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jueves, 1 de diciembre de 2011

Berlineses esperando la caída de Berlín.


Por mucho que se discuta si el pueblo alemán sabía lo que estaba haciendo la alta cúpula nazi, o cuánta responsabilidad le cabe por haber aguantado las atrocidades del Tercer Reich, lo cierto es que el retrato de las últimas horas y días de la ciudad de Berlín antes de caer en manos de los soviéticos no puede ser más melancólico. Aunque, humana tendencia ésta, salpimentada de un tanto de humor negro para hacer más soportable la horrible espera. El saludo más habitual entre los desconocidos, sin ir más lejos, era "Bleib übrig" (traducido MUY libremente como "ojalá que pueda usted escapar")...

En realidad, el panorama para los berlineses era bastante sombrío, ya que aunque el Ejército Rojo se encontrara batallando a 50 kilómetros de distancia, el cañoneo podía ser escuchado a través de toda esa distancia. Lo que hacía un contraste penoso con la propaganda oficial, fiel hasta el final. Goebbels, el ministro de propaganda, insistía en que el Destino cambiaría, que el Führer sabía exactamente la hora del cambio... La gente ya ni siquiera tenía demasiado miedo de imitar los pomposos y grandilocuentes discursos radiales, siempre en tono de broma, claro está.

En realidad, la defensa de Berlín era un imposible. Hellmuth Reymann, uno de los comandantes encargados de la defensa de la ciudad, estimaba que necesitaría unos 200.000 efectivos para la tarea. No sólo tenía apenas 60.000, sino que además ellos eran ancianos de la Guardia Civil sin entrenamiento militar. De ellos, la tercera parte no tenía armas, y el resto tenía apenas cinco cargadores para las suyas propias. Las carreteras y caminos principales estaban todos abiertos, con poquísimos obstáculos y vallas de defensa. Había rollos de alambres de púas, obstáculos antitanques de acero, y tranvías llenos de piedras. Eso era todo.

El chiste siniestro del momento era el siguiente: "¿Cuánto tiempo tardarán los soviéticos en echar abajo las defensas y abrir una brecha para entrar en la ciudad?". La respuesta era dos horas y un cuarto: dos horas para desternillarse de la risa, y 15 minutos para desbaratar los obstáculos...

4 comentarios:

  1. No es extraño que los alemanes estuvieran obnubilados por la propaganda de Hitler -o de Goebbels, que para el caso hizo su trabajo de manera excelente-, pues hasta bien entrada la guerra vivían una cierta prosperidad material basada en el despojo que los nazis le habían hecho a los judíos adinerados y a los ciudadanos de los países ocupados. Algo similar a lo acaecido en la Francia de Napoleón. Y al respecto un dato curioso: hoy, Merkel y Sarkozy tratan de mantener la estabilidad económica en sus países cobrando deudas que de manera fraudulenta sus banqueros les impusieron a las naciones más débiles. Napoleón y Hitler unidos...

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  2. Eso lo saben bien todos los regímenes autoritarios que aprovechan las riquezas expoliadas a terceros para financiarse. Desde Julio César hasta las dictaduras bananeras "populistas" de Latinoamérica, es un guión muchas veces repetido, y su lección es la que nunca se aprende: que cuando se acaba el dinero, se acaba el amor...

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  3. No sé si lo has comentado en otra entrada, pero también se podía señalar, como síntoma del estado de ánimo de los berlineses, es que en la navidad de 1944, cuando ya sabían que los rusos no se iban a detener hasta tomar Berlín, decían a sus conocidos (y también a los no tanto): "Sea práctico: regale un ataúd".

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  4. Desconocía esa muestra de humor negrísimo, gracias por el aporte.

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