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domingo, 20 de mayo de 2007

Reyes "grandes".


Eso de darle un número a los reyes suena a veces un tanto frío, en particular si éstos suben por sobre los cuatro o cinco. Además, los historiadores sienten a veces un deleite particular en motejar a los reyes con sobrenombres favorables o despectivos, dependiendo de su posición política con respecto a ellos. Y uno de los sobrenombres más utilizados es, por cierto, el de "Grande".
En el Antiguo Egipto se conoce a Ramsés II como Ramsés el Grande. Es el único que se ha ganado tal sobrenombre. Algo más al este, en Mesopotamia, Sargón I de Acadia es llamado también, a veces, Sargón el Grande (otros le llaman Sargón el Antiguo, puesto que entre los asirios después hubo también algunos Sargón). Los persas cuentan con dos: Ciro II el Grande, y Darío I el Grande.
Ni griegos ni romanos fueron aficionados a lo de "Grande". Los dos "grandes" romanos, Constantino I el Grande, y Teodosio II el Grande, sintomáticamente fueron Emperadores que favorecieron el cristianismo (hay que recordar que después de la caída del Imperio Romano, la cultura estuvo en manos cristianas). Otra visible excepción es "Alexandros Megas", mejor conocido como "Alejandro Magno". Viene a ser más o menos lo mismo, porque tanto "megas" en griego como "magnus" en latín significa "grande". De este modo tenemos que incluir también en la lista a Carlos I de Francia, mejor conocido como Carlos el Magno, o simplemente Carlomagno (en homenaje a él, se popularizó entre los nórdicos el nombre Magnus, como se llaman algunos de sus reyes, pero a ésos no los contaremos).
Entre los franceses, quizás porque querían lucir una cierta originalidad, encontramos a un Felipe Augusto y a un Rey Sol (Luis XIV), pero no a otro "grande".
Entre los españoles e italianos tampoco hay "grandes".
En Inglaterra sólo hay uno, y una bella leyenda explica esto. El rey sajón Alfredo, en el siglo IX, contendió duramente con los daneses para mantener la independencia de su reino (sí, en esa época los daneses eran toda una potencia imperialista). Tanta fue la admiración que despertó en sus súbditos, que no sólo le llamaron Alfredo el Grande, sino que pretendieron que nunca más otro rey se llamaría de igual manera.
En Rusia hay dos, y una de ellas es mujer. Pedro el Grande fue el Zar que echó a andar a marchas forzadas la occidentalización de Rusia, hasta entonces poco menos que un reino bárbaro asiático, y un siglo después, Catalina la Grande fue un inmejorable ejemplo de despotismo ilustrado.
Entre los Papas también hay "grandes". Entre ellos León I el Grande, el hombre que consiguió parar a Atila cuando estuvo a punto de saquear Roma, o Gregorio I el Grande, quien se ganó sobradamente su sobrenombre reorganizando la Iglesia, librándola de los lombardos, evangelizando Inglaterra, y en sus ratos libres escribiendo textos de Teología.

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