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jueves, 23 de marzo de 2006

La destrucción de Nínive.

Los asirios fueron uno de los pueblos más crueles de la Historia. No se conformaban con arrasar las ciudades que conquistaban y esclavizar a sus habitantes, sino que además los mutilaban y deformaban salvajemente, amputándoles orejas, narices o labios, además de realizar la práctica de las deportaciones en masa. De este modo, cuando hacia finales del siglo VII a.C. hubo una rebelión masiva contra ellos, los asirios no recibieron piedad.

Una coalición de medos y babilonios pusieron sitio a Nínive, la capital del Imperio Asirio, en el año 612 a.C. Cuando la tomaron, la arrasaron a su vez de una manera tan absoluta, que ni su recuerdo (y ya no digamos una piedra sobre otra) quedó en la memoria colectiva. Algo más de un par de siglos después pasó por sus proximidades el guerrero e historiador griego Jenofonte, quien en su libro la "Anábasis", en donde refiere la historia de su periplo, no hace la más mínima mención no sólo de la ciudad, sino tampoco de sus eventuales ruinas, o de leyendas sobre ella que pudieran haber perdurado en la memoria colectiva.

Irónicamente, el terrible destino de la orgullosa Nínive no fue compartido por Harran, la última ciudad asiria en ser conquistada (esto en el año 610 a.C.). Los "duros de matar" de Harran consiguieron salvar la ciudad defendiéndola con todas sus fuerzas, hasta el punto que esta ciudad sobrevivió más o menos indemne hasta bien avanzada la época de la invasión musulmana a dicha región, lo que ocurrió nada menos que doce a trece siglos después... Harran se "grequizó" después de la invasión de Alejandro Magno contra Asia (334-323 a.C.), y su cultura griega fue una de las fuentes que usaron los musulmanes para estudiar la filosofía griega antigua.

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