En el año 413 a.C., en el marco de las Guerras del Peloponeso (que, en Grecia, enfrentaron a sus dos ciudades maestras de Atenas y Esparta, recordemos), los atenienses tuvieron la "brillante" idea de tratar de expandir su imperio marítimo invadiendo Siracusa, ciudad de Sicilia que era aliada tradicional de Esparta. Esta empresa era a todas luces descabellada, debido a que Sicilia estaba demasiado lejos de Grecia, como para montar una expedición militar en toda forma, estando el enemigo tan cerca de casa (los espartanos habían puesto sitio a las mismísimas murallas de Atenas más de una vez). Por supuesto que todo resultó de lo peor para los atenienses, y muchos historiadores, partiendo por el gran Tucídides, responsabilizan a esta chapucera planificación geopolítica el final de la gloria de Atenas. Pero el asunto podría haber mejorado un poquito, de no haber intervenido los astrólogos "a favor" del bando ateniense...
La expedición estaba comandada por Nicias, un general bastante competente, pero que cayó enfermo durante la campaña militar. Atenas le envió refuerzos en la figura del general Demóstenes, a quien no le tomó demasiado darse cuenta de que el asedio de Siracusa era insostenible, y debían retirarse cuanto antes, porque ya no se trataba de obtener la victoria, sino de evacuar mientras aún hubiera tiempo. Pero se topó con la obcecación de Nicias, quien se emperró en que los siracusanos hostiles a Esparta podían todavía prestarle ayuda. Un mes después había sucedido lo obvio: no sólo Siracusa no había caído y el "enemigo interno" no colaboraba de manera eficaz, sino que además los siracusanos habían recibido refuerzos desde Esparta. Demóstenes una vez más urgió la retirada, pero...
...ocurrió un eclipse total de luna. Los astrólogos lo consideraron un mal presagio, y dijeron que debían esperarse "tres veces nueve días" para proceder a la evacuación. Tres veces nueve días después, los felices siracusanos habían ubicado trirremes en la bahía que era el punto de acceso de los atenienses a la isla, y los encadenaron entre sí para que ninguna nave ateniense pudiera pasar. La única alternativa era romper el cerco por tierra, pero todos los intentos atenienses por zafarse del cerco fracasaron. De 50.000 tropas de élite atenienses, sólo 7.500 sobrevivieron, sólo para terminar sus días en las canteras (una de las peores maneras de ser condenado a muerte en vida, en el mundo antiguo). El valiente pero demasiado crédulo Nicias, por su parte, así como el bravo y prudente Demóstenes, y podemos suponer que la cohorte de adivinos y astrólogos de Nicias también, terminaron todos ellos en el patíbulo.
Jajaja, me hace gracia lo de "a favor del bando ateniense".
ResponderBorrarLos astrólogos han tenido demasiada relevancia a lo largo de los siglos... aunque teniendo en cuenta que *todos* eran supersticiosos el "mal" siempre ha estado muy repartido.
Se dice de Catón el Censor, un vejete reaccionario de la República Romana al que nadie podría acusar de ser irrespetuoso con la religión, dejó escapar alguna vez la siguiente observación: "Cuando se encuentran dos adivinos en la calle, no sé cómo es que no se echan a reir". Sin comentarios, creo yo.
ResponderBorrarSaludos, y un Feliz 2008.