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jueves, 31 de mayo de 2012

La endogamia que parió a Carlos II.


Es un tópico común, tratándose de Historia de España, señalar que las taras médicas con las que cargaba el pobre Carlos II de España (monarca entre 1665 y 1700) son producto de la endogamia practicada durante dos centurias al interior de la Dinastía Habsburgo (de la que Carlos fue su último representante en España, porque entre otras afecciones físicas y mentales, era impotente). ¿Hasta qué punto esto era así? Un simple repaso a las relaciones de Carlos II con sus antecesores en la corona hispánica resulta iluminador al respecto.

Carlos II era hijo de Felipe IV (reinó entre 1621 y 1665). Pero la madre de Carlos II, doña Mariana de Austria, era hija de María Ana de Austria, que a su vez era hermana de Felipe IV. O sea, dicho en otros términos, Felipe IV era a la vez padre de Carlos II (por línea paterna), y también tío abuelo (por línea materna). Si lo encuentran complejo, vayan acostumbrándose porque esta es la relación más sencilla de todas. De hecho, no vamos a detallarlas absolutamente todas porque sería inmanejable dentro de los límites de este posteo.

Felipe IV a la vez era sucesor de Felipe III (1598-1621). Este Felipe III era a la vez abuelo de Carlos II (a través de Felipe IV), y también bisabuelo (a través de María Ana y Mariana de Austria). Una generación antes tenemos a Felipe II (1556-1598), quien en línea directa era bisabuelo de Carlos II (a través de Felipe III y Felipe IV), pero también era su tatarabuelo (a través de Felipe III, María Ana de Austria y Mariana de Austria)... y agárrense, además era su tío tatarabuelo porque Felipe II era también tío abuelo de su hijo Felipe III (la madre de Felipe III era Ana de Austria, que a la vez era hija de María de España, que era hermana de Felipe II). A estas alturas del partido, si no quieren estar completamente perdidos, harían bien en sacar un lápiz y un papel para trazar el árbol genealógico, y entender así gráficamente esta maraña de padres, abuelos, tíos, etcétera.

Sigamos aún más arriba. El padre de Felipe II era el celebérrimo Carlos I de España (1516-1556) y V de Alemania (1519-1556). Contemos en cuántas generaciones era ancestro Carlos I de Carlos II: cuatro (o sea, tatarabuelo, a través de Felipe IV, Felipe III y Felipe II), cinco (reemplazando a Felipe IV por María Ana y Mariana, o bien reemplazando a Felipe II por Ana y María), o seis (reemplazando a ambos monarcas por las líneas femeninas ya señaladas).

Y ahora sí que se pone buena la cosa: vamos a subir otro nivel más, hasta Felipe el Hermoso y Juana la Loca, ambos los padres de Carlos V. Aquí, reseñar los linajes escapa de los límites del posteo, por una sencilla razón: ellos no sólo son ancestros de Carlos II por las líneas que hemos reseñado (la línea paterna), sino también por la línea materna, la de Mariana de Austria. De hecho, Mariana de Austria desciende de TRES hijos de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, que por lo tanto eran hermanos entre sí: de Carlos I, del Emperador Fernando I, y de Isabel de Austria. Un conteo simple permite decir que se puede llegar por ascendencia de hijos a padres, desde Mariana de Austria (madre de Carlos II, recordemos) hasta Felipe el Hermoso y Juana la Loca, nada menos que a través de ¡¡¡nueve!!! líneas genealógicas distintas, maternas y paternas. A las cuales debemos sumar cinco líneas más por el lado paterno, para llegar a la fantástica suma de 14 LÍNEAS GENEALÓGICAS que conducen desde Felipe el Hermoso y Juana la Loca hasta Carlos II (si ningún ancestro se repite, obviamente sólo podía haber una línea genealógica que condujera desde el ancestro hasta su descendiente...).

