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jueves, 10 de diciembre de 2009

Antropos y andros.

En el mundo moderno existe una clara tendencia feminista, a que después de toda expresión "hombre" venga la expresión "mujer" para que no suene sexista. Así, las feministas consiguieron que en Chile, la Constitución de 1980 cambiara su primer inciso de su primer artículo, que decía "los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos", para que ahora diga "las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos". Esta adición no era necesaria, por supuesto, desde que el Código Civil de Chile establece como regla de interpretación, en su artículo 25, que cada vez en que la ley use la palabra masculina en su sentido general, debe entenderse comprendida también su contraparte femenina, a menos que del contexto se desprenda claramente que se refiere sólo al sexo masculino (y abunda: cuando las palabras de la ley están en género femenino, sólo se refieren a las mujeres).

Este mal es propio de numerosas lenguas romances, y se debe a que la palabra para designar a los seres humanos en general, es la misma que designa a los miembros masculinos de la especie. Así, "hombre" tiene esa ambigüedad en castellano, "homme" en francés, "uomo" en italiano, "man" en inglés, "mann" en alemán... Existe la palabra "persona", como la usa la Constitución chilena, pero es una palabra un tanto fría para referirse a algo tan cálido como es el ser partícipe de la condición humana. Y ya que estamos, claro que siempre se puede usar la palabra "humano" en su reemplazo, como abreviación de "ser humano", pero "humano" sigue siendo un adjetivo, o en el mejor caso un adjetivo sustantivizado, no un sustantivo propiamente tal. Y, admitámoslo, resulta un poco cansino hablar de "ser humano" o de "human being" a cada rato, a según el idioma.

Por eso, resulta cuando menos un poco curioso para nuestra mentalidad, que los griegos no tenían ese problema, o al menos lo tenían más atenuado. Porque ellos sí que disponían de palabras separadas para designar al ser humano en general, y al ser humano de sexo masculino en particular. Las palabras respectivas eran "antropos" (ἄνθρωπος) para el género humano, "andros" (ἀνδρός) para el humano masculino, y "giné" (γυνή) para la humana femenina.

La mala noticia para los machos, es que esta separación ha condenado a la raíz "andros" a un lugar muy secundario en el idioma. Todos saben, o poseen a lo menos una noción intuitiva, de lo que es la "antropología", o qué se llama un "antropoide", o qué clase de cosa es la "misantropía". Pero en cambio, ¿cuántos de ustedes han escuchado hablar de la "Andrología" (ciencia que estudia la salud y las enfermedades de los seres humanos masculinos) o de la poliandria (forma de matrimonio en que una mujer se casa o tiene relaciones sexuales o sentimentales con varios hombres)? Lo dicho: la raíz "antropos" ha tenido éxito en nuestro idioma y en otros, pero la raíz "andros" no lo ha tenido, o al menos no en el mismo grado, ni de lejos. En cuanto a la forma "giné", todos saben lo que es la Ginecología o la misoginia. Quizás la única palabra popular con la raíz "andros" sea "androginia", que combina ambas ("andros" o masculino y "giné" o femenino) para referirse a... bueno, explicaciones sobran.

Y como bonus track, ya que salieron al ruedo las dos palabras que mencionaré, terminemos con este dato de remate. En griego, "misein" es odiar. Entonces, el odio a las mujeres es la "misoginia". Y odio a la especie humana en su conjunto, es la "misantropía". Pero la palabra "misandria", que siguiendo el mismo principio podríamos inventar para definir a quienes odian a los seres humanos de sexo masculino, no existe, o al menos, no es reconocida por la RAE...

3 comentarios:

  1. Después también esta Sandro, que pobre, pelea por su vida.

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  2. Bueno, a todos nos llega más tarde o más temprano. Pero en fin, que el destino acompañe al hombre y la suerte le sonría.

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  3. Pues sí existe "MISANDRIA" y está en el diccionario de la RAE.

    https://dle.rae.es/misandria

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