Gustav Radbruch, quien nació en 1878 y murió en 1949, fue un teórico alemán que se dedicó al estudio de la ley. No de la ley positiva, eso sí, sino de aquello que hace a una ley ser ley. En otros términos, no era un estudioso del Derecho, sino un filósofo del Derecho.
La historia corta sobre Radbruch es que sus doctrinas emprendieron un viraje en 180º después del ascenso de Hitler al poder. Antes de 1933, sostenía que la ley era la ley positiva, o sea, aquella que es dada y promulgada por la autoridad, lo que es de sentido común. Pero después le cobró una repugnancia tal al Nazismo, que decidió que aquello no podía ser la ley, después de todo. Y dijo entonces que si la ley no contenía ideales de justicia, no era una verdadera ley.
Por supuesto que este viraje es una pataleta infantil, y como tal ha sido muy discutida. Después de todo, la ley es ley porque alguien obliga a que ésta se cumpla. La justicia nada tiene que ver en eso (puede que algún castigo del Código Penal sea injusto por excesivo o por blando, pero sigue siendo la ley, y a ver quién es el guapo que le discute eso al tribunal respectivo). Pero aunque este viraje de Radbruch debería ser obviamente rechazado por cualquier teórico, ha tenido mucha popularidad entre los círculos académicos gracias a la visión liberal y antinazi de Radbruch. O sea, es otro caso de teoría sin base lógica alguna, entronizada en el Olimpo académico por ser funcional a las corrientes políticas del minuto.
Por supuesto que este viraje es una pataleta infantil, y como tal ha sido muy discutida. Después de todo, la ley es ley porque alguien obliga a que ésta se cumpla. La justicia nada tiene que ver en eso (puede que algún castigo del Código Penal sea injusto por excesivo o por blando, pero sigue siendo la ley, y a ver quién es el guapo que le discute eso al tribunal respectivo). Pero aunque este viraje de Radbruch debería ser obviamente rechazado por cualquier teórico, ha tenido mucha popularidad entre los círculos académicos gracias a la visión liberal y antinazi de Radbruch. O sea, es otro caso de teoría sin base lógica alguna, entronizada en el Olimpo académico por ser funcional a las corrientes políticas del minuto.
Bueno, veo que lo que te falta es modestia, sin contar, claro, a los conocimientos mínimos sobre derecho natural. El "obviamente" con que caraterizas al rechazo que merece la teoría de Radbruch tiene poco de "obvio" y nada de "mente". El concepto de ley que tu defiendes es el mismo que hizo valer Stalin, Hitler, Fidel Castro, Chávez, e incluso los aliados en el juicio de Nûremberg.
ResponderBorrarSi la ley no es justa en su finalidad última, no merece ser ley. Si se impone, o sea si no hay "guapo que le discuta al tribunal", no hay derecho, hay fuerza.
Radbruch necesitó peregrinar de un extremo a otro de la Filosofia del Derecho y necesitó soportar en carne propia las arbitraridades, para darse cuenta de una verdad que nace con Occidente: el hombre como portador de valores eternos. La sociedad como el ámbito en el cual esos valores se desarrollan y que existe más allá de todo relativismo, lo que Radbruch identificó como "naturaleza de las cosas".
Antes que el Aristóteles, Santo Tomás, Groccio, Francisco Vitoria, Kant, Hegel (si, Hegel), etc. aceptaron la existencia de un Derecho del derecho. Piensas que todos eran infantiles?
A ver, usted me pone tantas cosas, que me hace sentir como niño en una confitería, ni sé por qué argumento empezar a rebatir... En fin, obviando el tema de la modestia (no presumo de ella), veamos detenidamente sus planteamientos.
ResponderBorrarEl tema que Ud. disputa tiene que ver con el concepto de "ley". Si Ud. entiende "ley" como sinónimo de "ley positiva", o sea, de una ley efectivamente promulgada por la autoridad, entonces resulta que tengo razón y Ud. se equivoca, porque lo de Radbruch es, en efecto, una pataleta. Si, por el contrario, Ud. entiende "ley" como sinónimo de "justicia" o de "idea de justicia", como Ud. parece entenderlo (sea de esa manera, sea que utilice el circunloquio de "derecho natural"), entonces resulta que Ud. tiene razón y yo me equivoco porque ciertas leyes positivas no serían leyes porque serían injustas. El problema aquí, es que los conceptos son simplemente conceptos, y por tanto, no cabe hablar de un "concepto erróneo en sí", por decirlo de alguna manera (yo puedo decir, por ejemplo, que un unicornio es una criatura parecida a un caballo, pero con un cuerno en la frente, y no hay nada intrínsecamente erróneo en el concepto, por más que los unicornios sean animales de fantasía y no existan en la realidad).
