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jueves, 3 de junio de 2010

Yugos hay en todas partes.

Otro posteo sobre Etimología o historia de las palabras. Que como hemos podido ver a propósito de los obispos, de las estrellas, de los esposos, de las azafatas, del capital, de lo gótico, de las lesbianas o de los bancos, a veces por estas o aquellas circunstancias, encuentran nueva vida en acepciones a veces muy alejadas de sus orígenes. Uno de estos casos es la palabra indoeuropea "yuj", que después evolucionó en la expresión latina "jugum". El descendiente más obvio es, por supuesto, la palabra "yugo", tanto que nos sirve para ponerlo en el posteo. La raíz "yuj", de hecho, tiene un significado muy similar al moderno yugo: significar "ligar", "agarrar", enganchar", "poner bajo un yugo". En este caso podemos pensar, por ejemplo, en poner a un buey bajo un yugo, lo que significa agarrarlo al mismo, claro está. Incluso el verbo para esto es "enyugar". En inglés, esto es también bastante obvio (la palabra inglesa es "yoke"). Y sin embargo, esta palabra se esparció alrededor en formas bastante más impredecibles...

Otro derivado de la raíz indoeuropea "yuj" es nuestra actual palabra "juventud". El eslabón perdido aquí es la palabra latina "iuventus". En castellano y los idiomas de raíz latina, la relación no es demasiado evidente, pero en otra rama de los idiomas indoeuropeos, la rama germánica, esto sí que es bastante obvio. En inglés, juventud es "youth", y en alemán es "jugend". La primera desciende del antiguo sajón "juguth" (la raíz "yug" más la terminación "th" típica del idioma anglosajón), y la segunda de su palabra prima "jugund", que suena casi igual. Al respecto, valga una explicación. En la actualidad, se asocia la juventud a la rebeldía y a la libertad de buscarse una vida, sin tener que amarrarse a nada ni a nadie. Nuestra cultura exalta la juventud, hasta el punto que los niños quieren crecer rápido y los adultos estacionarse en la edad, aunque sea a punta de cirugía plástica tras cirugía plástica. Pero hasta el siglo XIX, la situación era distinta. Los menores de edad eran culturalmente "niños" sometidos a la tutela paterna, y lo eran hasta la mayoría de edad, hasta mantenerse por sus propios medios, o hasta casarse, a según. El joven, por lo tanto, aunque ya no era un niño, seguía sujeto, "enyugado" (¿lo captan, lo captan?) a la autoridad paterna, igual que una recua de bueyes al yugo.

Yendo un poco más lejos, hay otro derivado más. Cuando dos esposos pasan a contraer matrimonio (como alguna vez explicamos, antaño los esposos no eran los casados, sino los novios, pero hablamos aquí de esposos en el sentido común del término), pasan a ser... cónyuges. Etimológicamente, "cónyuge" significa compartir un yugo común (el prefijo "con" indica esta comunidad). Incluso, el diccionario de la RAE acepta en una de las acepciones de "enyugar", la de "contraer matrimonio"... Resulta interesante observar que la palabra cónyuge es de aplicación bastante más amplia que otra palabra similar, que es "consorte", y que significa compartir una suerte común. O sea, las personas parecieran asociar el matrimonio más con un yugo que con la buena suerte... La excepción probablemente sean los "príncipes consortes", porque hay que tener suerte para ser príncipe por matrimonio, ¿no?

Y la perla final. Porque hay todavía otro derivado más, pero debemos viajar a la otra rama de las lenguas indoeuropeas para encontrarla, a la India. Esta palabra es... "yoga". En efecto, la palabra "yoga" es del sánscrito, y éste es un idioma indoeuropeo, al igual que el latín. El origen del yoga se hunde en la noche de los tiempos, pero ya desde los tiempos de los himnos del "Rig Veda" (¡segundo milenio antes de Cristo!) que era una práctica consolidada, aunque todavía en evolución. Y la idea cardinal de la práctica del yoga es dejar atrás tanto los pensamientos y los sentimientos para alcanzar la ascesis o la tranquilidad de espíritu (técnicamente, el nirvana). Es decir, el yoguin (el practicante de yoga) debe sujetarse a una disciplina, que le permita someter a su propia mente, en vez de dejarse llevar por las pasiones y pensamientos mundanos. Es decir, el yoguin, para alcanzar el estadio superior de la conciencia, debe (adivinaron) enyugarse a sí mismo...

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