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jueves, 28 de octubre de 2010

Lucrecio y el ciclo del agua.

El poeta romano Tito Lucrecio Caro (hacia 99-55 a.C.) escribió uno de los poemas más singulares de todos los tiempos, que es "De Rerum Natura" ("De la naturaleza de las cosas"). El poema generalmente es citado por los científicos debido a defender abiertamente la existencia de los átomos (no es que Lucrecio fuera un científico, sino que tomó las ideas filosóficas de Demócrito al respecto), y por los ateos y agnósticos por criticar la existencia de los dioses y el miedo a la muerte. En el fondo, el poema de Lucrecio iba en la vena de hacer una vasta descripción en verso acerca de la naturaleza (bueno, del conocimiento que de la naturaleza se tenía en esa época), desde un ángulo crítico y sin aceptar las supersticiones ni la religión. Fórmula ideal para adormecer al lector de hoy en día (la ciencia de Lucrecio está vastamente superada), pero que aún así contiene algunas interesantes perlas para el lector moderno.

Una de las cosas que Lucrecio trata, es el ciclo del agua. En la actualidad cuando le enseñamos ciencias naturales a nuestros párvulos, hacemos preguntas similares a las que Lucrecio en un lenguaje más alambicado: "Admíranse de que la mar no aumenta / su volumen jamás con tantas aguas / como corren en ellas y los ríos / como por todas partes desembocan". Intuitivamente describe la evaporación: "Roba el calor del sol una gran parte / pues vemos secan sus ardientes rayos / en un instante la mojada ropa". Y añade: "aunque el sol tome una porción muy corta / de cada sitio de por sí, no obstante / debe robar en extensión tan grande / cúmulo inmenso de marinas aguas". Y por si alguien pensara que esto no es exactamente describir el ciclo del agua, que lea esto: "Además, te enseñé que los nublados / atraen a sí las aguas de los mares / y por la haz de la tierra las esparcen / cuando llueve sobre ella, y cuando llevan / los vientos por la atmósfera las nubes". ¡Y esto fue escrito en el siglo primero ANTES de Cristo!

Con todo, no se libra Lucrecio de incurrir en algunos comprensibles errores. Por ejemplo, atribuye a las rachas de viento y temporales mayor poder del que tienen, para llevar agua desde el mar a la tierra. Y el que resulta de bulto es describir a la tierra como un cuerpo poroso por el cual las aguas fluyen desde el mar hacia el nacimiento. En realidad el flujo de aguas subterráneas existe, pero funciona exactamente al revés, yendo del nacimiento a los ríos a los mares por cauces subterráneos, no al revés, por obra de la ley de gravedad. Pero debemos perdonárselo, porque después de todo la idea de la gravedad no era conocida aún en los tiempos de Lucrecio, así como la entendemos desde Newton en adelante. De esta manera, en Lucrecio se reunieron un raro talento literario con una asombrosa concepción racionalista de la naturaleza.

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