Terminemos con un breve cálculo matemático. Se supone que cada persona tiene dos progenitores, y cada uno aporta la mitad del material genético (50%). Si los progenitores no se repiten, entonces en cada generación hacia atrás se duplica la cantidad de progenitores (2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos...) y consecuentemente se demedia la cantidad de material genético (50% por cada padre, 25% por cada abuelo, 12,5% por cada bisabuelo...). Ahora bien, si un mismo progenitor se repite, obviamente va a aportar material genético en el grado de ascendencia por todas las líneas le corresponda (por ejemplo, Felipe III al ser abuelo y bisabuelo de Carlos II aportó 25%+12,5% del material genético de su nieto/bisnieto, o sea, un 37,5% en total). Siguiendo este razonamiento, si sumamos lo que cada linaje que lleva desde Carlos II hasta la dupla conformada por Felipe el Hermoso y Juana la Loca sumó al material genético de Carlos II (¡y si las cuentas están correctas!), resulta que dicho matrimonio aportó nada menos que un 40,625% del material genético de Carlos II (o sea, un 20,3125% por parte de Juana y lo mismo por parte de Felipe). En condiciones normales, a cinco generaciones de distancia esa cantidad debería haber ascendido apenas a 6,25%, a seis generaciones a 3,125%, y a siete a un irrisorio 1,5625%. Dicho en otros términos, tanto Felipe el Hermoso como Juana la Loca aportaron cada uno casi tanto material genético a Carlos II como si hubieran sido abuelos suyo cada uno, o sea, estando a dos generaciones de distancia, no a cinco, seis o siete (20% es casi el 25% que aporta cada abuelo). Considerando la no muy estable salud mental de Juana la Loca, además de algunos otros defectillos genéticos variados presentes en la Casa de los Austrias, no es nada de raro que en el pool genético del pobre Carlos II se haya juntado lo que en otros términos sería una pesadilla de laboratorio genético...

domingo, 27 de mayo de 2012

De cómo empantanar a las propias tropas.


En 1917, la guerra de trincheras en Europa llevaba tres años más o menos estancada. Se ha hablado hasta la saciedad de la incompetencia de los altos mandos en la misma, y de las espantosas carnicerías subsiguientes. Y en 1917 vino Ypres. Por tercera vez, en realidad, porque ya se habían intentado grandes operaciones militares en dicho territorio en 1914 y 1915. Esta vez, la Entente se preparó a conciencia para quebrar por fin las líneas alemanas. Sólo que "a conciencia" no significa que los viejos dinosaurios del sistema militar anglofrancés hubieran aprendido más. Hicieron lo que mejor pudieron, pero lo que podían con sus intelectos y sus rigideces mentales no era demasiado tampoco.

La operación entera estaba a cargo del General Douglas Haig. El amable lector podrá empezar a sentir un escalofrío si señalamos que su sobrenombre habitual era Carnicero Haig, si es que no lo conoce por nuestro posteo acerca de la Masacre de Loos. Preparado para otra batalla que probablemente iba a tomar meses de meses de meses, literalmente que comenzara en verano para terminar en invierno, recibió la noticia de que el clima de Ypres podía ser particularmente duro en otoño. En concreto, le señalaron que contara con apenas un par de semanas sin lluvia, y el resto iba a ser un cortinaje de agua chorreando a los soldados en las trincheras.

El problema es lo que percibieron algunos técnicos. La estrategia típica en la Primera Guerra Mundial era tratar de reventar las trincheras enemigas con un pesado bombardeo de artillería, y luego enviar soldados en oleadas a tratar de atacar cualquier punto débil en la trinchera enemiga. Y sin embargo, al cuartel general llegó un memorándum acerca de las condiciones del terreno. Los alrededores de Ypres son habitables única y exclusivamente debido a la labor de siglos de construcción de diques y canales: sin ellos, y con las lluvias de otoño, la región se convierte en un pantano. De hecho, por eso se construyeron los diques y canales en primer lugar. El documento venía respaldado con informaciones del departamento de "ponts et chaussées" del gobierno belga, nada menos, que como solariegos del lugar, algo debían saber al respecto.

