En la Historia Universal, la mala salud de Napoleón Bonaparte llega a ser legendaria. Podría parecer algo sorprendente en un hombre que lideró sin parar casi un cuarto de siglo de guerras, pero en realidad, bien mirado, el desgaste de tantas conflagraciones militares y preocupaciones gubernamentales jugaron un destacado papel en tumbar la salud napoleónica.
Apenas tenía 28 años, sus problemas digestivos empezaron a manifestarse. Padecía de estreñimiento crónico, y desarrolló hemorroides. A esas alturas recién estaba en la Campaña de Italia (1797). También sufría fuertes migrañas, y con el tiempo desarrollaría cólicos, cálculos, y según piensan algunos, una úlcera péptica. Napoleón mismo era persona de malísimos hábitos alimenticios, entre ellos tragar la comida sin masticar demasiado, y además creía que el descanso era para los débiles, lo que en vez de mejorarlo, lo hundió aún más. Poco después, en la Campaña de Egipto (1798-1799) parece haber contraído una esquistosomiasis, mal que se transmitía por las aguas contaminadas, y que siendo acumulativo en el tiempo, causa graves males urinarios.
Diez años después, hacia 1807, Napoleón Bonaparte había conseguido tumbar a Prusia y Austria, y sólo Rusia e Inglaterra se le resistían. Pero diez años de fatigas y preocupaciones empezaban a hacerle mella. Engordó visiblemente. Además, su temperamento se hacía cada vez más intratable, y su velocidad de pensamiento disminuía. Esto tuvo dos consecuencias: en primer lugar empezó a cometer errores garrafales, y en segundo, debió aprender a delegar en sus generales. En varias batallas decisivas padeció dolencias igualmente decisivas: en Borodino (la ganó en 1812) sufrió achaques urinarios, en Bautzen (la ganó en 1813 aunque sin poder capitalizar el triunfo) comió compulsivamente y luego vomitó, y en Leipzig (también 1813, y la perdió) estaba aletargado y somnoliento. Y en la decisiva Batalla de Waterloo, parte importante de su derrota se debió a un violento ataque de hemorroides que le impidió montar a caballo y le causó enormes dolores: tenía apenas 46 años. Y le quedaban sólo seis años adicionales de vida.
Es obvio que la aplastante caída del Imperio Napoleónico se debe a un conjunto de factores, incluyendo el delicado equilibrio internacional de las superpotencias de su época. Sin embargo, estando todo el poder concentrado en un solo hombre, el que este hombre estuviera cada vez más enfermo y achacoso contribuyó lo suyo a su desplome. En cierto sentido, Napoleón Bonaparte fue el abuelito lejano de los actuales ejecutivos de grandes multinacionales que se conectan 24 horas al día en su trabajo, hasta que revientan...
Esta afirmación por llamarla de alguna forma, es completamente falsa.
ResponderBorrarSi bien es cierto que Napoleón padeció desde joven problemas digestivos, no existe documento alguno que pruebe que el Emperador tuviera hemorroides en Waterloo (15-18 de Junio 1815).
Reducir la complejidad de Waterloo, una de las grandes batallas decisivas de la Historia, a una simple inflamación anal causa la risa inmediata entre los entendidos del periodo napoleónico.
Waterloo ha sido analizada desde prácticamente todos los ángulos estratégico-bélicos gracias al laborioso trabajo de autores serios como David Chandler, Max Gallo, Alessandro Barbero, Peter Hofschröer, Jean-Claude Damamme, Andrew Roberts, Bernard Cornwell, Arthur Conan Doyle, etc...
Saludos,
Europa Napoleónica
http://europanapoleonica.blogspot.com/
Uh... Reproduzco lo que está publicado en el libro "Historia de la incompetencia militar", de Geoffrey Regan, y su contenido me da bastante confianza, pero bien el autor podría estar equivocado, desde luego. Lamento no tener mi ejemplar a la mano para volver a consultarlo.
ResponderBorrarPero por su parte, si el asunto es una leyenda o directamente una falsificación... ¿Alguna noticia de quién podría haberla hecho? Porque si lo es, entonces ALGUIEN debió contar el cuento primero, por error o derechamente por calumniar a Napoleón. Sería interesante saberlo, si es que posee información al respecto.
Y no estoy reduciendo la derrota de Napoleón a un ataque de hemorroides, por supuesto. Es un factor coadyudante, pero desde luego que las batallas no se ganan ni se pierden exclusivamente por una mala papeleta médica de sus generales. Bueno, salvo que se sea Georgios Hajianestis, pero incluso ni con esas, probablemente.