Páginas

domingo, 6 de abril de 2008

Las gigantescas murallas de Siracusa.


Desde que los asentamientos campesinos crecieron hasta convertirse en ciudades, una de las estrategias más utilizadas por los señores de dichas ciudades para defenderlas fue la erección de un muro alrededor. Los constructores de muros debían lidiar con un doble problema: si el muro era muy chico, estrecharía el desarrollo de la ciudad, y si era muy grande, se elevaría desmesuradamente la planilla de pagos de los centinelas apostados en labores de vigilancia del perímetro amurallado. La solución generalmente era entonces un muro más bien pequeño, lo que tenía el inconveniente de que en tiempos de asedio, la ciudad solía ser rendida por el hambre, ya que los campos de cultivo quedaban fuera del muro, y por lo tanto, indefensos.

La ciudad de Siracusa optó por el camino inverso, y decidió construir un muro que no solo cubriera a la ciudad, sino también los campos y sembradíos. Siracusa era la más grande colonia que los griegos habían instalado en Sicilia, la isla del sur de Italia, y había prosperado a pesar de vérselas al sur con el temible enemigo que era el Imperio Cartaginés. Pero el momento de mayor peligro, Siracusa lo vivió entre 414 y 413 a.C., cuando una expedición militar ateniense estuvo a punto de cortar el abastecimiento de agua de Siracusa, construyendo un muro de mar a mar (Siracusa estaba, y sigue estando, en una pequeña península de la isla de Sicilia). Años después, aún preocupado por esto, el tirano Dionisio I de Siracusa optó por extender las murallas de Siracusa hasta la meseta de Epipolae, en donde los siracusanos habían construido antaño el Castillo Eurialo, un fuerte militar para su propia defensa. Las murallas, erigidas entre 403 y 398 a.C., fueron probablemente las más imponentes de todo el mundo Mediterráneo (22 kilómetros de largo, aproximadamente), e impidió que ninguna otra fuerza sitiadora consiguiera poner a Siracusa bajo asedio por tierra.

Desafortunadamente para Siracusa, los costos de una muralla como ésta eran onerosos, y además, no impedían que la ciudad siguiera siendo vulnerable desde el mar. En el siguiente siglo y medio, al sur creció el poder de Cartago, y al norte el de Roma, y ambas potencias chocaron en la Primera Guerra Púnica. Roma era una potencia militar terrestre, pero para hacer frente a la amenaza de las naves cartaginesas, debió armarse de una flota. El resultado es que Roma conquistó toda Roma, aunque Siracusa siguió invicta. De momento. Porque a pesar de todos los esfuerzos de los siracusanos, incluyendo a su ciudadano más ilustre, el inventor Arquímedes, Siracusa era una presa demasiado preciada para dejarla escapar, y en 214 a.C., en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, y con todo el poder de un imperio militar que se extendía por toda Italia, los romanos asediaron la ciudad. Las imponentes murallas siracusanas hicieron otra vez lo suyo, y en 212 a.C., Siracusa seguía resistiendo. Pero los romanos recurrieron al engaño, según se dice, y los siracusanos abrieron una puerta para dejar pasar a una legación de paz (según otra versión, los siracusanos desatendieron la defensa, debido a un festival en honor de la diosa Artemisa). Abierta la puerta, los romanos cargaron contra ella, desbordaron el muro, y finalmente tomaron la ciudad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario