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domingo, 4 de febrero de 2007

El poco prolífico Leonardo.


Leonardo da Vinci es considerado uno de los mayores genios pictóricos de todos los tiempos. Sus pinturas desarrollaron al máximo esa técnica suya tan peculiar, cual era el sfumato, la característica según la cual sus paisajes se desvanecen y las formas van difuminándose en la lejanía. Entre sus obras están las celebérrimas "La última cena", "La Mona Lisa" (conocida también como "La Gioconda", por suponérsela un retrato de la dama Francesca del Giocondo) y "La virgen de las rocas".

Por todo eso, resulta curioso observar que la obra pictórica de Leonardo da Vinci no es especialmente prolífica. En realidad, bastan los dedos de las manos para contar la totalidad de la obra pictórica de Leonardo que fue completada, aunque podemos hacernos una idea del resto a partir de los abundantes bocetos que legó, y que hubieran conformado, de haberse completado, un legado de aproximadamente 70 pinturas.

Parece que esto tiene que ver justamente con el problema de ser un genio trabajando con el cerebro a toda marcha. Leonardo parecía entusiasmarse más con un proyecto pictórico y los problemas técnicos que planteaba, que con la ejecución misma. Apenas iniciaba un proyecto, diseñaba toneladas de bocetos para detallarlo al máximo, y cuando resolvía los problemas técnicos de la manera más conveniente, lo abandonaba sin preocuparse mayormente de la ejecución misma... por lo que la pintura acababa siendo visible, pero sólo en el interior de su mente.

En otros casos, fue la afición a la Química de su poderoso genio la que nos jugó la mala pasada. Leonardo se la pasaba experimentando con nuevos componentes y mezclas que le permitieran obtener nuevos y sorprendentes pigmentos para sus pinturas. El resultado es que muchas de sus pinturas se decoloraron y descompusieron con gran rapidez. El ejemplo más característico de esto es su célebre fresco de la Batalla de Anghiari... célebre porque a los pocos años el fresco estaba tan deteriorado, que nada pudo rescatarse de él.

Hay también una cuestión de personalidad. Leonardo era una persona enormemente tímida e introvertida. Su enorme genio despertaba recelos y suspicacias, e incluso llegó a acusársele en juicio de sodomía, con o sin fundamento, pero con bastante probabilidad por envidias o celos profesionales. Por ende, solía rodearse de colaboradores igualmente reservados, que tampoco desarrollaban las ideas del maestro. Y así nos quedamos sin conocer más obras de uno de los mayores genios pictóricos de todos los tiempos.

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