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jueves, 13 de diciembre de 2012

Los negocios de Barrabás.


Ya hemos mencionado en Siglos Curiosos que Chile fue el único país que ha tenido el privilegio de ser gobernado por Barrabás. Bueno, por alguien apodado así, que fue Francisco de Meneses Brito, y que como gobernador fue el azote de Chile entre 1664 y 1667. En realidad, la práctica totalidad de los gobernadores españoles del siglo XVII tuvieron una vena de corrupción, y si no la tenían personalmente ellos, sí que la manifestaban sus numerosos subordinados tanto en lo castrense como en la vida administrativa y civil. Pero ninguno llevó tan lejos el peculado como Francisco de Meneses.

En la época, el principal artículo de comercio de Chile era el sebo. Su principal mercado era, por supuesto, el Perú. Y sin embargo, debido a la enorme producción de sebo en Chile, el precio era bastante barato. Meneses y los suyos se olieron el negocio, y so pretexto de mejorar la balanza comercial de Chile, reglamentaron el comercio estableciendo cuotas de venta y fijando precios. Y para asegurarse de que dicha normativa se cumpliera, no se piense mal de la probidad de Meneses y los suyos, ¡oh, por supuesto que no!, el gobernador y los suyos gentilmente compraban el sebo a los productores locales chilenos, y lo enviaban al Perú en expediciones. Ni qué decir, a los productores se les compraba el sebo a un precio moderado y en bajas cantidades, y luego en Perú este mismo sebo se vendía a precio de oro... y la diferencia entre ambos precios iba a parar al bolsillo de Meneses y los suyos, claro está.

Los resultados fueron cataclísmicos. Júzguese que durante el improvisado estanco de Meneses, el precio del sebo subió de seis a siete pesos el quintal, a veintiocho y treinta la misma cantidad. El sebo tenía muchas aplicaciones en la época, y una de las principales era la elaboración de velas. Hablamos de un tiempo en que no existía iluminación eléctrica, de manera que podrá imaginarse lo que significaba estrangular la provisión de sebo para la vida civil y religiosa de la época. Los productores chilenos, por su parte, empezaron a arruinarse por no tener hacia dónde darle salida a su sebo, y recibir por sus escasas ventas una cantidad demasiado escasa de dinero. Los peruanos enviaron cartas e informes a España quejándose de la situación, mientras que Meneses respondía en sus memoriales que las regulaciones sobre el comercio del sebo era para proteger a los pobrecitos (y expoliados) agropecuarios chilenos, permitiéndoles mejorar sus ganancias obteniendo mejores precios por su sebo.

Por supuesto que Meneses no se detuvo ahí. A los capitanes de puerto comenzó a cobrarles permisos para zarpar, además de obligarlos a transportar su propia carga particular. Que el trigo para el ejército fuera objeto de peculado era costumbre durante la Colonia, pero Meneses fue innovador y emprendedor, y comenzó a intervenir en el negocio de las carnicerías de Santiago. Y para cubrirse las espaldas, vendió cargos en el cabildo de Santiago a los parientes de su esposa chilena, doña Catalina Bravo de Saravia, no por una suma determinada sino pagada en cómodas cuotas. Pero aunque Barrabás se había echado al cabildo de Santiago en el bolsillo, no pudo hacer lo mismo con el Obispo de la ciudad. A la larga, fue este enemigo el que consiguió su caída...

2 comentarios:

  1. Bueno. Cabría preguntarse en qué condiciones se daba el comercio portuario de Chile con Perú, el cual, por el asunto del monopolio impuesto por la corona, debía forzosamente pasar por el Callao, luego a Cartagena de Indias y finalmente recalar en España. Para que finalmente los pequeños vendedores optaran por salir del trueno y caer en el relámpago. Y que no se me mal entienda, que no estoy comportándome como un chovinista en medio de la discusión de La Haya.

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  2. Pero no debemos olvidar que en la época también existía comercio con las localidades del interior, cruzando la cordillera de los Andes, Tucumán en esa época era chilena porque las ciudades de la región estaban más cerca de Santiago que de Buenos Aires, en términos de ruta. Además, estaba el siempre agradecido contrabando, la plaga epidémica de la economía colonial hispánica...

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