Pero Haig decidió repetir el mismo esquema de artillería+infantería. La ofensiva comenzó con un diluvio de fuego que duró desde el 22 de Julio hasta el 31 del mismo mes: más de tres mil piezas de artillería disparando al unísono, 999 de ellas pesadas. Más de cuatro millones de proyectiles por un valor de 22 millones de libras esterlinas fueron arrojados sobre el enemigo. Sacando cuentas, cada metro cuadrado de terreno recibió CUATRO TONELADAS Y MEDIA de explosivos. El sistema de drenaje se fue al demonio. Llegaron las lluvias otoñales, y el ataque inglés fracasó en toda regla, con sus soldados perdidos en medio de una interminable sucesión de pantanos a los cuales fueron a morir una cantidad de hombres que los cálculos más moderados y apretados estiman en doscientos mil. Y lo peor: después de terminada la batalla, la situación militar seguía exactamente igual, sin variaciones. Y así seguiría siendo en el frente occidental durante otro desgraciado año más.

jueves, 24 de mayo de 2012

La masacre de Loos.


Loos fue una de las tantas ciudades del norte de Francia que, durante la Primera Guerra Mundial, quedaron reducidas a apenas poco más que escombros. Para las fuerzas francobritánicas, parecía vital recuperar el bastión de manos alemanas, en ese tan interminable como en definitiva casi inútil empuja que te empuja que con tan macabras consecuencias caracterizó a la conflagración. Finalmente, el ataque quedó agendado para el 25 de Septiembre de 1915. El hombre a cargo era Douglas Haig, un cincuentón yeta que se las arregló para estar presente no sólo en la matanza de Loos, sino también en la Batalla del Somme: no en balde se ganó el apodo de Carnicero Haig, por su eximio talento para ser más peligroso para la salud y la vida de sus tropas que el mismísimo enemigo. En este caso, Haig llegó con una idea "brillante": utilizar tropas novatas para el ataque clave. Cuando otro alto mando le trató de hacer ver que quizás tropas sin mucho entrenamiento y sin nada de experiencia podrían acabar fertilizando el campo de batalla, él respondió con lógica tan impecable como desconcertante: "con el entusiasmo de la ignorancia se abrirán paso a través de las diversas líneas alemanas". Haig pidió dos divisiones británicas completas para su cometido, las que trataron de negárselas una y otra vez, hasta que por uno u otro motivo, no tuvieron más remedio que entregárselas. La suerte estaba echada.

Repasemos un poco la metodología propia de la guerra de trincheras. Como el gran parapeto de los soldados eran la trinchera y el alambre de púas, lo usual era bombardear la posición enemiga tan duramente como se pudiera, a fin de romper la línea defensiva en alguna parte y abrir algún hueco por donde la infantería pudiera meterse. Usualmente no resultaba, o resultaba demasiado caro (por eso la guerra duró cuatro años, por supuesto, y este equilibrio del terror sólo fue roto por la llegada de los primeros prototipos de tanque al campo de batalla), pero era la única manera de forzar al enemigo a través de su línea. Por cierto que los soldados de uno y otro bando habían aprendido: cuando venía una oleada de cañonazos corrían a esconderse en las trincheras, con la esperanza de que no les llegara un proyectil a ellos, y cuando el cañoneo cesaba, corrían a las ametralladoras para barrer al enemigo. Protocolo que, por supuesto, hacía aún más difícil romper la línea enemiga. Esto debería haber sido el procedimiento estándar el 25 de Septiembre de 1915, pero...

