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jueves, 14 de febrero de 2008

¿Owen Taylor, asesinato o suicidio...?

La muerte de Owen Taylor es una de las más inexplicables en la Historia del Cine. Aunque la cuestión de si murió asesinado o si se suicidó en realidad es meramente académica, porque Owen Taylor nunca existió: fue un personaje de ficción. Pero no por ello deja de aportar lo suyo a estos embrollados siglos curiosos en que ha vivido la Humanidad.

Entre los más destacados escritores policiales de todos los tiempos, figura Raymond Chandler, por haber creado al inigualable detective privado Philip Marlowe, cínico y romántico a un tiempo, y al que dedicó varias novelas. Por su parte, al igual que muchos otros escritores policiales procedentes del pulp, Chandler había presentado al personaje en varios relatos cortos publicados en revistas del género. Para sus novelas, Chandler muchas veces fagocitó dos o tres relatos y los reconvirtió en uno, razón por la cual sus tramas suelen ser bastante embrolladas. El premio mayor se lo llevó "El sueño eterno", la primera novela sobre Marlowe, que se pretendió adaptar al cine en 1946. La adaptación iba a ser por todo lo alto, ya que dirigía el gran director de policiales Howard Hawks, y protagonizaba un actor que ya había encarnado a otro duro de la literatura policial en el cine, como lo es Sam Spade en "El halcón maltés": Humphrey Bogart.

Para la adaptación, Howard Hawks llamó, ahí es nada, a William Faulkner, uno de los más prominentes escritores estadounidenses del siglo XX, con quien ya había trabajado en una adaptación de Ernest Hemingway, y Faulkner aceptó, más que nada por razones monetarias. Nunca bien adaptado al sistema de los grandes estudios, pidió permiso a Jack Warner (productor de Warner Bros.) para trabajar en su casa; Warner accedió, y Faulkner se marchó... a Oxford, Mississipi, en donde estaba su casa, para gran irritación de Jack Warner, que por "mi casa" había entendido la residencia de Hollywood, y había aceptado porque seguiría teniéndolo cerca para controlarlo como su empleado...

Hay que decirlo, Faulkner hizo un estupendo trabajo adaptando una novela casi inadaptable por lo embrollado de la trama. Pero un punto se les fue. Al comienzo de la historia, Philip Marlowe (encarnado por Humphrey Bogart, como dijimos) recibe el encargo de vigilar a un pizpireto par de hermanas, y descubre que una de ellas ha terminado involucrada en una trama de ribetes pornográficos (sonaba más chocante para la audiencia de 1946 que ahora, pero en fin...); Owen Taylor, uno de los principales sospechosos, aparece poco después en el fondo de la bahía, cómodamente instalado en su vehículo de ahí hasta la eternidad. Los guionistas se quebraron los sesos preguntándose si el tal Taylor se había suicidado, o lo habían asesinado. Después de no poder decidir, llamaron por teléfono al propio Raymond Chandler. Lo único que consiguieron fue darle un fastidio mayúsculo, ya que Chandler, hombre temperamental, les gritó vía telefónica que leyeran la novela porque la respuesta estaba ahí. Poco después hubo una segunda llamada, esta vez de Chandler a Faulkner, en la cual el autor de la obra original, compungido, afirmaba haber revisado la novela, y declaró no poder decidir si la muerte era asesinato o suicidio. Finalmente, en la versión estrenada en los cines, la cuestión quedó sin resolver...

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