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domingo, 21 de agosto de 2011

Cadáveres en óptimas condiciones.

A comienzos del siglo XIX, las Escuelas de Medicina habían desarrollado una siniestra reputación. Nadie dudaba de que el estudio "en terreno", con cuerpos humanos verdaderos, era y es necesario para la formación de un futuro médico. Pero la ley británica exigía enterrar a todos los cadáveres. Los únicos que "escapaban" a este destino eran los cuerpos de los ejecutados, y aún éstos comenzaban a escasear debido a la aplicación más humanitaria de las leyes que se comenzó a hacer en dicha época. Ironía suprema: la humana actividad de darle salud y años de vida a las personas se vio resentida por la humana compasión de ir eliminando progresivamente la pena de muerte. No es raro que en el siglo XIX, los estudiantes de Medicina cobraran fama de rondadores (y cavadores) de tumbas y perturbadores de la paz de los gusanos del cementerio. Y como cualquier actividad humana en que la demanda es alta y la oferta es baja, surgen aquellos avispados que se encargan de crear un mercado negro al respecto. En este caso, los inteligentes fueron dos William: William Burke y William Hare. No fueron los únicos, pero sí fueron los más prominentes, con toda probabilidad.

El descubrimiento fue accidental. Resulta que William Hare se había casado con una viuda que poseía una pensión, y por lo tanto como marido decimonónico que era, se encargaba de regentarla. En esos negocios estaba cuando un pensionista cualquiera se le murió, y recibió entonces una oferta de siete libras por el cuerpo. Entonces, en un rapto de inspiración capitalista y libremercadista, decidió meterse en el novísimo filón del tráfico de cadáveres a la Escuela de Medicina. Pero para ello, lógicamente, debía obtenerlos, y como la gente no suele querer morirse con facilidad, y menos para donar su cuerpo a la ciencia, decidió transformarlos en donantes involuntarios por el expediente de matarlos.

La Escuela de Medicina exigía por supuesto que los cadáveres debían estar en óptimas condiciones, y esto significaba sin heridas ni lesiones de ningún tipo, claro está. Entonces la banda compuesta por William Hare, su esposa, William Burke, y la amante de este último, perfeccionaron un modus operandi destinado a tales efectos. Primero, las mujeres se encargaban de atraer machos recios con sus armas de mujer, y los emborrachaban. A continuación, cuando ya estaban dormidos, entraban los hombres en el asunto: entre los dos inmovilizaban a la víctima, y luego uno se le subía al pecho oprimiéndoselo con la rodilla, luego de lo cual el otro le tapaba la nariz y boca para que no volviera a respirar.

El asunto se destapó cuando accidentalmente una persona descubrió uno de los cuerpos. Interrogados Burke y Hare, ambos cayeron en contradicciones, y fueron llevados a proceso junto con las mujeres involucradas. Las pruebas no eran concluyentes, de manera que el fiscal le ofreció inmunidad a Hare a cambio de traicionar a Burke: de esta manera el primero escapó sin problemas a la justicia (si bien tuvo que exiliarse debido al peligro de linchamiento), mientras que Burke acabó colgado, ejecutado... y diseccionado en una Escuela de Medicina, siguiendo la ley de que estos cuerpos sí que podían ser llevados para los estudiantes, y conservándose su cuerpo para la posteridad y las lecciones de los futuros estudiantes de dicha ciencia, en una irónica volte face del destino. En 1832 se aprobó en Inglaterra una ley que permitió a quien tuviera la posesión legal de un cuerpo humano muerto, entregarlo para su disección, así como prohibiendo el comercio de cadáveres (lucrativo: de las siete libras iniciales, Burke y Hare habían ascendido hasta catorce, el doble, en su última venta) y estableciendo vigilantes en los cementerios. El caso inspiró también varias pelis, incluyendo una con Boris Karloff ("El profanador de tumbas", de 1945). Además, hubo una repercusión en el idioma: el método de matar a una persona por sofocación, presionando la rodilla contra su pecho, en inglés pasó a ser conocida precisamente como "burking".

4 comentarios:

  1. Bueno. El tráfico de cadáveres para estudios de medicina ha sido una constante antes y después del caso detallado aquí. Sin ir más lejos, a comienzos de este siglo se supo de la venta de esqueletos desde el Cementerio General a alumnos de varias universidades de Santiago. Pero nada se asemeja a lo ocurrido en Colombia en la década de 1990, cuando estudiantes de una facultad de medicina convencieron a varios mendigos de entrar al plantel para recibir una suculenta comida -que en algunos casos, la entregaban- para, al primer descuido, matarlos y usarlos para sus trabajos.

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  2. Curiosa entrada. Y cierto es que a veces la vida te paga con la misma moneda como le paso a Burke.

    Y le felicito por su seguidor, el sr. Nomez; el da esplendor con sus comentarios a todas sus entradas. Saludos a los dos!

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  3. Y aprovecho de agradecer al Retronauta, por haberse anotado como nuevo seguidor de mis blog.

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  4. A GALO GOMEZ: Desconocía el caso de esa venta de esqueletos, tenebroso en el mejor de los casos. Y la de Colombia está de escalofrío.

    A LORENZO EL RETRONAUTA: Justicia poética, quien por ejecución manda a disecar... por ejecución es disecado. Claro que Hare se la sacó más o menos limpia. Saludos igualmente.

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