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jueves, 30 de agosto de 2012

Marukaite Chikyuu boku Hetalia...


Usualmente no comentamos filmes, series de televisión o cosas similares en Siglos Curiosos (para las pelis, su seguro servidor el General Gato os viene invitando desde siempre a Cine 9009, por supuesto), salvo que en ellos se refiera algún aspecto histórico digno de comentar, en plan comparemos la realidad con la ficción. Así es como repasamos la verdad histórica tras "Gladiador", el episodio piloto de "The Lone Gunmen" que predijo el 9-11, o la secuencia de presidentes en "24", entre otras cosas. Pero no podemos dejar de comentar "Hetalia: Axis Powers" (o Axis Powers Hetalia, en otra versión, que ya se sabe que los japoneses no siguen el mismo orden de palabras que los buenos y decentes castellanohablantes) debido a que es la Historia misma la que conforma el material con que se compone la misma. Nacido como manga en 2006 (¡el mismo año que Siglos Curiosos!), dio el salto al anime en episodios brevísimos de cuatro a cinco minutos de duración cada uno, e incluso en 2010 se estrenó una peli de unos 70 minutitos sobre los personajes.

La premisa de "Hetalia: Axis Powers" es muy sencilla. Cada país del mundo aparece personificado, o si se quiere decir de una manera alternativa, cada personaje es la antropomorfización de un determinado país. Así, aparece un personaje que es Alemania, otro que es Francia, otro que es Estados Unidos, etcétera. Como en el capítulo de "Los Simpsons" en donde los chicos interpretaban a los países de la ONU, o algo así. Claro, no todos los países aparecen (es que son cerca de dos centenares, ¿eh?), pero aparecen algunos que podrían ser o no ser. Especialmente hilarante resulta el capítulo dedicado al personaje de Sealand, que en el mismo no es atendido ni escuchado por nadie, en directa alusión a que Sealand es un micropaís sin reconocimiento internacional alguno. Figuran como personajes el Imperio Romano y el Sacro Imperio Romano Germánico, entre otras potencias históricas, lo que introduce el factor de que los personajes-países también mueren.

El protagonista de la serie es Italia, por quien la serie se llama como se llama ("Hetalia" puede leerse como Italia, pero también como derivación de "hetare", que en japonés vendría a ser "patético" o "inútil"). Italia es básicamente un incapaz y llorón bueno para nada, cuya gran estrategia militar para combatir es confeccionar una bandera blanca y agitarla vivamente para rendirse batalla sí y batalla también... (que los de la colonia italiana no me miren mal, la serie venía así). Incluso la letra de la canción dice algo así como que el mundo es redondo, y yo soy Italia ("Marukaite Chikyuu boku Hetalia"...). Al principio de la serie, Italia es encontrado por Alemania, y ahí forman el Eje, sumándose después Japón (de ahí el "Axis" del título). Lógicamente, este trío debe enfrentar a la alianza conformada por Estados Unidos (un exhibicionista con complejo de héroe), Inglaterra (eternamente resentido por los desplantes de Estados Unidos), Francia (descrito en plan medio rarito y pervertidillo), Rusia ("todos serán uno con Rusia"...) y China (la más sabia por su antigüedad, que también tiene una paciencia infinita con sus socios). ¡Ah! Y Canadá también, pero como es un fantasma, nadie lo ve. Es decir, el escenario de la Segunda Guerra Mundial. Todo esto es complementado con breves flashbacks en donde vemos a Chibitalia (Italia cuando niño) y su creciente tensión romántica con el Sacro Imperio Romano Germánico (sí, ambos son hombres, qué pasa con eso...).

