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jueves, 4 de febrero de 2010

Giuseppe Verdi y la política.


La figura del "artista comprometido" no es invento de los comunistas del siglo XX. Mucho antes existieron figuras artísticas que se metieron al movedizo terreno de la política, de una manera u otra, creyendo (en forma acertada o errónea) que sus acciones artísticas ayudarían a conseguir la meta por la que otros luchaban con medios, digamos, un poco más expeditos. Giuseppe Verdi, el gran compositor de óperas del siglo XIX, fue uno de ellos. En la época de Giuseppe Verdi, Italia estaba fragmentada en varios Estados, y la mitad norte estaba bajo dominio directo, o al menos influencia, de Austria (Metternich, el Canciller de Austria, llegó a decir que Italia era apenas una expresión geográfica sobre el mapa).

El joven Verdi no era exactamente un activista, pero estaba muy impresionado con el nacionalismo, que en esos años del Romanticismo empezaba a tomar fuerza. En 1829, sin ir más lejos, después de leer "Los novios" de Alessandro Manzoni (obra capital del Romanticismo literario de Italia), le puso música a varios pasajes, si bien conservó estos trabajos como personales y nunca los exhibió. Andando el tiempo, varias óperas de Verdi fueron leídos en clave política. Así, el "Nabucco" de 1842, que narra los padecimientos de los esclavos hebreos en Babilonia, fue interpretado como una parábola del sometimiento italiano a los austríacos. Después "Los lombardos", que refiere las peripecias de algunos italianos en la Primera Cruzada, fue saludada de la misma manera. Otro tanto ocurrió con "Atila" o "La batalla de Legnano", que refieren historias de heroicos italianos lidiando con invasores extranjeros.

En 1848 sobrevino finalmente la revolución. Entonces, los revolucionarios italianos desarrollaron un curioso acrónimo: empezaron a escribir "Viva VERDI" en todas las calles. Pero, eso sí, aquello tenía un significado, ya que V.E.R.D.I. podía ser leído como "Vittorio Emanuele Re D'Italia" ("Víctor Manuel, Rey de Italia"). O sea, "Viva VERDI" identificaba a quienes aspiraban a una Italia unida bajo el cetro de Víctor Manuel II, en ese entonces Rey de Cerdeña. La revolución de 1848 fue aplastada, pero en 1859, después de varios preparativos por parte del agudo político Camilo Benso, Conde de Cavour, la unificación italiana principió, y en 1861 estuvo casi completa (Roma permaneció en manos del Papa hasta 1870).

Debido a los acontecimientos de 1859, Verdi acudió a entrevistarse con Cavour. Ambos simpatizaron profundamente, y esto traería como cola uno de los más curiosos giros en la vida de Verdi. Porque Cavour le pidió a éste que representara políticamente a su pueblo, Busseto, en el Parlamento de Italia. Verdi se negó profundamente, pero la persuasión de Cavour pudo más, y Verdi fue elegido en 1861, con 339 votos a favor y 206 en contra. Pero Verdi no disfrutó como diputado, y después de que éste falleció en 1861, aceptó terminar su período, pero se negó a una reelección. Aún así, aunque después fuera de la arena política, hasta el último de sus días Verdi siguió siendo un patriota, y sintió casi como un duelo personal la muerte de Víctor Manuel II en 1867, y el asesinato de su hijo y sucesor Umberto en 1900 (a manos de un anarquista).

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