Hace un tiempo posteamos una breve referencia al cambio del Calendario Juliano al Gregoriano, que se produjo en los países católicos en 1582, y en otros lugares del mundo tiempo después. ¿Por qué sucedió esto?
Veamos. Desde niños se nos viene diciendo que el año dura 365 días. ¿Es exacto esto? No. Y no tiene por qué serlo. El día se origina en la rotación de la Tierra sobre su propio eje, y el año se origina por la traslación de la Tierra alrededor del Sol. Ambos movimientos no tienen conexión alguna (o por lo menos, ninguna apreciable en términos históricos, aunque en tiempos geológicos, la Tierra ha ido frenándose por la atracción de la Luna, pero eso es otra historia).
El año sidéreo dura aproximadamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 11 segundos. Y esto es un problema para el calendario, porque si se mide el año (la traslación alrededor del Sol) por períodos de 365 rotaciones del eje terrestre, entonces resulta que el planeta llegará cada día un poco más tarde, hablando en términos de calendario, a completar su vuelta: esa diferencia de casi seis horas que comentábamos. Si se acumulan casi seis horas un año, csai seis horas al siguiente, y así, resulta que el calendario se habrá desfasado casi un día entero al cabo de cuatro años. Al cabo de un siglo se habría desfasado 25 días, o sea casi un mes.
¿Importa esto? Para las cosechas, desde luego, porque los campesinos comenzarán a sembrar a destiempo, con todos los inconvenientes que eso acarrea. Por lo que los creadores de calendarios han recurrido a variados sistemas para evitar esto. Julio César, cuando llegó su turno, recurrió al truco del bisiesto. ¿Cada cuatro años se acumula un día entero de diferencia entre el calendario basado en días, y el año "real"? Pues bien, se agrega un día cada cuatro años, y fin de la historia.
Pero ese no fue el final. Resulta que un día agregado cada cuatro años presupone un año de 365 días y seis horas en promedio (expresado como fracción: 365,2500). Ahora no quedamos cortos en 5 horas y 48 minutos, sino que quedamos "largos" en once minutos y fracción. Una diferencia desdeñable, en principio, de no ser porque sumando esos once minutos por año, se obtiene una diferencia de un día entero cada 128 años. Hacia el siglo XVI, es decir, milenio y medio después de Julio César, se había acumulado una diferencia de nada menos que 10 días.
La Iglesia Católica era la que más chirriaba, porque muchas de sus fiestas móviles recurren al cálculo de los ciclos lunares. Por tanto, el Papa Gregorio XIII ordenó en 1582 que el calendario sufriera la siguiente modificación: los bisiestos seguirían como hasta ese minuto, pero cada año secular (o sea, los años 1600, 1700, 1800, 1900, etcétera) que no fuera exactamente divisible por 400, no sería bisiesto. O sea, el 2000 fue bisiesto, pero ni 2100, ni 2200, ni 2300 lo serán (supuesto de que exista Humanidad para ese entonces, claro está), así como no lo fueron 1900, 1800, 1700, etcétera. El "año calendario promedio" en este caso baja de 365,2500 a 365,2425, lo que es una aproximación bastante más certera, y originará un error de un día en aproximadamente 20.000 años.
En cuanto a los famosos diez días de diferencia, Gregorio XIII ordenó simplemente que desaparecieran. Así, en todos los países católicos, el 4 de octubre de 1582 dio paso, a la medianoche, al... 15 de octubre del mismo mes. ¿Y los diez días intermedios? Simplemente desaparecieron.
Si todo esto es demasiado abstracto para un estudioso de Historia, terminemos con un dato de trivia: la noche del 4 de octubre de 1582 falleció en Avila la monja y literata española Teresa de Jesús. La enterraron al día siguiente, que era 15. O sea, Teresa de Jesús es el único personaje histórico que es enterrado al día siguiente de fallecer, siendo ese "día siguiente" en términos de calendario uno numerado 10 días después...
Veamos. Desde niños se nos viene diciendo que el año dura 365 días. ¿Es exacto esto? No. Y no tiene por qué serlo. El día se origina en la rotación de la Tierra sobre su propio eje, y el año se origina por la traslación de la Tierra alrededor del Sol. Ambos movimientos no tienen conexión alguna (o por lo menos, ninguna apreciable en términos históricos, aunque en tiempos geológicos, la Tierra ha ido frenándose por la atracción de la Luna, pero eso es otra historia).
El año sidéreo dura aproximadamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 11 segundos. Y esto es un problema para el calendario, porque si se mide el año (la traslación alrededor del Sol) por períodos de 365 rotaciones del eje terrestre, entonces resulta que el planeta llegará cada día un poco más tarde, hablando en términos de calendario, a completar su vuelta: esa diferencia de casi seis horas que comentábamos. Si se acumulan casi seis horas un año, csai seis horas al siguiente, y así, resulta que el calendario se habrá desfasado casi un día entero al cabo de cuatro años. Al cabo de un siglo se habría desfasado 25 días, o sea casi un mes.
¿Importa esto? Para las cosechas, desde luego, porque los campesinos comenzarán a sembrar a destiempo, con todos los inconvenientes que eso acarrea. Por lo que los creadores de calendarios han recurrido a variados sistemas para evitar esto. Julio César, cuando llegó su turno, recurrió al truco del bisiesto. ¿Cada cuatro años se acumula un día entero de diferencia entre el calendario basado en días, y el año "real"? Pues bien, se agrega un día cada cuatro años, y fin de la historia.
Pero ese no fue el final. Resulta que un día agregado cada cuatro años presupone un año de 365 días y seis horas en promedio (expresado como fracción: 365,2500). Ahora no quedamos cortos en 5 horas y 48 minutos, sino que quedamos "largos" en once minutos y fracción. Una diferencia desdeñable, en principio, de no ser porque sumando esos once minutos por año, se obtiene una diferencia de un día entero cada 128 años. Hacia el siglo XVI, es decir, milenio y medio después de Julio César, se había acumulado una diferencia de nada menos que 10 días.
La Iglesia Católica era la que más chirriaba, porque muchas de sus fiestas móviles recurren al cálculo de los ciclos lunares. Por tanto, el Papa Gregorio XIII ordenó en 1582 que el calendario sufriera la siguiente modificación: los bisiestos seguirían como hasta ese minuto, pero cada año secular (o sea, los años 1600, 1700, 1800, 1900, etcétera) que no fuera exactamente divisible por 400, no sería bisiesto. O sea, el 2000 fue bisiesto, pero ni 2100, ni 2200, ni 2300 lo serán (supuesto de que exista Humanidad para ese entonces, claro está), así como no lo fueron 1900, 1800, 1700, etcétera. El "año calendario promedio" en este caso baja de 365,2500 a 365,2425, lo que es una aproximación bastante más certera, y originará un error de un día en aproximadamente 20.000 años.
En cuanto a los famosos diez días de diferencia, Gregorio XIII ordenó simplemente que desaparecieran. Así, en todos los países católicos, el 4 de octubre de 1582 dio paso, a la medianoche, al... 15 de octubre del mismo mes. ¿Y los diez días intermedios? Simplemente desaparecieron.
Si todo esto es demasiado abstracto para un estudioso de Historia, terminemos con un dato de trivia: la noche del 4 de octubre de 1582 falleció en Avila la monja y literata española Teresa de Jesús. La enterraron al día siguiente, que era 15. O sea, Teresa de Jesús es el único personaje histórico que es enterrado al día siguiente de fallecer, siendo ese "día siguiente" en términos de calendario uno numerado 10 días después...
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