Andando la serie, el protagonismo de Italia se va haciendo cada vez menor, y cada vez más capítulos son dedicados a personajes colaterales, siempre escenificando situaciones y relaciones internacionales que han sido de ocurrencia histórica. De esta manera vemos la relación entre Suiza y su hermano menor Liechtenstein, o la independencia de Estados Unidos de Inglaterra, o de cómo China educó a Japón en su infancia. Todo esto, acompañado de un humor tremendamente surrealista, en donde las referencias históricas pueden a veces llegar a ser bastante esotéricas (pero siempre están ahí, de una manera u otra). El único posible problemilla que el espectador occidental promedio podría ponerle a la serie, es que la abrumadora mayoría de los personajes son de sexo masculino, y si muchas relaciones internacionales son descritas en pantalla en términos de amores no correspondidos y tensiones sexuales no resueltas, entonces, pues bien... ya me entienden. Hablamos de animación japonesa, después de todo, y ya sabemos cómo se las gastan allá. Sin escenas explícitas, eso sí, valga la aclaración por si alguien le ha cogido sustillo a la serie (o por si alguien estaba entusiasmándose por toparse con vaya clase de hentai, y al final termina decepcionado porque no). Así es que, cantad conmigo... Marukaite Chikyuu - Marukaite Chikyuu...

domingo, 26 de agosto de 2012

Ippolito Desideri trata de cristianizar al Lama.


El sacerdote jesuita Ippolito Desideri fue otro de esos infatigables misioneros que trataron de propagar el Cristianismo por tierras de paganos. En el caso de Desideri, un poco por obligación. En realidad ya había conseguido arribar muchos años atrás una misión católica al "techo del mundo", pero la falta de contacto hacían conveniente enviar a alguien para reabrirla. Juzguen ustedes cuán largo y tortuoso era en la época el viaje al Tíbet: el pobre Desideri partió de Delhi el 23 de septiembre de 1714, y llegó finalmente a Lhassa el 18... de marzo... de 1716. Sí, desde el corazón de la India hasta la capital del Tíbet, nuestro héroe debió descontarle un año y medio a la de por sí deprimente expectativa de vida de la época. Lo que hizo diferente a la misión de Ippolito Desideri, no sólo de cara a la religión sino también a la cultura, es que se trata del primer europeo del que tenemos noticia, intentó en verdad interiorizarse de los aspectos de la cultura y costumbres de los tibetanos.

Pero el trabajo de Ippolito Desideri no era sólo hacer antropología aficionada, sino también promover la VERDADERA FE por supuesto. Para lo cual se tomó la molestia de aprender tan bien como pudo el tibetano, y escribir un libro en ese idioma, seguramente la primera obra en tibetano redactada por la mano de un europeo. Dejemos hablar a Ippolito Desideri y su encantador espíritu: "La sustancia del libro estaba dedicada a demostrar la falsedad de su doctrina, extendida entre sus creyentes, según la cual todos pueden salvarse sea cual sea su religión; yo quería demostrarles, en cambio, la absoluta necesidad de reconocer la grande y esencial verdad, según la cual una sola fe conduce al Cielo y a la salvación eterna". Apenas el Lama y sus ministros supieron de esto, se impacientaron: querían tener la obra delante suyo tan pronto como se pudiera, para poder discutir y sopesar esa extraña novedad llamada Cristianismo. Dicho sea de paso, el lama de la época era Lha-bzang Khan, que a pesar de ser hombre de talante razonable no era demasiado querido por sus súbditos debido a que había accedido al trono a través de la invasión militar y la usurpación del Lama anterior.

Volviendo a Ippolito Desideri. Terminó su obra en diciembre de 1716, y solicitó por los canales correspondientes que el lama le recibiera para dedicársela. Este le replicó que lo haría en audiencia pública, y que el mismo Ippolito Desideri fijara la fecha. Orondo, éste pidió el 6 de Enero de 1717, por ser el día de la Epifanía. Después de atender a otros peticionarios, el Lama dedicó su atención a Desideri, quien le ofreció el libro. El propio Lama desató las amarras externas del mismo (los libros tibetanos clásicos vienen con hojas trianguladres sueltas entre dos tablillas de madera también triangulares, así es que deben ser amarrados por razones obvias). Luego comenzó él mismo a leer el volumen, hasta que se cansó y le pidió a otro monje que siguiera la lectura allí donde la había interrumpido. Pero tampoco el monje llegó a terminar, porque el Lama le interrumpió, alabó el libro, y a continuación expuso dos puntos que le perturbaban de la doctrina católica: la clase de ser superior al que adoraban, y la negación de la doctrina de la reencarnación. El Lama y Desideri debatieron durante un buen rato, hasta que el Lama, fascinado, decidió interrumpir la cuestión en definitiva y postergarla hasta terminar de leer el libro.