Pero que un concepto no pueda ser catalogado de cierto o erróneo en sus propios términos, no quiere decir que no se lo pueda catalogar de útil o inútil, dependiendo de si se le puede sacar algún provecho o no. Entonces... ¿cuál es los dos conceptos es útil, el suyo o el mío? Veamos.
Mi concepto positivista introduce un estándar para el estudio de la ley. Podrá ser justa o injusta, pero sigue siendo ley. Y si no, vaya a guapearle al Fisco por las leyes tributarias, diciendo que tal o cual impuesto es injusto, a ver cómo le va. Lo que importa para efectos de estudio de la norma jurídica, es si la ley establece un impuesto, y cuál es su base tributaria y tasa, no si el impuesto es injusto o no (puede discutirse el tema, pero eso pasa del ámbito del estudio jurídico y entra de lleno en la política legislativa).
En cambio, su concepto iusnaturalista, al vincular la idea de ley a la de justicia, implica determinar antes qué es la justicia. Pero resulta que las ideas de justicias de las personas son contrapuestas entre sí. Esto, hasta el punto que de un mismo hecho se pueden inferir ideas de justicia completamente distintas. Por ejemplo, del hecho de que existen pobres y ricos, alguien podría decir que los más ricos deben ayudar a los más pobres porque es justo que todos estén en pie de igualdad dentro de la sociedad, y otro podría decir que los pobres deben defenderse a su aire porque es justo dejar que la naturaleza y el darwinismo social premien o castiguen a cada persona según su talento y habilidades.
De lo anterior, resulta una curiosa consecuencia: ¡resulta que somos los iuspositivistas los que tenemos una noción de derecho "más allá de todo relativismo" anclada en la "naturaleza de las cosas" (o al menos en lo que puede estudiarse como "naturaleza de las cosas"), mientras que los defensores del derecho natural son en última instancia los relativistas!
Y bueno, que Aristóteles, Santo Tomás, Groccio, Francisco Vitoria, Kant y Hegel dijeran que existe un Derecho Natural, no hace que exista un Derecho Natural. Todos ellos creían también que el espacio y el tiempo eran absolutos y eternos, y resulta que desde Einstein sabemos que el espacio y el tiempo son relativos al punto de vista del observador... Que ellos creyeran en un Derecho Natural tiene más que ver con sus neurosis y fobias personales, que con lo que podamos entender como "naturaleza de las cosas"...
En cuanto a que el concepto de ley que defiendo es el mismo que hizo valer Stalin, Hitler, Fidel Castro, Chávez o los Aliados en Nüremberg... Bueno, resulta que San Agustín creía en un Derecho Natural, y no fue óbice para que predicara la cruzada contra los donatistas en el norte de Africa. Bernardo de Claraval era otro iusnaturalista, y creía a pie juntillas que los conceptos eran más que convenciones y que se anclaban en la realidad de las cosas (consiguió que condenaran como heréticos los escritos de Pedro Abelardo que planteaban una posición gnosiológica más moderada, en 1221 y en 1240), y el hombre odiaba a muerte a los herejes. Ginés de Sepúlveda era otro que creía en el Derecho Natural (basándose en Aristóteles, vaya), y en las Polémicas de Indias defendió como si tal cosa que los indios de América eran Untermenschen sobre los cuales era legítimo imponer la esclavitud...
Y aunque hay más tela que cortar, no sigo en beneficio de la brevedad (bueno, la poca brevedad que queda).
Creo que los conceptos, nos ayudan a entendernos unos a otros, llevándonos al consenso, no a la confusión.
ResponderBorrarEntiendo también que somos seres sociales, y dentro de lo social, cabe la solidaridad, la justicia y hasta la compasión.
Bueno hay que recordar que Einstein creía en el derecho natural.
Y por ultimo, debemos denunciar, y siempre recordar la incoherencia de mucha gente cobarde que ha existido en la historia.
Bueno, los conceptos sirven para muchas cosas: comunicar, crear compromisos, y también, por qué no, manipular. Pero indiscutiblemente que es a través de consensuar los conceptos, que podemos llegar a algunos acuerdos básicos para la buena marcha de la sociedad. Y sí, creo que una sociedad sin solidaridad, justicia o compasión simplemente no puede funcionar como tal.
ResponderBorrarEl trago amargo que Einstein se tuvo que bancar, fue haber apoyado y recomendado abiertamente el desarrollo de la bomba atómica para combatir a "los malos" (los nazis), sólo para darse cuenta después de que había ayudado a abrir la caja de los truenos y soltar un mal peor sobre la Humanidad. Al menos, y eso es para aplaudírselo, Einstein tuvo el coraje de reconocer su error y dedicarle sus últimos años a la causa del pacifismo.