formación compacta, con lanzas largas y pesadas, no necesitando moverse de su posición, y en superioridad topográfica, no tuvieron problemas en acabar con 3000 piqueros suizos. El testamento de aquellos valerosos y porfiados suizos fue una frase que quedó en el idioma español: "valer una bicoca", recordando la localidad de Bicocca en donde todo esto sucedió, significa algo que se obtiene sin esfuerzo ni sacrificio alguno.

3 comentarios:

  1. El declive del mercenario suizo marcó el inicio de la edad de oro de los tercios españoles que dominarían los campos de batalla europeos durante 150 años...

    un saludo y enhorabuena por esta hermosa entrada.

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  2. menuda historia, la verdad me ha parecido interesante esta entrada la historia de la milicia, y ver como se han pasado la batuta varios países en dominar tácticas de guerra saludos excelente entrada

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  3. A CAROLVS II, REX HISPANIARVM: Gracias por la enhorabuena. Pero creo que la superioridad militar fue sólo un aspecto del predominio español sobre Europa. La otra parte fue la infusión de riquezas desde América, que les permitió financiar ejército tras ejército. Si España hubiera tenido dirigentes más capaces durante el XVII, no me sería impensable creer que hubieran gestado un Imperio Napoleónico antes de Napoleón.

    A ALIORRALA18: Es típico. El que va ganando se queda en los laureles porque para qué progresar más, y el que va perdiendo se las ingenia para encontrar cómo dejar de perder. Y así se van. Saludos, y gracias por la felicitación.

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