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jueves, 14 de junio de 2012

Helena no era tan zorra.


Entre los personajes de la mitología griega, Helena de Troya tenía una reputación bastante poco amable. Después de todo, citando a Homero, por causa de ella se precipitaron "al Hades muchas almas valerosas de héroes, (...) presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus", porque cuando Helena fue raptada por Paris el troyano, los griegos recolectaron un enorme ejército, le pusieron sitio a Troya, y acabaron por arrasarla (según Homero y la Mitología Griega). Acción que fue una locura porque según comenta Heródoto no sin su cuota de mala leche, "es poco conforme a la cultura y civilización el tomar con tanto empeño la venganza por ellas (...) porque bien claro está que si ellas no lo quisiesen de veras nunca hubiesen sido robadas" (Heródoto, Libro I, 4). Dicho en corto, los griegos creían que tanta sangre derramada no la valía porque Helena en definitiva era una zorra. O sea, Menelao el burlado salía ganando con deshacerse de ella. Y sin embargo...

Entre el movimiento filosófico, educativo y lingüístico de los sofistas (porque todo eso eran, antes de desprestigiarse por algunas manzanas podridas y el enojo de otros filósofos rivales) floreció un tal Gorgias, en el siglo V antes de Cristo, que entre otros documentos escribió un "Elogio de Helena", opúsculo en que defiende a Helena y su reputación con un discurso que ni Perry Mason en los tribunales, óigale usted. Razona Gorgias que una posible motivación para el secuestro es la Fortuna o el mandato de los dioses. Y como es imposible para los mortales resistirse a la Fortuna o los dioses, entonces si éste fuere el caso, Helena es inocente.

Por otra parte, si la causa fue un rapto o violencia ilegal, entonces es el raptor o violento quien debe ser culpado por su acto. Culpar a la raptada o violentada es tan inicuo como culpar a la víctima y absolver al victimario (ya oigo decir a algún zafado: "es que ella andaba provocando..."). Por otra parte, si el asunto no fue de violencia sino de seducción, entonces también Helena debería ser inocente, por el poder que tiene la palabra para suscitar emociones y mover las voluntades de las personas. En el peor de los casos, Helena podría ser criticada por su error, pero no condenada por su debilidad, que es la de cualquier persona frente a un seductor excepcional. Gorgias, por su parte, opina que si fue seducida por palabras bellas, entonces sólo hay mala suerte.

Y llegamos al argumento más delicado: ¿y si Helena estaba enamorada, no resulta aún así culpable? Gorgias argumenta que no, porque los seres humanos somos esclavos de nuestras percepciones (señala él) y actuamos en conformidad a esas percepciones. Conforme a esto escribe: "marchó a Troya, como marchó, a causa de las insidias que padeció en su alma, no por voluntaria decisión de su espíritu; a causa de la inexorabilidad del amor, no por intrigas de su arte". Con todo lo antedicho, Gorgias concluye que "he borrado con mi razonamiento la infamia de una mujer; (...) he intentado destruir la injusticia de un reproche y la ignorancia de una opinión". Juzguen ustedes, estimados lectores, si lo consiguió.

5 comentarios:

  1. Gorgias es muy conocido por su escepticismo radical, lo que no es poco decir, en un movimiento filosófico que abrazó esa tendencia con peculiar fuerza, impulsados por su erudicción, que les permitió conocer una multiplicidad de corrientes de pensamiento, absolutamente legítimas a la hora de inclinarse por alguna. Famoso es este razonamiento de Gorgias: nada es; si fuese no podría ser conocido, y si fuese conocido no podría ser comunicado.

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  2. Precisamente este cuatrimestre he tenido mitología como optativa y había un apartado dedicado en exclusiva a Helena.
    Entre idas y venidas, una de las teorías se resumía en que en la Grecia de la época -no como país, que ya sabemos que hasta el XIX-XX...nanai, sino como entorno sociocultural- la mujer no tenía ni voz ni voto, pasaba de la dependencia absoluta del padre a la dependencia absoluta del marido, ni siquiera el hecho de pertenecer a Esparta la salva porque, se supone, todavía no era la Esparta que conocemos de Gorgo y Leónidas, y como no tenía ni voz ni voto, no se la podía considerar culpable, porque era poco menos que una maceta que quien quisiera podía ponerla en este o aquél terruño.
    Era esta indefensión la que la eximía de culpa, a pesar de la demonización que sufrió en la época y posteriores.
    Ya tenían el precedente de Pandora, y luego tendrían el de Eva, ¿por qué no adornarlo con la pobre Helena?

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  3. A GALO NOMEZ: Gorgias tenía sus más y sus menos en realidad, y con él uno nunca puede estar ciento por ciento seguro de que habla en serio. El famoso argumento ése, siempre me ha parecido que es una especie de parodia con mala leche de Parménides. Aunque como el texto original está perdido, supongo que nunca lo sabremos con exactitud.

    A MANJO EXLIBRIS: El estatus de las mujeres en Grecia me parece cuando menos algo complejo. Es cierto que todo haría suponer que eran ciudadanas de segunda clase, y por cierto que carecían de derechos políticos. Pero por otra parte, tenemos las comedias de Aristófanes con Lisístrata a la cabeza, en donde las mujeres son hábiles para usar su proverbial manopla de hierro cubierta con el guante de terciopelo para manipular a los hombres a extremos increíbles. O tenemos las tragedias griegas en donde las mujeres no son exactamente roles pasivos: Clitemnestra, Electra, Medea... A mí me suena como que los dramaturgos griegos estarían reconociendo entre líneas que las mujeres tenían un peso bastante mayor del que pensamos dentro de la sociedad griega, si bien debían hacerlo a través de algún hombre de paja que se prestara para el cuento. No me extiendo porque el tema es quizás demasiado largo y complejo de razonar, pero no deja de ser interesante.

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  4. Me ha encantado. Muchas gracias por recordarnos la erudición de Gorgias y de paso la del autor de la entrada. Pasearé mas por estos lugares.

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  5. Me alegra que el posteo haya sido de agrado, y cordialmente invitada queda a seguir leyendo el resto del blog.

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