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domingo, 25 de marzo de 2007

René Descartes en el congelador mortal.


La muerte de René Descartes, el destacado filósofo y matemático francés, tuvo algunos ribetes de absurdo. A pesar de haber hecho importantísimas contribuciones a las Matemáticas y además ser una autoridad mundial en Cosmología, era su texto "El discurso del método", publicado en 1637, el que le había dado fama universal. Esta fama sirvió para que Cristina de Suecia, la reina marimacho del norte, lo llamara a su corte. Frente al hecho de tener que afrontar un clima inclementemente frío pesó más en el ánimo de Descartes el orgullo de poder añadir el ser profesor de una reina a su currículum, así es que se decidió a emprender el viaje.
En mala hora. La reina quería aprender filosofía, es cierto, pero no podía desatender los asuntos de estado, que le llevaban todo el día, de manera que obligó a Descartes a levantarse a las cinco de la mañana para darle clases. Las consecuencias de estar varias semanas levantándose de madrugada en el clima más helado de toda Europa trajo secuelas, porque Descartes enfermó de pulmonía y falleció en lo más profundo del invierno sueco. De haber aguantado mes y medio más, hubiera llegado a cumplir 54 años. Corría Febrero de 1650.

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