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jueves, 31 de mayo de 2007

Política y las Olimpíadas.

El sueño del Barón Pierre de Coubertin, a cuya iniciativa se dio origen a los Juegos Olímpicos Modernos en el año 1896, era que el deporte reuniera a toda la juventud del mundo. Sin embargo, este bello ideal choca de frente con el hecho de que las Olimpíadas han sido utilizadas varias veces como punta de lanza de maniobras políticas bien poco idealistas.
Así, las Olimpíadas de Berlín 1936 fueron las primeras en las cuales se les dio un uso político total. Adolf Hitler las concibió como un espectáculo mayestático en la cual se exhibirían los triunfos de la raza aria. Desgraciadamente para él, el atleta negro Jesse Owens dejó en ridículo a sus Übermenschen.
En 1940 y 1944, por su parte, no hubo Olimpíadas, debido a la Segunda Guerra Mundial. Más de alguien ha apuntado que en la Antigua Grecia las guerras se suspendían para celebrar las Olimpíadas, mientras que en los más evolucionados tiempos modernos, son las Olimpíadas las que se suspenden para seguir guerreando a gusto.
En 1972, las Olimpíadas de Münich fueron utilizadas como gran pantalla para un acto terrorista inédito hasta la fecha: el secuestro y asesinato de varios atletas judíos, por obra de un comando terrorista palestino.
Y en 1980, las Olimpíadas de Moscú fueron boicoteadas por Estados Unidos, debido a que se celebraban en el bloque comunista. La venganza vino en Los Angeles 1984, ocasión en la cual fueron los rusos y el bloque comunista quienes boicotearon las Olimpíadas.
Y en el mundo posterior a los atentados del 11-S, las Olimpíadas de 2004 fueron con toda certeza aquellas que mostraron el mayor despliegue de dispositivos de seguridad contra el terrorismo en toda su historia. Si Coubertin levantara la cabeza...

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