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domingo, 21 de octubre de 2007

La historia de Pelorus Jack.


Tenía que ser, alguna vez. Su buen amigo el General Gato no puede olvidarse de que a través de los siglos curiosos ha habido no sólo seres humanos curiosos, sino también animales curiosos. Ya nos referimos a historias como la de Jakob el Ganso, Petra el Cisne, o la Pata Perky (¡caramba, predominio de aves!), y ahora llegó el turno de... un delfín. Esta es la historia de Pelorus Jack, el delfín de Nueva Zelanda.

Pelorus Jack fue visto por primera vez en 1888, desde la goleta Brindle. El lugar fue el llamado Paso Francés, un traicionero estrecho marítimo en el centro del archipiélago de Nueva Zelanda, con corrientes marítimas violentas, rocas y vórtices que se han tragado íntegramente a más de alguna embarcación. Desde aquel día, el amistoso Pelorus Jack tomó la costumbre de nadar cerca de los barcos que circulaban por el Paso Francés, y de guiarlos nadando fielmente a su lado; en todo el período que Pelorus Jack fungió de guía aficionado, que cubrió más o menos un cuarto de siglo, no se reportó ningún naufragio en esa zona tan peligrosa para la navegación. A tanto llegó la fe de los marinos en Pelorus Jack, que cuando llegaban al Paso Francés y el delfín no aparecía, detenían la nave para esperar a su guía cetáceo.

Por las fotografías que se le tomaron a Pelorus Jack, se ha deducido que éste era un calderón gris (Grampus Griseus), un delfínido que puede medir algo más de cuatro metros de largo y unos 680 kilogramos de peso, y que a diferencia del delfín común, carece casi por completo de morro. Es de color gris, aunque los calderones grises suelen desarrollar heridas con el paso del tiempo (por ejemplo, al luchar entre sí, o bien con calamares gigantes), por lo que a veces de lejos parecieran ser blancos. Otra característica de los calderones grises es que no presentan dimorfismo sexual, por lo que no hay manera de saber si nuestro querido Pelorus Jack era macho o hembra. Los calderones grises suelen ser reluctantes a la hora de acercarse a una nave (y considerando lo mamarrachos que ustedes los humanos son con la naturaleza, tienen toda la razón del mundo), lo que hace aún más curiosa la afición de Pelorus Jack por guiar barcos, más aún considerando que la zona en donde aparecía, no es común detectar a los de su especie, pese a estar repartida por buena parte de los océanos de la Tierra.

La relación entre los humanos y Pelorus Jack fue bastante buena. La prensa local se refirió a él, y también apareció como objeto de tarjetas postales. En 1904, algún cretino tuvo la mala idea de disparar contra él, desde un barco. La indignación por el suceso llegó a tanto, que en Nueva Zelanda se pasó una ley especialmente para declarar a Pelorus Jack como criatura protegida. Lejos de resentirse por el intento de delfinicidio, Pelorus Jack siguió alegremente en su faena autoimpuesta de guiar a las naves por los mares. Lo hizo por última vez en 1912, 24 años después de su primera aparición, y las razones de su desaparición son desconocidas. Creció la leyenda negra de que arponeros extranjeros le habrían dado caza, pero otros piensan, observando las últimas fotos en que aparece, en particular por su piel blanquecina (indicador de edad en su especie), que lo más probable es que haya fallecido por causas naturales. Ojalá así haya sido.

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