En marzo, Desideri fue llamado otra vez por el libro: lo habían leído tanto el Lama como los monjes tibetanos, y encontraron sus ideas de sumo interés, de manera que desearon organizar un debate. Para que hubiera igualdad de armas, el Lama postergó el mismo, y le dijo a Desideri que se empapara e investigara tanto como pudiera de la cultura, la religión y la filosofía tibetanas, y ordenó a todas las bibliotecas y a todos los eruditos que se pusieran a disposición de Desideri para su investigación. Desideri cumplió con la investigación todo lo que pudo, pero la cuestión nunca llegó a zanjarse: ese mismo 1717, una rebelión de los tibetanos en alianza con invasores zúngaros tomó Lhasa, y Lha-bzang Khan perdió la vida. Ippolito Desideri salió con vida del trance (de qué otra manera iba a dejar testimonio de sus aventuras, ¿no?), pero el jesuita tuvo que arrostrar la llegada de monjes capuchinos que tenían instrucciones de tomar para sí las labores de prédica. El resultado es que Desideri tuvo que abandonar el Tíbet. Después de tres años llegó con bien a Francia, y allí es donde redactó la relación de su increíble periplo, así como de su frustrado intento de convertir al Dalai Lama al Cristianismo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Donde los molinos van a descansar.


...en el sentido de disfrutar un tranquilo retiro, entiéndase. Todos sabemos que la estampa viva de Holanda son los campos de tulipanes y los molinos, ¿verdad? Bueno, estuvo a punto de no ser así. Aunque acá en el Tercer... er... el Segundo Mundo y medio nos quejemos de falta de conservación y etcétera, en Europa durante una época tampoco lo hicieron mucho mejor (dejar Europa hecha unos zorros a punta de dos guerras mundiales no es la gran ayuda tampoco). Retrocedamos en el tiempo hasta la Edad de Oro de la República Holandesa. Entre 1568 y 1648 los holandeses libraron una guerra a brazo partido por su independencia respecto del Imperio Español (aquello de poner una pica en Flandes, etcétera), y el impulso y energía que sacaron de ello los llevó a convertirse en la gran potencia industrial y científica del siglo XVII. En la época, en la ribera del río Zaan comenzaron a surgir molinos como setas: puede considerarse esta región como el primer "barrio industrial" del mundo, ya que se aglutinaron nada menos que un millar de molinos de viento. Me imagino a esos adustos puritanos calvinistas discutiendo acerca de la crisis energética, con la salvedad de que un molino es "energía renovable"...

Pero el progreso siguió... bueno, siguió progresando, y los molinos como fuente energética quedaron obsoletos: además, conservarlos era oneroso, y estaban en el camino de las ciudades cada vez más crecientes, y en Holanda muy crecientes por la falta de espacio (Holanda, hoy en día, con sus 496 habitantes por kilómetro cuadrado, es la nación número 24 en densidad poblacional del planeta). De manera que comenzó la demolición maratónica de molinos. Finalmente, en la década de 1920 los vecinos de Zaanstreek se organizaron para rescatar la última veintena de ellos que malamente se las arreglaban para sobrevivir. La asociación que nació de esta iniciativa se encargó de reubicar a varios molinos a orillas del río Zaan. En 1925 nació Zaanse Schans, un museo al aire libre en donde pueden ser visitados estos molinos.

No se crea que los molinos allí relocalizados son solamente para fabricar harina. De Zoeke ("El Buscador"), erigido en 1672, y el primero en ser rescatado (una grúa y un barco movieron sus orondas 18 toneladas, en lo que ciertamente es un prodigio de ingeniería) muele nueces y semillas para fabricar aceite. No es el único: tiene otro compañero aceitero llamado De Bonte Hen ("El grupo variopinto"), construido en 1693 y restaurado en la década de 1970. De Huisman se llama así ("El Especiero") porque muele diversas semillas de especias, y más en concreto, mostaza (hubo una época en que molía... tabaco). De Kat ("El Gato") es el único molino del mundo dedicado a la producción de tinturas y pigmentos, y por alguna razón es el que más me simpatiza del lote. Het Jonge Schaap ("La Joven Oveja") por su parte es un aserradero, aunque como su nombre revela, no es un original: fue construido entre 2005 y 2007, a imitación de uno más antiguo erigido en 1680 y demolido en 1942 (ayudó que antes de ser demolido, un ingeniero tomó algunas medidas y levantó algunos planos, parece ser que por amateurismo y sin que nadie se lo pidiera... por suerte para los restauradores y la posteridad).

Estos vetustos testigos de otros tiempos para Holanda, ya no sólo trabajan sino que además son atracciones turísticas. Alguno que otro es de entrada liberada, y el valor para entrar a los otros es de 3 euros (a cada molino, entiéndase). Y la atracción es potente: cerca de un millón de turistas al año se pasean entre estos supervivientes de la Historia.

domingo, 19 de agosto de 2012

La mujer de César...

Todos conocen el famoso dicho que encabeza el presente posteo de Siglos Curiosos, pero si por ventura el amable lector llegase a ignorarlo, no lo completaré sino hasta el final lleno de suspenso y emoción culebronesca que tiene esta historia (en realidad no es tanto, pero si Julio César era maestro del autobombo, ¿por qué no puedo serlo yo...?). El caso es que el dicho de "La mujer de César..." se basa en una anécdota histórica real. Bueno, tan real como suelen ser estas anécdotas, que ya conocemos la tendencia de los historiadores antiguos a seguir el adagio de que nunca dejes que la realidad te arruine un buen cuento. Pero volviendo a Julio César. Este se casó tres veces. Viudo de su primera esposa, contrajo matrimonio algo más de un año después con Pompeya. En la época, a resultas de las prolijas intrigas políticas de la decadente República Romana, Julio César consiguió ser nombrado Pontífice Máximo, el más importante cargo religioso romano (en la época y dentro de la religión y política romanas, el Pontífice Máximo no necesitaba ser un hombre consagrado expresamente a la religión, aunque sí existiera sacerdocio profesional, como en todas las civilizaciones más o menos desarrolladas).

El caso es que a Pompeya, como esposa del Pontífice Máximo, le correspondía celebrar en calidad de anfitriona la fiesta de la Bona Dea ("Diosa Bondadosa"). Dicha fiesta era sólo para mujeres: los hombres tenían prohibida la entrada bajo pena de sacrilegio. Pero resulta que la joven Pompeya tenía un pretendiente llamado Clodio, y parece que a ella los halagos del jovenzuelo patricio de marras no le eran indiferentes. El caso es que Clodio se las arregló para pasar como imberbe, se disfrazó de mujer, y ayudado por una sirvienta que estaba en el ajo, se metió a la casa. Disfrazado de mujer, obviamente. La sirvienta fue a buscar a Pompeya, pero por alguna razón se tardó demasiado, y Clodio, con la impaciencia de la juventud, decidió aventurarse por la casa él mismo. Craso error.

Obviamente Clodio se topó entonces con el resto de las chicas, y obviamente Clodio siendo hombre y desconociendo el ritual, cometió la torpeza de rechazar la invitación de una de ellas a participar en el mismo. Cuando le preguntaron entonces quién era y qué hacía allí, Clodio replicó que esperaba a Pompeya. Famosas últimas palabras, porque la voz masculina lo traicionó. La turba de mujeres comenzó a buscarlo, y Clodio consiguió apenas salir con vida del bacalao. Sin embargo, fue reportado, arrestado, y se le siguió juicio por sacrilegio. La aventura podía haberle significado la muerte, pero Clodio era un personaje querido por el pueblo de Roma, y los jueces, temiendo acabar linchados, acabaron por absolverle de los cargos, aunque se esmeraron en escribir el fallo de la manera más ilegible posible, para que la gente al leerlo lo interpretara como mejor se le diera la gana.

Por su parte, Julio César se divorció de Pompeya. Sin embargo, cuando se le preguntó por el incidente, respondió que él nada sabía. Lo que era razonable, considerando que no estaba en el lugar de los hechos. Los jueces, extrañados, le preguntaron entonces por qué se divorciaba, si no le constaba que su esposa le hubiera hecho crecer cornamenta, a lo que Julio César dio su inmortal respuesta: "Porque pienso que mi esposa debe estar por encima de toda sospecha". De ahí entonces que viene el célebre dicho de que "la mujer de César no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo". Claro, con sus bemoles y todo, Julio César era un político de alturas. Otros, en cambio...

jueves, 16 de agosto de 2012

Claudio y la censura.

Hemos explicado en otro posteo de Siglos Curiosos lo que era la censura en la antigua Roma. Que no era la actual censura de libros o películas (bueno, esto último es anacrónico, ehm...), sino la censura de costumbres. El censor en este sentido era un funcionario encargado de hacer valer la moral. En realidad, la censura tuvo su época dorada en la República Romana, pero la depravación generalizada del Imperio, sumado a que tachar a un ciudadano por malas costumbres tenía cada vez menos consecuencias (se perdían los derechos políticos, pero éstos bajo la férula de los Emperadores no tenían ningún valor de todos modos), hizo que la censura fuera cada vez menos aplicada. Lo que no quita que el Emperador Claudio (41 a 54 d.C.) se abocara a ejercerla. Con resultados pintorescos, como todo lo que rodea a este Emperador no especialmente brillante, pero tampoco tan malo como la triste reputación de tontorrón que se ha ganado para la posteridad.

En una ocasión, se le expuso el caso de un joven al que se le conocían montones de oprobios. Sin embargo, su padre lo declaraba intachable. Claudio, suspirando, despidió entonces al joven sin proclamar tacha. Cuando se le preguntó por qué había hecho eso, considerando que lo del joven era de escándalo público, replicó: "Tiene su censor".

En otra ocasión le pusieron por delante un joven famoso por sus adulterios y sus orgías, actividades que por supuesto no son excluyentes entre sí. Claudio le dio como admonición que se entregara "a los placeres propios de su edad, o al menos con más cautela", y luego añadió: "¿Qué necesidad hay que de que conozca yo el nombre de tu amante...?".

En otra ocasión, los amigos de un caballero tachado de infamia le urgieron a que eliminara la nota de infamia sobre el ciudadano (debido al carácter un tanto lábil de Claudio, era frecuente que la gente "se le subiera arriba del piano", por decirlo en buen chileno, faltándole el respeto a la dignidad imperial). Claudio, seguramente para librarse de esas pestes, ordenó que en efecto se suprimiera la nota de infamia, pero... "Quiero, sin embargo, que subsista la tacha". Chan-chán.

Parece ser que, con todo, Claudio tenía un entusiasmo supremo en tachar ciudadanos. Para efectos, ordenó que los ciudadanos llamados a rendir cuentas lo hicieran por sí mismos, o sea, sin abogados, seguramente para evitar los trucos habituales de la práctica forense. Con todo, los comisarios que tenía a cargo de buscar ciudadanos para tachar no parecieron demasiado eficientes, ya que muchos caballeros a quienes se llamó a comparecer ante el Emperador por celibato se presentaron con pruebas de ser casados, a quienes se llamó por falta de hijos se presentaron como padres, y los llamados por falta de caudal aparecieron después con riquezas. El caso más extremo fue el de una persona a la que se quiso censurar porque se le acusaba de haberse atravesado con una espada para quitarse la vida: el acusado, por toda defensa, se abrió la ropa para demostrar que no tenía ninguna herida...

domingo, 12 de agosto de 2012

Nerón vencedor en los Juegos Olímpicos.

Sí, el título de este posteo es correcto. No es un error de imprenta. No es un intento vano por llamar la atención de la audiencia. Y no es otro Nerón sino el que todos conocen, el Emperador de Roma y tarado aspirante a rascacítaras que es famoso por mandar matar cristianos en las pelis de romanos que exhiben para Semana Santa. ESE Nerón se llevó coronas olímpicas en los Juegos Olímpicos. El cómo ocurrió, es lo que referiremos aquí en Siglos Curiosos. Pero antes, mencionemos como ayudamemoria que los Juegos Olímpicos venían celebrándose en Grecia desde el año 776 antes de Cristo, o ésa es la fecha tradicional de inicio a lo menos. Aunque bajo dominación romana, los griegos seguían celebrándolos, y seguirían hasta finales del siglo IV, cuando el Emperador Teodosio los mandó a suprimir. Volviendo a Nerón, el no ser griego no fue óbice para que participara... ¡¡¡Y GANARA!!!

En realidad, las aspiraciones artísticas de Nerón venían desde antiguo. En un intento por ganar popularidad, había celebrado varios recitales en Nápoles, como si uno solo no fuera ya suficiente catástrofe. En paralelo sentía atracción por el Circo, en concreto por las carreras de auriga, a pesar de que por ser el Emperador, y por esperarse del titular en el cargo un mínimo de dignidad, le estaba prohibido lucirse con los carros sobre una pista. Y entonces, concibió el proyecto de viajar a Grecia. En realidad, los propios griegos se habían echado encima esta catástrofe, ya que cada vez que había un certamen artístico, la corona de los vencedores no se le adjudicaban a los vencedores mismos, sino que en una prudente muestra de lamebotismo se enviaban a Nerón. Por supuesto que, halagado en su vanidad, Nerón se entendía muy bien con los mensajeros que traían esas coronas, y llegó a decir que "sólo los griegos saben escuchar y son dignos de mi voz".

Una vez en Grecia, Nerón dio una serie de recitales, incluyendo Olimpia, la sede de los Juegos Olímpicos en Grecia, lo que era contra la costumbre de que no se celebraban certámenes musicales en dicha ciudad. Un liberto mandó llamarle porque su presencia era requerida de regreso en Roma por negocios del Estado, y Nerón replicó: "En vano me escribes queriendo que regrese prontamente; mejor es que desees que vuelva digno de Nerón". En los teatros se prohibió salirse del mismo cuando cantaba Nerón, bajo cualquier circunstancia, ante lo cual refiere el historiador Suetonio: "algunas mujeres dieron a luz en el espectáculo y muchos espectadores, cansados de oir y aplaudir, saltaron furtivamente por encima de las murallas de la ciudad, cuyas puertas estaban cerradas o se fingieron muertos para que los sacasen"... Por supuesto que en cuanto certamen que participó, Nerón ganó, pero esto no fue suficiente: mandó derribar, arrastrar por las calles con ganchos y echar a las letrinas las estatuas y bustos que existían en homenaje a los vencedores anteriores al mismísimo Nerón.

Y la perla de la corona en esta descabellada gira artística, fue Nerón participando en una carrera de carros en los Juegos Olímpicos. Su carro era tirado por diez caballos. Los cuales le traicionaron, porque Nerón en mitad de la carrera fue despedido del carro en cuestión. Lo recogieron y colocaron dentro de nuevo, pero Nerón, ya demasiado machucado, no pudo resistir y se bajó antes de terminar la carrera. Claro está que una pequeñez de tecnicismo como ésta no iba a detener la implacable voluntad de los jueces por proclamarle vencedor a como diera lugar, y así lo hicieron. Agradecido, Nerón concedió la libertad a toda la provincia, y en cuanto a los jueces, les pagó una generosa cantidad de dinero, y los hizo ciudadanos romanos. Cuando regresó a Italia, su desfile triunfal lo hizo ciñiéndose la corona olímpica...

jueves, 9 de agosto de 2012

Olimpíadas y Juegos Olímpicos no son lo mismo.


Ahora que por los días de escribir este posteo están de moda los Juegos Olímpicos de Londres 2012, con James Bond rescatando a la mismísima Reina Isabel a falta de Judi Dench, dediquémosle un posteo a este tópico entre histórico y etimológico. Porque usualmente suelen usarse los términos "olimpíada" y "juegos olímpicos" de manera sinónima. Y esto no es exactamente así. Bueno, en cierto sentido sí. Pero en cierto sentido no. Bien, mejor me aclaro... Allá vamos.

Todo el mundo sabe que los Juegos Olímpicos arrancaron en Grecia. Concretamente en la ciudad de Olimpia, de la cual los Juegos tomaron el nombre. Los griegos ya habían inventado eso de follow the leader, de manera que alrededor, quien sabe en qué orden, surgieron otros juegos: los Juegos Istmicos (del istmo de Corinto), los Juegos Píticos (por Apolo, dios de sobrenombre "pítico", y que se celebraban en su santuario de Delfos), y los Juegos Nemeos (en Nemea, en honor a Heracles por haberse cargado al llamado león de Nemea, justamente). Los griegos ya habían inventado eso que el negocio del deporte moderno conoce tan bien, que es escalonar los encuentros de manera que no se topen, y cada año tenga el suyo (igualito que hoy en día en cualquier año par hay o Juegos Olímpicos o Mundial de Fútbol), de manera que cada juego se celebraba cada cuatro años, y todos los años había un juego distinto.

El caso es que, a pesar de su reputación como temibles hombres de intelecto, hubo escritores griegos que no sólo se dedicaron a la tragedia, los poemas épicos o la filosofía, sino que además recolectaban trivia barata de almanaque como por ejemplo, la lista de los vencedores de los Juegos Olímpicos. Y como en esa época no había un sistema unificado de cronología como en la actualidad, que contamos los años como "antes de Cristo" o "después de Cristo", hubo historiadores que encontraron cómodo fechar los eventos utilizando estas listas como referencia. De manera que cada período de cuatro años entre Juegos Olímpicos pasaron a ser conocidos como "olimpíadas", con su debido numeral. Como la fecha tradicional de los primeros Juegos Olimpícos es 776 antes de Cristo, entonces la primera olimpíada sería la que va desde 776 a 772, la segunda la que va desde 772 a 768, y así sucesivamente. Por ejemplo, San Jerónimo dató el nacimiento de Cristo en el año tercero dentro de la Olimpíada número 194, lo que dicho sea de paso coincide con nuestro actual y gregoriano año 2 antes de Cristo (en la época del mencionado, todavía no se contaban los años desde la Era Cristiana).

De manera que, en sentido estricto, los Juegos Olímpicos y las olimpíadas no son lo mismo: los Juegos son la celebración en sí, mientras que las olimpíadas son el cuatrienio que va desde unos Juegos Olímpicos hasta los siguientes. Aunque por supuesto, en el uso popular ambos se han ido identificando, hasta el punto que la mismísima RAE acepta olimpíada como sinónimo de "juegos olímpicos". Y es que a pesar de estos puntillismos etimológicos, el idioma está en constante evolución, y lo que alguna vez hubiera sido incorrecto, después pasa a legitimarse por el uso y la costumbre.

domingo, 5 de agosto de 2012

El Corán escrito con sangre.

Este posteo podría llamarse con espíritu macabramente festivo, algo así como "la última locura de Sadam Husein". Husein fue ciertamente un líder controvertido por muchas razones, pero algo que parece innegable son sus extraordinarios delirios de grandeza. Esto es lo que parece haberlo llevado a cometer lo que podríamos considerar uno de los sacrilegios más definitivos de la historia: mandar a escribir el Corán con su propia sangre.

La historia es por supuesto bastante confusa. Después de todo, hablamos de un dictador alrededor del cual muchas cosas son rumores. Parece ser que en 1997, para su cumpleaños número 60, Sadam encargó la obra. Hablamos por supuesto de una obra que tiene unas 336.000 palabras, de manera que el monto de sangre debió ser supremo: se calculan unos 24 y 27 litros. Claro que éstos se los extrajeron a Sadam Husein de a poco, que no solo nadie resiste una sangría tal de golpe, sino que el cuerpo humano tiene apenas cinco litritos... Parece que la extracción total duró un par de años (o sea, a razón de litro al mes, aproximadamente). El encargado de la faena fue Abbas Shakir Joodi al-Bagdadi, un experto en caligrafía islámica.

El libro fue presentado oficialmente el año 2001, y que se transformó en la joya de la corona de la Mezquita Madre de Todas las Batallas, el megatérico santuario islámico construido para mayor vanidad de Husein. Lo que por supuesto escandalizó a muchos musulmanes, toda vez que el Corán es sagrado, claro está, de manera que haber utilizado un elemento impuro como es la sangre (y la de Husein, más impura aún) para poner la Revelación en letras de molde (o caligráficas, tratándose del árabe) es lisa y llanamente blasfemia. Pero claro, a ver quién iba a ser el irakí guapo que iba a agarrar a Sadam y apedrearlo en la plaza pública por blasfemar, ¿no?

Después vino la invasión militar del año 2003, y por supuesto, sin la sombra de Sadam sobre el Corán blasfemo, vino el problema de qué hacer con él. Las nuevas autoridades iraquíes y norteamericanas de ocupación se hicieron con el libro y lo guardaron, pero quedaron sometidas a un predicamento. El libro es blasfemo, y por lo tanto no se supone que debiera existir en primer lugar. Pero por otra parte, la Palabra ya está plasmada en él, y por lo tanto es un Corán legítimo, aunque impuro, por lo que tampoco se puede quemar o destruir de otra manera. Para cualquier musulmán devoto que piense detenidamente la situación, no cabe más que la angustia: es blasfemia dejarlo existir, es blasfemia destruirlo...

jueves, 2 de agosto de 2012

La asombrosa tribulación final de Giles Corey.


Salem, 1692. Apuesto a que ya saben de qué hablo, ¿no? Me refiero por supuesto a la célebre histeria colectiva que hizo devenir una caza de brujas en un brutal baño de sangre judicial. Arthur Miller se hizo sus pinitos escribiendo una obra teatral al respecto, y Winona Ryder se lució en una adaptación de la misma interpretando a una viborilla sociópata que arrastra a un pueblo entero junto con su condenación. Pero volvamos a Salem en 1692. Giles Corey y su esposa Martha, los protas de nuestra historia, no estaban inicialmente metidos en el lío, pero Martha Corey no era una mujer simpática para el pueblo, entre otras cosas por haber dado a luz a un hijo ilegítimo. Además, para colmo, Martha Corey fue extraordinariamente vocal en su repudio contra el procedimiento por brujería, poniendo en evidencia tanto a los jueces como a la histeria colectiva. Y ya se sabe cómo la gente fundamentalista se toma las cosas cuando se cuestiona su convicción íntima de que son lindas personas y Dios aprueba todo lo que están haciendo. Martha Corey terminó sometida a proceso.

Por alguna razón que ignoramos, Giles Corey hizo una deposición en la que incriminaba a Martha Corey, algo que pudo ser producto de un malentendido si consideramos que se trataba de un hombre ya octogenario. Dándose cuenta de su error, intentó retractarse, pero no se lo permitieron: una orden de arresto fue emitida en contra suya, y terminó implicado como otro de los sujetos sometidos a proceso. Una vez arrestado se le preguntó conforme a la ley, cómo es que se declaraba, si culpable o inocente. Pero Giles Corey se negó a lo uno o lo otro.

Una situación de esta naturaleza creaba un problema, ya que legalmente no se podía iniciar un proceso judicial contra alguien que no se declaraba culpable o inocente. El remedio para ello era una viejísima institución llamada "peine forte e dure" ("pena fuerte y dura"), cuyo nombre denuncia su origen medieval francés. La persona a la que debía arrancársele una declaración de inocencia o culpabilidad, era desnudada y tendida en el suelo boca arriba, poniéndosele después una plancha de madera con rocas encima. Después de unos cuantos kilos de escoria, era altamente probable que el tipo terminara declarándose lo uno o lo otro, abriendo camino para la vía judicial. Podemos imaginar el sufrimiento por el que pasó el octogenario a medida que las rocas se iban apilando, y él se negaba a dar una definición. Pasaron nada menos que dos días en los cuales sólo gritaba: "¡Más peso!". Finalmente, el 19 de Septiembre de 1692, terminó por fallecer asfixiado. Es la única persona en la historia judicial de Estados Unidos que ha terminado falleciendo luego de ser sometida a la tortura de aplastamiento hasta la muerte. Algo después, su esposa Martha fue una de las ejecutadas bajo condena de brujería.

La clave del misterio parece estar en el estatus legal de Corey frente a su propio proceso. Si se declaraba culpable de brujería, técnicamente dejaba de ser cristiano, y por lo tanto sus bienes podían ser confiscados. Por el contrario, si se declaraba inocente, era muy posible que terminara siendo condenado igual, debido a que para cualquiera que tuviera ojos para ver, los procesos estaban flagrantemente amañados. No en balde, así como en otras cacerías de brujas literales o metafóricas, muchas veces entre los culpables caían inocentes que eran denunciados por gentes envidiosas o simplemente ávidas de apoderarse de sus bienes. La única posibilidad de terminar libre de condena era no declarándose ni inocente ni culpable, y de ahí su homérica resistencia hasta las últimas consecuencias del suplicio. Su recompensa: el hecho de que sus bienes salvados de la confiscación terminarían pasando a manos de sus hijos como herederos suyos.

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