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jueves, 3 de enero de 2008
Los antepasados de Pangaea.
Cuando a comienzos del siglo XX, el geólogo Paul Wegener propuso la Teoría de la Tectónica de Placas (básicamente, que los continentes se mueven y que alguna vez, Africa y Sudamérica estuvieron pegados), todo el mundo le tomó por loco. Sin embargo, desde entonces se ha acumulado toneladas de evidencia, que le dan a Wegener toda la razón: los continentes se mueven. Y es más, todo parece indicar que durante el Mesozoico, la Era de los Dinosaurios, todos los continentes estuvieron reunidos en una única gran supermasa continental que los científicos han llamado Pangaea o Pangea, del griego "pan" ("todo") y "Gea" ("Tierra"), o sea, "Toda la Tierra". Pero la historia no se detiene ahí. Porque análisis científicos más detallados, han llegado a la conclusión no sólo de que podría surgir en 250 millones de años más otro gran supercontinente (llamado "Pangaea Ultima", o bien "Amasia", según dos hipótesis científicas distintas), sino que Pangaea es sólo el último espectacular representante de un tipo de estructura geográfica planetaria que se ha repetido de manera cíclica a lo largo de la cuatrimilmillonaria Historia de la Tierra.
Algunos científicos apuntan la existencia de un supercontinente llamado Vaalbara, que habría comprendido la Tierra entera hace la friolera de 3.600 a 3.300 millones de años atrás, y cuyos restos estarían en cratones de Sudáfrica y el oeste de Australia. Sin embargo, el primer supercontinente cuya existencia puede considerarse como más o menos cierta, es Ur, el cual existió hace 3.000 millones de años atrás; de todas maneras, no se sabe si Ur era una simple gran masa continental al estilo de Eurasia, o un supercontinente único al estilo de Pangaea. Se suele teorizar que Ur habría ido a parar contra otras masas continentales para formar Rodinia, el primer gran supercontinente estilo Pangaea plenamente confirmado, que habría coleccionado todas las tierras emergidas entre 1.000 y 750 millones de años atrás. La ruptura de Rodinia habría generado cambios climatológicos tan graves, que habrían desembocado en violentas edades de hielo, frente a las cuales aquella que atacó a la Tierra durante el Paleolítico es apenas una suave brisa de Abril.
Estos no son los únicos supercontinentes, pero son los más representativos. La evidencia de su existencia incluye la datación radiactiva de ciertos territorios, además de la evidencia paleomagnética (cómo se alinea el suelo frente al campo magnético terrestre). Los científicos piensan que, lejos de ser anomalías, los supercontinentes forman un ciclo regular de separación y reunión, a partir del cual volverían a separarse cuando el gran tamaño del supercontinente impida al magma ubicado por debajo escapar, generando actividad vulcánica que los fracturaría. Parece ser también que la existencia de supercontinentes no sólo influye decisivamente sobre el clima, sino que además, al poner en contacto las especies biológicas terrestres, tendería a retrasar la evolución, al impedir el aislamiento de las mismas, algo necesario para que las poblaciones se diferencien unas con otras hasta generar especies distintas.
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