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domingo, 26 de abril de 2009

Los quemalibros.


Quemar libros es, qué duda cabe, uno de los placeres psicóticos predilectos de toda clase de fundamentalistas religiosos, nacionalistas o de cualquier índole, como paladear el más delicioso caviar para un gourmet. Para dichas mentes estrechas en su visión del mundo, la aniquilación por el fuego de aquellas obras transgresoras no es sólo una labor pía o necesaria para hacer predominar sus concepciones inherentemente justas y virtuosas (según ellos, claro, miren qué casualidad), sino además les proporciona el placer moral de ver arder simbólicamente a sus enemigos (cuando no hacen arder a los escritores o lectores de esos libros también, por supuesto). En Siglos Curiosos, hacemos un brevísimo repaso de quienes han pretendido iluminar al mundo con la vibrante luz de sus hogueras alimentadas por los libros que pecan en la indelicadeza de... no ser de su egregio e inspirado gusto.

Hacia 429 a.C. En la civilizadísima Atenas, la obra del agnóstico Protágoras de Abdera es condenada por impiedad, y una sentencia judicial ordena quemarla. En la actualidad no se conserva ninguna de estas obras, salvo por citas y referencias de segunda mano.

Hacia el año 213 a.C. Tsin Shi Huangti, Primer Emperador de China, decide que la cultura china va a recomenzar entera desde cero. Y ordena quemar todos los libros antiguos. Sólo se salvan los de Medicina y Astrología, por ser conocimientos útiles para la nueva sociedad. El libro chino de Historia más antiguo conocido, es posterior en casi tres cuartos de siglo.

Hacia 168 a.C. El monarca seléucida Antíoco IV, como parte de su persecusión contra los judíos, ordena quemar libros rabínicos (fundamentalmente la Torá).

Hacia 390 d.C. El Emperador romano Teodosio, fanático cristiano y acérrimo perseguidor de paganos, en convenio con el Obispo Teófilo de Alejandría, ordena el asalto de la Biblioteca de Alejandría, quemándose los libros que pudieran contribuir a la perpetuación de la cultura pagana.

640 d.C. El Califa Omar conquista Alejandría. Consultado sobre qué hacer con los libros que quedaban de la celebérrima Biblioteca de Alejandría, dice: "si están en contra del Corán son heréticos, y si están a favor del Corán son superfluos". Los rollos que son herencia cultural de más de un milenio de civilización, son utilizados como combustible para calentar el agua en las calderas de los baños públicos de la ciudad.

1210 d.C. y después. Los católicos ordenan diversas quemas de libros que hacen apología del Catarismo. Y como parece poca diversión ver turros de páginas arriscándose por el fuego, asan a los cátaros mismos también, combo doble por el mismo precio.

1497 d.C. Girolamo Savonarola, fraile dominico y a la sazón amo de facto de Florencia, decide purificar la ciudad quemando todo lo que pueda ser considerado como pecaminoso, incluyendo libros. El incinerador acabará incinerado a su vez, un año después, por emprenderlas contra el Papa.

1553 d.C. Calvino, el rigorista teólogo devenido en déspota de Ginebra, ordena la quema de los libros del católico Miguel Servet, por herejía. Y en sabia prevención de que quizás siguiera escribiendo en el futuro, ordena quemarle a él también.

1563 d.C. El piadoso Obispo de Yucatán, Diego de Landa, ordena quemar todos los códices de la cultura maya, como resabios de la barbarie y el paganismo que no tienen cabida en una civilización cristiana como Dios manda. Pero no sin antes utilizar mucho de este material para escribir su propio libro, la "Relación de las cosas del Yucatán"...

1793 d.C. Durante la Revolución Francesa, el abogado Maximiliano Robespierre considera que el mejor expediente para defender la Razón y los ideales ilustrados, es ordenando la quema de libros que defiendan el Catolicismo, el clericalismo o el Absolutismo. Por alguna razón, no hay réplica en el muy racional debate.

1933 d.C. Una serie de obras literarias, científicas y artísticas son quemadas por el Tercer Reich. Se incluyen las obras del "degenerado" de Sigmund Freud, y muchas obras judías.

1966 d.C. En el seno de la Revolución Cultural ordenada por Mao Tsé Tung en China, se llevan a cabo varias quemas de libros. Se reporta que en la región de Xinjiang, donde existen comunidades musulmanas, se queman los Coranes que se encuentran.

Y no olvidemos las quemas de textos literarios varios, organizadas de manera más o menos espontánea por comunidades de todo tipo: los musulmanes quemando los "Versos satánicos" de Salman Rushdie, los cristianos integristas quemando ejemplares de Harry Potter... Tiene su ironía que, suponemos, viviendo en una moderna civilización como la nuestra, tuvieron que haberlo comprado (y enriquecido a la editorial y al escritor con ello) antes de quemarlos...

4 comentarios:

  1. Te has dejado en el teclado una quema de libros que nos es muy propia.
    Cuando los Reyes Católicos entraron en Granada lo primero que hizo el inquisidor Torquemada fue formar una hoguera con todos los libros y pergaminos que encontró a su paso.

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  2. Me he dejado esa en el tintero y una toneladas de otra por razones de brevedad. Si me pusiera a mencionar a cada dictadorzuelo latinoamericano que se ha puesto a "reescribir la historia patria" via darles el fahrenheit 451 a las bibliotecas...

    A propósito, hay un chiste de hace añitos que siempre recuerdo, sobre dos, ehm, "facilitadores" de la represión militar argentina:

    FACILITADOR N° 1: ¡Oye, aquí en el diario salió que se murió Julio Cortázar! ¿Lo conociste?

    FACILITADOR N° 2 (CON NOSTALGIA): ¡Uy, si le habré quemado libros...!

    Supongo que vale para cualquier dictadura.

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  3. Cuentan que Tsin Shi Huangdi ordenó conservar por prudencia una copia de todos los libros que ordenó destruir, y que éstas estarían ocultas en alguna parte de su monumental tumba (la misma que está custodiada por el famoso ejército de terracota).
    La biblioteca de Alejandría sufrió además de los referidos varios incendios y saqueos a lo largo de su historia, considerándose el primero el que sufrió en el 48 a. C. durante los combates entre las tropas del faraón Ptolomeo XIII y las de Julio César, que apoyaba a la hermana de Ptolomeo, Cleopatra.

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  4. Ojalá fuera cierto lo de Shi Huangdi, de encontrar una copia de todos esos impresos, nuestro conocimiento de la historia antigua de China se ampliaría formidablemente y entenderíamos mucho mejor cómo una de las principales naciones de la Tierra llegó a ser lo que actualmente es. En fin, habrá que ver los descubrimientos que se hagan...

    La Biblioteca de Alejandría en efecto sufrió un incendio el 48 a.C., pero no lo incluí porque parece haber sido más bien accidental, y en cualquier caso no implicó una merma demasiado significativa en el patrimonio cultural del mundo grecorromano (quizás porque habían copias de las obras quemadas en otras partes, quizás porque lo quemado no fue demasiado). Además de que hubiera alargado el posteo aún más. Al respecto, en alguna parte leí un chiste de Bernard Shaw según el cual iban y le reclamaban a César por el incendio de la Biblioteca de Alejandría, y él, fastidiado, replicaba: "¡Ya, ya, vale, que yo también soy escritor...!".

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