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domingo, 29 de julio de 2012

La venganza marcha en bulldozer.


Esta es quizás una de las más exóticas historias de venganza que nos toque publicar en Siglos Curiosos. Porque es una venganza servida en... un bulldozer. El individuo en cuestión es Marvin Heemeyer, cuyo negocio era la reparación de automóviles, en particular de silenciadores. Para estos efectos, cuando había alcanzado la cuarentena (de edad, no de automóviles, valga la aclaración) compró un terreno de unos 8.000 metros cuadrados para su negocio. Hablamos del año 1992, en Granby en el estado de Colorado en Estados Unidos, en concreto. Y concreto es lo que se le vino encima, porque en efecto una planta de lotes de concreto se interesó por el terreno. Marvin Heemeyer estuvo dispuesto a vender primero por 250.000 dólares, pero luego subió la suma a 375.000, y finalmente a un millón. De pronto y de manera bastante rápida, el territorio fue recalificado, y la planta pudo instalarse en un territorio adyacente, privando a Marvin Heemeyer de la entrada a su negocio. Para colmo, Heemeyer se llevó una multa porque la planta no le dejó salida para su alcantarillado. Después de todo esto, Heemeyer cerró su negocio, y abrió... su venganza.

La venganza en este caso se llama "bulldozer". En un trabajo digno de "Los magníficos" o "MacGyver", Heemeyer se adjudicó un bulldozer en una subasta y comenzó a reacondicionarlo de manera artesanal, utilizando toda su pericia para convertirlo en un potente vehículo blindado con 12 pulgadas de acero. Incluyendo cámaras de televisión para tener visión exterior, y dos mirillas por las cuales podía disparar sendos fusiles. El resultado, un testigo lo describió así: "lucía como un tanque futurista". El blindaje estaba específicamente diseñado para que el armamento que la policía disparara no pudiera hacerle mella ni al vehículo ni, lógicamente, a su conductor. Que sería el propio Heemeyer, lanzándose a sí mismo en contra de todos los blancos directa o indirectamente vinculados con lo que él percibía su tragedia personal.

El 4 de Junio de 2004 vino el día de la venganza: Heemeyer lanzó su vehículo a la calle (sin preocuparse de abrir un acceso para el mismo: rompió su propia pared), y comenzó a demoler lenta y metódicamente todos los edificios que, según él, de una manera u otra estaban conectados con su desgracia personal. Con los fusiles, disparó contra tanques de propano en las propiedades objetivo de su ira rampante, incrementando por supuesto los daños. Cayeron el edificio de la alcaldía, la planta de concreto, la oficina de un periódico que había escrito editoriales en su contra, etcétera. En total, ocho edificios fueron demolidos y cinco quedaron con graves daños. Su ira se extendió incluso contra la casa de la viuda de un alcalde anterior que había estado vinculado al litigio... a pesar de que dicho alcalde, como podrá deducirse de que usáramos la palabra "viuda", llevaba tres años de fallecido. Parece ser, en todo caso, que Heemeyer se preocupó de que los edificios estuvieran desocupados o al menos no hubiera víctimas: de hecho no hubo, aunque claro, si uno está lanzando un bulldozer contra un edificio, uno debería tener claridad que por muchas buenas intenciones que se ponga, el riesgo es bastante elevado. Todo terminó cuando el vehículo se averió, y la policía por fin después de doce horas pudo abrir el bulldozer, sólo para encontrarse con que Heemeyer se había pegado un tiro con su propia arma. En cuanto al bulldozer mismo, ahora apodado "killdozer" aunque el único muerto fue el propio Heemeyer, el vehículo fue desmantelado y sus restos dispersados, para evitar que algún lunático los conservara como souvenir. ¿El resultado final? Pérdidas por SIETE MILLONES DE DÓLARES.

Algún tiempo después salieron a la luz algunas cintas en donde Heemeyer hacía algunas interesantes confesiones. En ellas, veía el hecho de que nadie hubiera pujado más que él para hacerse con el bulldozer en un remate, como un signo de que Dios estaba pavimentando su camino hacia la venganza. Sentía que Dios mismo estaba construyendo el blindaje del bulldozer a través de sus manos, y era parte de su destino el ser soltero y sin hijos para no tener ataduras sentimentales que le impidieran darle un castigo a la gente "malvada" en su camino. Añade: "Esta es la manera en que se supone que sea. Dios me bendijo por adelantado por la labor que estoy a punto de ejecutar. Es mi deber. Dios me ha pedido hacer esto. Es una cruz que voy a cargar y la estoy cargando en el nombre de Dios". Y culmina: "Por la ira, por la maldad, por el odio de ustedes, es que no funcionan conmigo. Voy a sacrificar mi vida, mi miserable futuro que ustedes me dieron, para mostrarles que lo que ustedes hicieron está mal"...

jueves, 26 de julio de 2012

42 años desaparecida en el lugar más obvio de todos.


La siguiente historia da para uno de esos cuentos existencialistas del siglo XX acerca de la creciente incomunicación y aislamiento de las personas en medio de esta sociedad contemporánea. Porque uno puede preguntarse cómo una persona puede desaparecer durante 42 años, únicamente para reaparecer allí donde era más lógico esperar que estuviera... La mujer en cuestión se llamó Hedviga Golik, y acá en Siglos Curiosos referiremos esta curiosa historia. Curiosa y macabra, eso es.

Hedviga Golik nació en 1924, y vivía en un departamento en Zagreb, la capital de Croacia. En 1966, contando con unos 42 años, desapareció de la vista pública. Los vecinos asumieron que se había mudado, en parte debido al carácter amable-pero-reservado de la señora, que aparentemente no le comunicaba nada a nadie. Aún así, alguien dio aviso de presunta desgracia. Desafortunadamente, la policía no localizó a la señora, y el caso quedó archivado. Hasta que pasaron OTROS 42 años, y entonces...

Resulta que en el período intermedio, nadie había hecho mayor cuestión sobre quién o qué destino tenía el departamento que había dejado la señora tras de sí. Así es que un día del año 2008, un grupo de policías y de agentes judiciales irrumpieron en el departamento, suponemos que con autorización de la judicatura de por medio. Y allí encontraron a la señora, sentada frente al televisor. Muerta, por supuesto. Aparentemente, se sirvió una taza de te, se sentó en su butaca frente al televisor... y falleció. El televisor, como podrá deducirse, era un modelo en blanco y negro.

Un vocero de la policía dijo: "Cuando los oficiales fueron ahí, dijeron que era como estar avanzando en un lugar congelado por el tiempo. La taza en la que había estado bebiendo té estaba todavía en la mesa cercana al sillón y la casa estaba llena de cosas que nadie había visto por décadas. Nada había sido perturbado por décadas, aunque habían más que unas pocas telarañas por ahí". Claro, no es el primer ni el único caso de persona desaparecida por años, pero... ¿42 años? ¿y en su propia casa? Para pensar.

domingo, 22 de julio de 2012

Maníes y esmeraldas.

En la historia romántica del dramaturgo Charles MacArthur y la actriz Helen Hayes, que ya hemos referido en el posteo anterior de Siglos Curiosos, los maníes y las esmeraldas juegan un rol de extraordinaria importancia. Ambos (MacArthur y Hayes, no los maníes y esmeraldas, claro) se encontraron por primera vez en una reunión social en donde ella no conocía a casi nadie, y por lo tanto, debía cumplir con su rol de extra de poner cara de enterada, sin enterarse de nada. De pronto, un joven se acercó a la chica, y alargándole una bolsita, le preguntó:

-- ¿Quiere usted un maní?

Cuando ella aceptó, él dejó caer en sus manos unos cuantos, acompañados de una frase romántica:

-- ¡Ojalá fuesen esmeraldas...!

Pasaron los años. La pareja terminó casándose (leer "Propuesta de matrimonio teatral" acá en Siglos Curiosos). Pero ella cometió la indiscreción de revelarle la anécdota a un periodista de Hollywood. Ocurrió lo inevitable: que todo el mundo encontró la escena sumamente romántica, y empezaron a fastidiar a Charles con la misma. Hasta que acabaron por sacarlo de sus casillas.

De manera que un día cualquiera, Charles MacArthur regresó a su casa con una bolsita. Se las pasó a su amante mujercita, y ella descubrió que estaban llenas de esmeraldas. A lo que él repuso:

-- ¡Ojalá fueran maníes...!

Qué le habrá querido decir...

Pero no seamos tan mala gente como para dejar la anécdota allí. Digamos que el matrimonio duró 28 años, y que no terminó por el expediente común del divorcio, sino por viudez, ya que él falleció en 1956, a los 60 años. Puro amor... con esmeraldas y maníes.

jueves, 19 de julio de 2012

Propuesta de matrimonio teatral.


En el mundo del espectáculo de Estados Unidos, que un matrimonio dure 28 años es una rareza. Si se le suma que no se termine por divorcio sino que en efecto ambos estén juntos hasta que la muerte los separe, es aún más extraordinario. Pero esto fue lo que sucedió con el dramaturgo Charles MacArthur, y la actriz Helen Hayes. Era a finales de los locos '20s, ambos se habían conocido, los amigos se estaban interponiendo para tratar de mangonear lo que le convenía mejor a cada uno de ellos mejor que ellos mismos... Y entre medio, ambos luchaban por alcanzar el éxito profesional, claro está, que después de todo esta historia transcurre en... ¡¡¡AMÉRICA!!!

El caso es que la Hayes alcanzó un notable triunfo en una obra teatral llamada "Coquette", en 1928. En aquellos años no se suponía que un hombre viviera opacado por el éxito de su mujer, de manera que él se resolvió a que no habría matrimonio hasta obtener un éxito semejante. En el mismo año, él estrenó una obra teatral llamada "Primera plana", escrita en colaboración con Ben Hecht. Le cedemos la palabra a la atribulada entonces todavía señorita Hayes, a quien el matrimonio se le iba en esa comedia: "Acudí a la función en un estado de terrible tensión nerviosa y me acomodé a solas en la galería, cerca de una puerta de seguridad. Quería estar en condiciones de salir rápidamente al final de cada acto, para cambiar impresiones con Charlie y Ben, quienes habían optado por pasarse la función sentados en la escalera exterior contra incendios".

El caso es que la comedia fue un rotundo éxito. Helen Hayes recuerda que incluso Charles Chaplin se partía en dos de la risa. Histérica, ella fue a comunicarle las nuevas a los dos dramaturgos. El la hizo callar abrazándola y hundiéndole la cabeza en su propio pecho. Luego de lo cual, el macho viril le dijo a la hembra expectante:

-- Helen, ¿quieres casarte conmigo?

Y la hembra expectante, con una actitud muy siglo XX, le respondió...

-- Me quitaste las palabras de la boca.

Digamos para rematar, que el matrimonio fue bastante feliz, y duró hasta que él falleció en 1956, a los 60 años. El dramaturgo inseguro de su carrera después no tuvo mucho de qué preocuparse: además de varias obras teatrales, escribió los guiones de varias pelis de éxito, incluyendo "Gunga Din" y "Cumbres borrascosas", e incluso con su compinche Ben Hecht se llevó un bonito Premio Oscar compartido por el guión de "The Scoundrel" en 1936. Y por si les suena la obra teatral "Primera plana"... Se hicieron varias versiones y remakes para el cine, la más famosa de las cuales probablemente sea la "Primera plana" con Jack Lemmon y Walter Matthau de 1974.

domingo, 15 de julio de 2012

Los nombres de los cinco boroughs de Nueva York.


Ya hemos dedicado algún que otro posteo a Nueva York en Siglos Curiosos, con más relevancia aquel en que mencionamos que Nueva York no es la capital de Nueva York. Uno de los puntos de interés de Nueva York, en lo que al pasado histórico se refiere, es el origen de los nombres de sus boroughs. Debido a la evolución histórica de Nueva York, y su hambruna metropolitana en tragarse pueblos y localidades cercanas, la ciudad entera fue sometida a una reorganización administrativa en 1898: cinco condados fueron subsumidos dentro de la autoridad municipal de Nueva York, y los boroughs respectivos a los que hacemos mención adquirieron una función que podríamos llamar de distrito municipal, un tipo de organización que es propio y exclusivo de Nueva York, debido a las peculiares características de geografía social y política de la ciudad. Dicho sea de paso, la palabra "borough" tiene un origen similar a la palabra castellana "burgo", y se relaciona con un antiguo término germánico que puede traducirse como "pueblo fortificado". Lo interesante del origen del nombre de los cinco boroughs de Nueva York, es que a través de ellos se delata el origen holandés de la ciudad, ya que en 1626 fue fundada como Nueva Amsterdam, y recién en 1664 fue conq... er... adquirida por los británicos, que la rebautizaron con su nombre actual. Y ahora sí, por orden alfabético...

-- BRONX. Deriva su nombre del holandés Jonas Bronck, quien en 1639 fundó el asentamiento de dicho nombre más al norte de Manhattan (sí, en esa época el Bronx era un poblacho independiente del resto de Nueva Amsterdam).

-- BROOKLYN: Como el caso anterior, es una corrupción de su antiguo nombre holandés, que es Breuckelen. A su vez, este nombre holandés deriva de Breukelen en Holanda, que en la actualidad no tiene ni el reflejo de la fama de su descendiente de nombre, pero que en el siglo XVII eran los extrarradios semirrurales en donde los potentados comerciantes holandeses construían sus mansiones.

-- MANHATTAN. Vendría de la trasliteración al holandés de la palabra "manna-hata", que en el idioma lenape significaría "isla de muchas colinas". Bueno, por algo Manhattan es el borough de la isla de Manhattan. Sigamos con las conexiones: los indios lenape son también conocidos como indios delaware, los que le dieron nombre por supuesto al actual estado de Delaware (que es un estado distinto al estado de Nueva York, claro).

-- QUEENS. Existe poca claridad sobre el origen del nombre, aunque para romper un poco la costumbre, éste sí tiene raigambre inglesa. Se supone que habría sido bautizado con este nombre en homenaje a Catalina de Braganza, que era reina de Inglaterra en 1683, cuando se creó el condado de Queens.

-- STATEN ISLAND. El único borough de Nueva York que ocupa una isla entera para sí vuelve a la costumbre de los antecedentes holandeses. En este caso, el nombre deriva de Staaten Eylandt ("Isla de los Estados", literalmente), en homenaje a los Estados Generales, el Parlamento de Holanda que existía y existe hasta el día de hoy.

jueves, 12 de julio de 2012

Germanstein.


Supongamos que eres escritor de ficción, o simplemente quieres cachondearte un rato a cuenta de los alemanes de bigote prusiano y afanes militaristas por conquistar el mundo con música para invadir Polonia. ¿Cómo consigues darle un toque alemán a tu creación? Una posibilidad larga y aguerrida es aprender el idioma alemán, por supuesto, lo que garantiza al atrevido de turno una más que temprana visita al otorrinolaringólogo por daños varios en la garganta. Pero otro recurso más fácil es recurrir a la terminación "-stein", y listo. Cualquier palabra terminada en "-stein" ya suena a alemán, truco al que recurrió el insigne Chespirito cuando en un capítulo del Chapulín Colorado que parodiaba al monstruo de Frankenstein, el villano era el doctor Panchostein. Cuando el Chapulín Colorado preguntó por él, obtuvo la siguiente histórica respuesta: "Es como Frankenstein, pero en versión zacateca"...

Lo interesante del caso es que "stein" no significa nada del otro mundo en alemán. "Stein" es simplemente "piedra", afín a la palabra similar "stone" del idioma inglés (el alemán y el inglés están plagados de palabras parecidas, lo que no debería sorprender a nadie que sepa que ambas son lenguas germánicas). Por cierto, la pronunciación más correcta no es "stein" como se suele pronunciar en castellano, sino "shtain", con una "sh" muy cerrada (podría anotarlo en lenguaje fonético, pero ando demasiado flojo hoy día, y además creo que la mayor parte de ustedes no podría leerlo). Lo que nos lleva a la peli "El joven Frankenstein" de Mel Brooks, que si ustedes ven en versión original con subtítulos, podrán ver como el personaje de Gene Wilder interpreta a un descendiente del mítico doctor, que vive en Estados Unidos, y que enseña en la universidad. Cuando un alumno se dirige a él como "profesor Frankenshtain", él le corrige diciéndole "profesor Frankenstiin", usando la fonética inglesa...

Y claro, el doctor Frankenstein es probablemente el más importante ofensor en la materia. Aunque parodiado hasta el cliché, todavía "Frankenstein" es un nombre que inspira ese terror al fascismo alemán por la terminación "-stein". Pero una traducción literal del apellido vendría a significar simplemente "Piedra Franca" o "Piedra de los Francos". Con lo que parte del miedito se pierde. O no, a según. Ignoro si el apellido tendrá alguna otra concomitancia escondida (no sería la primera vez que me encuentro con un "falso amigo" en la materia), pero a falta de mayores referencias, así es que como habremos de tomárnoslo. Quizás Mary Shelley, la autora de la novela original, quería hacer alguna clase de chiste.

Uno de los juegos de computadores más famosos es probablemente "Castle Wolfenstein". Por supuesto que siendo un juego bélico con apellido alemán, el asunto va de la Segunda Guerra Mundial, de qué otra cosa podía ser. En este caso el nombre es algo más tenebroso: significaría "Piedra del Lobo". En cuanto a la banda alemana Rammstein, cuyo nombre casi es sinónimo de invadir Polonia, su nombre deriva de la localidad de Ramstein (con una M adicional por parte de la banda), en donde con el característico sentido retorcido del humor de la banda, existe una base aérea de la OTAN. Y quién dice OTAN, dice Estados Unidos, claro. No he podido encontrar la referencia exacta a qué podría significar "ram", pero se me ocurre (estamos especulando aquí, así es que toménse lo que sigue con beneficio de inventario) que la palabra original podría ser "raum", que significa "área" o "región" (un poco equivalente al "room" inglés). Así, Ramstein sería "Area de Piedra" o algo así... (La otra alternativa es "rahm", que significa "crema", pero "Piedra de Crema" no suena muy imponente para nombre de lugar).

El que si tiene crimen respecto de lo que comentamos, es el director de ópera Peter Stein, alemán nacido el 1 de Octubre de 1937. Si recordamos que Peter o Pedro vienen del griego πέτρος que significa "piedra", por aquello de que al apóstol homónimo le dijeron "y sobre esta piedra construiré mi iglesia", entonces resulta que traduciendo al castellano el nombre de este señor, se llamaría... ¡Piedra Piedra! Eso es hacer doblete, sí señor...

Y terminemos con el más grande genio alemán de todos los tiempos. El mismo que decía algo así como "si la Teoría de la Relatividad es correcta, los alemanes dirán que soy alemán, y los franceses que soy ciudadano del mundo, y si no es correcta, los franceses dirán que soy alemán, y los alemanes que soy judío". Este imponente científico judío alemán tenía en su apellido la palabra alemana "ein", que significa... uno (similar a "one" en inglés), antes del "stein" que nos ocupa en este posteo. Por lo tanto, su nombre vendría a significar literalmente "Alberto Una Piedra"...

domingo, 8 de julio de 2012

Napoleón contra el Danubio.


Hasta los más grandes tienen caídas, y Napoleón Bonaparte no fue una excepción. Estratega excepcional, Napoleón Bonaparte se las arregló para pasearse en persona por campos de batalla desde Francia hasta Rusia durante una década completa. Y sin embargo, hubo momentos en su carrera en donde estuvo en juego no sólo la batalla, sino incluso su libertad y su vida. La Batalla de Aspern-Essling parece haber sido una de éstas. Estamos en el año 1809. Austria (que no había formado la Cuarta Coalición de 1806-1807 contra Francia, aunque sí la Tercera sufriendo la bochornosa derrota de Austerlitz en 1805) unió fuerzas con Inglaterra contra Napoleón en la llamada Quinta Coalición. La venganza de Napoleón fue implacable, y le llevó a una guerre éclair que terminó por poner Viena en sus manos. Sólo que las tropas austríacas del Archiduque Carlos de Austria-Teschen habían cruzado el Danubio en dirección a Bohemia en el norte, y habían destruído los puentes de la ciudad, por lo que Napoleón no podía perseguirle. Y si el Archiduque Carlos conseguía cruzar el Danubio hacia el sur y reunirse con las fuerzas del Archiduque Juan de Austria en Italia, Napoleón iba a estar en una posición muy comprometida. El tiempo apremiaba, y Napoleón debía encontrar cómo cruzar el Danubio de una manera u otra, para acabar con ambos Archiduques por separado en vez de enfrentar a un solo ejército unido.


En realidad la empresa era desesperada. No habiendo puente, Napoleón debería por supuesto construir el suyo propio. Lo que no sería fácil, porque estando río arriba, los austríacos podían enviar troncos y objetos incendiarios río abajo, que destruyeran cualquier obra fluvial que construyeran los ingenieros de Napoleón. Además era primavera en el Hemisferio Norte, y en dicha temporada, el Danubio tiene la desagradable costumbre de soltar aluviones repentinos. El ingeniero jefe del ejército se inclinó por la isla de Lobau, ubicada en el río Danubio entre las localidades de Aspern y Essling, a cuyo alrededor hay algunos bancos de arena que facilitarían el trabajo, y empezó las labores de construcción del doble puente... sin empalizadas protectoras ni flotillas de barcas tripuladas para evitar objetos que enviaran los austríacos desde río arriba, debido a las prisas de Napoleón por su objetivo. Los austríacos por supuesto que hicieron festival pirotécnico de troncos incendiarios río abajo, lo que retrasó su tanto a los sacrificados ingenieros franceses. Los puentes estuvieron listos con rapidez, pero eran endebles, y además el Danubio se las había arreglado para subir de nivel un metro entero en una sola noche. Pero Napoleón, que algo tenía de apostador, no había invertido tantos esfuerzos para arredrarse en la hora final, de manera que siguió adelante con su plan.


Napoleón hizo cruzar a las tropas con celeridad, para que estuvieran rápido en condiciones de iniciar la persecusión. Sólo que pronto llegaron los primeros informes de la caballería al otro lado del río: las tropas austríacas en realidad estaban mucho más cerca de lo que Napoleón suponía. El ejército francés a medio cruzar estaba dividido a ambas orillas: si el pontón se rompía, la vanguardia quería atrapada y sería fácilmente masacrada por los austríaco. Napoleón consideró muy seriamente una retirada para enfrentar a Carlos en mejores condiciones... pero Carlos, bien apercibido de los problemas de Napoleón, los aprovechó y atacó primero. Era el día 21 de mayo de 1809, y la refriega subsiguiente resultó tan desesperada, que sólo fue a terminar el día siguiente.


En realidad, Carlos tenía las cartas ganadoras. Su ejército comprendía más o menos 100.000 hombres, unas cuatro veces las tropas francesas. Además, el ejército de Napoleón estaba todavía tratando de cruzar el puente, el cual en el transcurso de la batalla, para hacer peores las cosas, se rompió. Por alguna razón, empero, el Archiduque no se empleó a fondo, y su exceso de prudencia salvó a Napoleón, que viviría libre para seguir su carrera militar durante otros seis años. Malogrado y todo, Napoleón consiguió retirarse y reagruparse. El Archiduque ya no volvería a tener otra oportunidad dorada como la momentánea incompetencia de Napoleón le había proporcionado: al mes siguiente sería derrotado en toda regla en la Batalla de Wragam, y de hecho, una vez terminada la campaña el austríaco no volvería a la vida militar.

jueves, 5 de julio de 2012

Cayendo frente a Ticonderoga.


La Guerra de los Siete Años (1756-1763) fue librada entre Inglaterra y Francia y sus aliados en el continente europeo, y entre las posesiones coloniales de ambos (las Trece Colonias y el Canadá respectivamente) en suelo americano. Una de las posiciones claves era el Fuerte Carillon. En una de esas situaciones típicas en que dos potencias coloniales conocen a medias el terreno y quedan medio en tablas al explorarlo, resulta que la parte inferior del Río Hudson en el sur era de los ingleses, que poseían Nueva York y Albany en su cuenca, pero desde el norte, bastante río arriba, se habían instalado los franceses. Huelga decir que los franceses instalados ahí, y que construyeron el Fuerte Carillon, eran una espada colgante perpetua sobre Nueva York: les bastaba con dejarse caer Hudson abajo, y podían apoderarse de un enclave vital para las Trece Colonias. De ahí que para los británicos fuera vital apoderarse del Fuerte Carillon a toda costa. La única ventaja de los ingleses al respecto era que los franceses no podían usar el potencial ofensivo del fuerte a su máxima capacidad, debido a su reluctancia a transportar tropas desde Europa a Canadá en un Océano Atlántico infestado de buques de guerra británicos. Finalmente, después de varias vueltas y revueltas, en 1758 marchó una expedición bélica a cargo de James Abercrombie, un cincuentón que era mejor en la logística que en lo que llamaríamos bravura militar, o aún mero sentido estratégico.

En realidad, la batalla parecía un resultado claro. La fuerza de combate de Abercromby se componía de 7.000 soldados de línea británicos, más 9.000 reclutas coloniales. Estos 16.000 hombres apoyados por artillería iban a tratar de tomarse un fuerte más o menos aislado dentro de su posición estratégica, defendido por 3.600 franceses con provisiones para ocho días. O de cómo cazar peces dentro de un barril, como dirían en el Tío Sam. Apenas supo las nuevas de que estaban a punto de pasarle la aplanadora por encima, el comandante francés Louis-Joseph de Montcalm tomó medidas desesperadas, en concreto levantar un parapeto de ramas y troncos que protegiera la parte frontal del fuerte: en realidad aquello era casi heroísmo más allá del cumplimiento del deber, porque Montcalm sabía bien que, como mucho, iba a retrasar a los ingleses y causarle algunas bajas. No en balde, había cuatro a cinco enemigos por cada uno de sus defensores. Ni siquiera tuvo tiempo para reforzar las defensas en los flancos del fuerte. Apenas los ingleses llegaron, la suerte parecía sellada. Pero entonces...

¿Cuál fue la orden de Abercromby? ¿Movilizar la artillería y volar el parapeto a cañonazos? ¿Flanquear el fuerte para atacarlo por los costados? ¿Simplemente sentarse bloqueando el acceso al río Hudson y rendirlo por hambre? No... La única orden fue avanzar y atacar. Tal cual. 16.000 hombres en un asalto frontal contra un fuerte con un parapeto. Los británicos y coloniales avanzaron entre los troncos, copas de árboles derribados, etcétera, pero por detrás estaban los mosqueteros franceses, cuidadosamente apostados. Cuando los británicos estaban empantanados tratando de moverse a través de la cobertura vegetal... ¡Fuego! Los reclutas montañeses trataron usar espadas para abrirse paso entre el follaje, pero eran barridos sin piedad por el fuego francés. Para colmo, en medio del desastre no había forma de hacerles llegar escaleras a los asaltantes, de manera que los pocos que conseguían sortear el fuego enemigo y se lanzaban a escalar los muros, eran eliminados a tiros nada más llegar arriba. Contra toda esperanza, los franceses consiguieron rechazar a la fuerza asaltante con apenas 377 bajas entre muertos y heridos, infligiéndole 2000 víctimas al enemigo. A las seis de la tarde, cinco horas después de iniciado el ataque, los británicos ordenaron la retirada. Por cierto, en ningún instante hubo un intento serio por usar la artillería que los británicos habían traído con tanto esfuerzo río arriba.

Pero... nada impide tentar un nuevo y más meditado asalto al día siguiente, ¿verdad? Después de todo, los británicos aún disponían de abrumadora superioridad militar, ¿verdad...? Nopes. La siguiente orden de Abercromby no fue aprovechar la superioridad numérica para emplear alguna nueva táctica, sino... retirarse a toda marcha hacia el sur, con la velocidad propia de quien busca un baño después de beberse un jarro de jugo de papayas con ciruelas. De hecho, los británicos nunca le volvieron a confiar un mando militar, aunque en Inglaterra siguió ascendiendo (sin combatir, eso sí) hasta llegar a General. Los franceses, por su parte, ni siquiera intentaron aprender de su buena estrella, y no protegieron la gran cosa su preciado fuerte: al año siguiente en 1759 los británicos volvieron a atacarlo, y esta vez ni siquiera tentaron defenderlo, y lo abandonaron después de tratar de volarlo haciendo estallar su depósito de pólvora. Los británicos le cambiaron el nombre al Fuerte Carillon, llamándolo ahora sí Fuerte Ticonderoga, palabra de origen iroqués que significa algo así como "reunión de dos cursos de agua", o sea, afluente. El fuerte sigue existiendo el día de hoy, aunque perdido su valor estratégico (consecuencias de que Canadá no tenga agallas para invadir Estados Unidos), funciona como museo, y como pintoresco recordatorio de una de las operaciones militares más imbéciles de todos los tiempos.

domingo, 1 de julio de 2012

Los suizos hacen escabechina de caballeros en Morgarten.


Usualmente se suele considerar la Batalla de Azincourt, librada en 1415 entre la caballería francesa y los arqueros ingleses, como el punto pivotal en que el arte de la guerra europea dejó definitivamente en el camino a los pesados y cada vez más ineficientes caballeros, en beneficio de una infantería renovada. Y sin embargo, ya venían existiendo síntomas desde a lo menos un siglo antes de que los días de la caballería estaban contados. La Batalla de Morgarten fue librada exactamente un siglo antes, en 1315, y ayudó a consolidar la reputación de los suizos como guerreros temibles, reputación que mantendrían gloriosamente durante los dos siglos siguientes, por lo menos hasta que quedaran sobradamente en evidencia durante la Batalla de Bicocca, a la que ya nos referimos en Siglos Curiosos. Pero volviendo a Morgarten...

Hagamos un poco de historia. Aunque la Casa Habsburgo es conocida por haber regido Alemania, Austria y España, sus orígenes hereditarios están en la actual... Suiza. Dicho país no existía como entidad política independiente, subsumida entera dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, hasta que en 1291 surgió una confederación de cantones que buscó secesionarse del Imperio. Puede que los dominios suizos no fueran exactamente los núcleos más productivos del Imperio o de la Europa de su tiempo, pero controlaban algunos pasos vitales que conectaban las tierras imperiales con Italia. Después de la muerte de Federico Barbarroja en 1250, las cruzadas imperiales en Italia parecían acabadas, pero los Habsburgo (que se habían confirmado en el trono imperial en 1273) aún tenían interés en dichos territorios, y el surgimiento de Suiza era un estorbo geopolítico considerable. Después de algunas tensiones irresolutas, en 1314 estalló una guerra civil entre dos pretendientes al trono imperial. Los suizos tomaron partido CONTRA la Casa Habsburgo, de manera que Leopoldo el Duque de Austria emprendió una campaña militar contra ellos. Con los resultados sabrosamente desastrosos que referiremos.

Leopoldo tuvo la peregrina ocurrencia de subir a las montañas suizas con la caballería al frente. Para colmo, Leopoldo no parece haber intentado siquiera enviar reconocimiento previo de la ruta. La misma era estrecha, y tenía a un lado la montaña y al otro el lago Egri. Por lo tanto, para avanzar los caballeros debieron marchar en fila. Para los suizos fue pan comido: les bastó con hacer rodar piedras hasta un recodo del camino para bloquearlo, defender el bloqueo con un pequeño destacamento, y a esperar.

Cuando la vanguardia de la caballería se encontró con el obstáculo, no pudo volver grupas o retroceder, porque los caballeros más atrás en la fila, ignorantes de lo que ocurría, seguían avanzando. Esa masa confusa de caballeros fue atacada entonces por rocas arrojadas desde lo alto, y por piqueros suizos armados con alabardas que atacaron desde arriba a todo el flanco de la línea de caballeros. Los mismos, imposibilitados de cargar montaña arriba, de seguir a través del bloqueo, o de retroceder sobre el resto de su propia caballería, sufrieron dos destinos posibles: o bien fueron aplastados por las rocas o ensartados por las alabardas suizas, o bien fueron empujados contra el lago y perecieron ahogados por el peso de sus armaduras. Leopoldo retrocedió con toda su infantería, la que ni siquiera llegó a prestar batalla, mientras que toda su caballería, unos 2000 jinetes, fue brutalmente masacrada. Leopoldo al menos tuvo la decencia de dar pelea mientras trataba de sacar a sus hombres del atolladero, y salió vivo y libre de la ordalía, sólo para... poder ser derrotado en otras batallas después (dicho muy en serio, el hombre era un imán de derrotas), y perecer finalmente una década después, con unos 35 años de edad.

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