Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
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domingo, 8 de julio de 2012
Napoleón contra el Danubio.
Hasta los más grandes tienen caídas, y Napoleón Bonaparte no fue una excepción. Estratega excepcional, Napoleón Bonaparte se las arregló para pasearse en persona por campos de batalla desde Francia hasta Rusia durante una década completa. Y sin embargo, hubo momentos en su carrera en donde estuvo en juego no sólo la batalla, sino incluso su libertad y su vida. La Batalla de Aspern-Essling parece haber sido una de éstas. Estamos en el año 1809. Austria (que no había formado la Cuarta Coalición de 1806-1807 contra Francia, aunque sí la Tercera sufriendo la bochornosa derrota de Austerlitz en 1805) unió fuerzas con Inglaterra contra Napoleón en la llamada Quinta Coalición. La venganza de Napoleón fue implacable, y le llevó a una guerre éclair que terminó por poner Viena en sus manos. Sólo que las tropas austríacas del Archiduque Carlos de Austria-Teschen habían cruzado el Danubio en dirección a Bohemia en el norte, y habían destruído los puentes de la ciudad, por lo que Napoleón no podía perseguirle. Y si el Archiduque Carlos conseguía cruzar el Danubio hacia el sur y reunirse con las fuerzas del Archiduque Juan de Austria en Italia, Napoleón iba a estar en una posición muy comprometida. El tiempo apremiaba, y Napoleón debía encontrar cómo cruzar el Danubio de una manera u otra, para acabar con ambos Archiduques por separado en vez de enfrentar a un solo ejército unido.
En realidad la empresa era desesperada. No habiendo puente, Napoleón debería por supuesto construir el suyo propio. Lo que no sería fácil, porque estando río arriba, los austríacos podían enviar troncos y objetos incendiarios río abajo, que destruyeran cualquier obra fluvial que construyeran los ingenieros de Napoleón. Además era primavera en el Hemisferio Norte, y en dicha temporada, el Danubio tiene la desagradable costumbre de soltar aluviones repentinos. El ingeniero jefe del ejército se inclinó por la isla de Lobau, ubicada en el río Danubio entre las localidades de Aspern y Essling, a cuyo alrededor hay algunos bancos de arena que facilitarían el trabajo, y empezó las labores de construcción del doble puente... sin empalizadas protectoras ni flotillas de barcas tripuladas para evitar objetos que enviaran los austríacos desde río arriba, debido a las prisas de Napoleón por su objetivo. Los austríacos por supuesto que hicieron festival pirotécnico de troncos incendiarios río abajo, lo que retrasó su tanto a los sacrificados ingenieros franceses. Los puentes estuvieron listos con rapidez, pero eran endebles, y además el Danubio se las había arreglado para subir de nivel un metro entero en una sola noche. Pero Napoleón, que algo tenía de apostador, no había invertido tantos esfuerzos para arredrarse en la hora final, de manera que siguió adelante con su plan.
Napoleón hizo cruzar a las tropas con celeridad, para que estuvieran rápido en condiciones de iniciar la persecusión. Sólo que pronto llegaron los primeros informes de la caballería al otro lado del río: las tropas austríacas en realidad estaban mucho más cerca de lo que Napoleón suponía. El ejército francés a medio cruzar estaba dividido a ambas orillas: si el pontón se rompía, la vanguardia quería atrapada y sería fácilmente masacrada por los austríaco. Napoleón consideró muy seriamente una retirada para enfrentar a Carlos en mejores condiciones... pero Carlos, bien apercibido de los problemas de Napoleón, los aprovechó y atacó primero. Era el día 21 de mayo de 1809, y la refriega subsiguiente resultó tan desesperada, que sólo fue a terminar el día siguiente.
En realidad, Carlos tenía las cartas ganadoras. Su ejército comprendía más o menos 100.000 hombres, unas cuatro veces las tropas francesas. Además, el ejército de Napoleón estaba todavía tratando de cruzar el puente, el cual en el transcurso de la batalla, para hacer peores las cosas, se rompió. Por alguna razón, empero, el Archiduque no se empleó a fondo, y su exceso de prudencia salvó a Napoleón, que viviría libre para seguir su carrera militar durante otros seis años. Malogrado y todo, Napoleón consiguió retirarse y reagruparse. El Archiduque ya no volvería a tener otra oportunidad dorada como la momentánea incompetencia de Napoleón le había proporcionado: al mes siguiente sería derrotado en toda regla en la Batalla de Wragam, y de hecho, una vez terminada la campaña el austríaco no volvería a la vida militar.
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