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domingo, 23 de agosto de 2009

Giuseppe Verdi incursiona en el remake.

¿Quién dice que la industria del cine inventó el remake? En pleno siglo XIX, Giuseppe Verdi le daba al concepto de remake sin tapujos. Pero, eso sí, hizo remakes de sí mismo. Como Dimmu Borgir regrabando por segunda vez su "Stormblast". En fin. Y para no quedarse, Verdi no hizo el chiste una vez, sino dos. Eso, si no contamos con algunas otras obras suyas que no llegó tan lejos como para hacerles remakes, pero que sí afinó un poco por aquí y por allá después del estreno, cambiando algunos pasajes, pero conservando lo grueso, y lo más importante: el nombre.

La primera vez fue con "Los lombardos", como se suele conocer a lo amigo a la obra "I lombardi alla prima crociata" ("Los lombardos a la Primera Cruzada"). Esta había sido la cuarta ópera de Verdi, y había sido estrenada en Italia en 1843, con gran éxito de público, aunque esto tenía salero: resulta que los italianos se lo tomaron como un himno nacionalista, en que los chicos buenos eran los lombardos, y los malvados sarracenos eran un símbolo soterrado de los austríacos que en esa época dominaban todo el norte de la península. Pero cuando llegó a Francia, se encontró con que quizás el motivo nacionalista dejara fríos a los franceses. De manera que cambió cosas por aquí y por allá, afrancesando la obra, y estrenándola en 1847 como "Jérusalem". Pasó como ocurre con los remakes yankis de pelis europeas o asiáticas: la segunda versión resultó inferior a la primera, y los franceses no la recibieron mal, pero tampoco es que le cobraran cariño. Hoy en día, sólo los melómanos de pro conocen a Verdi hasta "Los lombardos", y sólo los más aguerridos llegan a acordarse de este remake verdiano.

Pero Verdi no aprendió. En 1850 estrenó "Stiffelio". La obra fue recibida con frialdad por los italianos. No ayudó demasiado que la trama versara sobre un pastor protestante metido con la esposa de otro, lo que obviamente (era el siglo XIX, recordemos) encendió la ira de los muy católicos italianos. Giuseppe Verdi se había quedado con la espina pasada, y reformateó completamente la obra, aunque conservando el argumento, si bien suavizándolo para que esta vez la censura fuera más benévola. La maniobra dio resultados, y "Aroldo" fue recibida con mayor entusiasmo. Aunque, por alguna razón que se me escapa (tampoco es que conozca yo en forma tan acabada la obra verdiana), con el tiempo ni "Stiffelio" ni "Aroldo" pasaron a formar parte de los Top Ten en materia de representaciones verdianas, ni siquiera en la doctísima Europa...

Ni qué decir que en ese ameboideo concepto que es el "conocimiento general", Giuseppe Verdi no es recordado hoy en día por ninguna de estas óperas, sino por la gran tríada que conforman sus "Rigoletto", "El trovador" y "La traviata".

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