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jueves, 2 de febrero de 2006

Triple juego.

Que un político o un general defeccione y se pase al bando contrario, es algo que se ha visto muchas veces en la historia. Pero que alguien traicione a tres bandos distintos en una misma guerra y vuelva a su propia nación como héroe, ésa es una hazaña singular.

En la antigua Grecia, uno de los políticos más influyentes posteriores a Pericles fue Alcibíades. Este se las arregló para que en el año 413 a.C., se dirigiera una empresa militar para atacar Siracusa, ciudad de Sicilia que era aliada de Esparta, enemiga de Atenas. La idea de atravesar medio Mar Mediterráneo con los precarios medios tecnológicos de la época era a todas luces una locura, aunque Atenas fuera el más poderoso imperio marítimo de su tiempo, y por eso las cosas salieron como salieron, es decir, mal.

Como los atenienses querían la cabeza de Alcibíades para hacerle pagar (como si ellos no hubieran sido tan insensatos de aprobar en asamblea el proyecto), éste decidió salvar el cuello cambiando de bando, pasándose a los espartanos.

Alcibíades era un hombre vividor y amante de los placeres, pero como los espartanos eran frugales y sencillos, Alcibíades tuvo que cambiar. Su mimetización fue tan prodigiosa, que le reccibieron con los brazos abiertos, y aún más cuando el traidor reveló todos los puntos débiles de Atenas que conocía.

Empero, Alcibíades terminó por meterse con la mujer que no debía (la esposa de uno de los dos reyes que regían Esparta), así es que tuvo que salir arrancando. ¿A dónde? Al Imperio Persa, enemigo tradicional de los griegos, que contemplaba complacido como atenienses y espartanos se aniquilaban en su cruenta guerra (y le daba algún financiamiento a Esparta, de paso). Alcibíades se vendió a los persas como un buen conocedor de las debilidades griegas, y pronto manejó a su amaño la política financiera persa para, ejem, "aceitar" a los agentes griegos que trabajaban para el Rey de Reyes persa.

Pero la nostalgia le invadió, así es que una vez más traicionó, ahora a los persas, y regresó a Atenas. Los convenció de que había estado trabajando de incógnito para sabotear la relación entre espartanos y persas, y le recibieron como un héroe. Y para colmo ¡los atenienses le dieron otra vez mando militar! Fue la ocasión en que Alcibíades confirmó lo que ya se sabía: era un pésimo militar, y su jefatura sólo significó derrotas a los atenienses.

No teniendo donde huir, Alcibíades se escondió en el exilio, pero ya se había suscitado demasiados enemigos, y pronto una banda de sicarios le cercó y dio buena cuenta de él a puñaladas. El más grande, único y mejor triple jugador de la Historia tenía 46 años...


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