En primer lugar, las tropas destacadas para la acción no llevaban ni dos semanas en Francia, y además había escasez de oficiales. Los oficiales del Estado Mayor, por su parte, ni siquiera disponían de mapas a gran escala de la región. El primer día de ataque había resultado infructuoso, pero Haig estaba reservando su arma definitiva, los bisoños, para el ataque estrella del día siguiente, el 26. Pero las piezas humanas de su Doomsday Machine estaban empapadas y sin alimento caliente, además de faltos de sueño. Su inexperiencia permitió engañarlos, diciendo que iban a batir sólo a un ejército desmoralizado que estaba prácticamente en retirada. Mentira cochina, por supuesto. Los británicos habían previsto usar gas cloro (sí, los malvados alemanes no fueron los únicos en tentar la guerra química durante la Primera Guerra Mundial), pero sus inciertos resultados cancelaron los planes (que a veces el gas se ponía veleidoso y se regresaba a las tropas propias, seamos claros). Además, se negaron a una segunda ronda de bombardeos debido a la escasez de proyectiles (palabra clave en toda esta desventura: escasez). En resumen, cuando fue lanzado el ataque, se suponía que tropas sin ningún entrenamiento iban a cruzar a campo abierto a plena luz del sol sin protección de artillería, para tratar de tomarse posiciones alemanas defendidas hasta los dientes, parapetadas detrás de un enredo interminable de alambre de púas. Así de lunático como suena, así de lunático es como se ejecutó. O como se intentó ejecutar, al menos.

Hubo un breve bombardeo de artillería que no sirvió para nada, y luego de cuarenta minutos de silencio, salieron las dos divisiones condenadas al matadero. Un reporte alemán los describe así: "(...) ofreciendo un blanco como nadie antes había podido imaginar o ver. Nunca habían tenido los ametralladores un trabajo tan sencillo ni nunca lo habían realizado con tanta eficacia. Sus disparos barrían de un lado a otro las filas enemigas, incesantemente". Los pocos hombres que conseguían llegar hasta la muralla de alambre (un metro de alto, pero cinco de ancho) tenían tijeras incapaces de cortar un alambre tan grueso, y mientras unos se clavaron y cortaron tratando de cruzarlas, otros recorrieron la línea arriba o abajo tratando de encontrar un hueco. Ni qué decir cuán fácilmente barridos fueron éstos. Los propios alemanes estaban tan desconcertados, que cuando los británicos acertaron por fin a dar toque de retirada de su ataque tan inútil, ni siquiera intentaron ametrallarlos por la espalda. En esa jornada, cerca de 8000 tropas británicas fueron ametralladas, mientras que los alemanes no sufrieron ni una sola baja. Al final, Loos terminó cayendo en manos británicas, pero casi tres semanas después, y a un precio horripilante: por cada baja de los derrotados, hubo dos por parte de los vencedores...

domingo, 20 de mayo de 2012

Doblemente mediterráneos.


Aunque usualmente se lo asocia al muy histórico Mar Mediterráneo, la palabra "mediterráneo" en genérico puede referirse a cualquier cosa que está en el interior de un territorio o en medio de la tierra, como su etimología lo indica. En este posteo hablaremos de países mediterráneos, pero no en el sentido habitual de países con costa al Mar Mediterráneo, sino en el de países sin acceso al mar. O sea, no hablaremos de España, Italia o Grecia, que son países mediterráneos en el sentido de acceso al Mar Mediterráneo, pero no países mediterráneos porque... bueno, tienen acceso al Mar Mediterráneo, justamente. Aunque según la navegación a través de la crisis del 2012, es posible que tanto España como Italia y Grecia dejemos además de considerarlos como países en lo absoluto, así como van hundiéndose no sólo habrá serán las ruinas de Venecia las que visitaremos con submarinos en el siglo XXI. Pero humorismo geopolítico cruel aparte, vamos a lo nuestro. La mayor parte de los países del mundo que son mediterráneos, son vecinos de a lo menos un país con salida al mar. Por ejemplo, los dos países mediterráneos sudamericanos que son Bolivia y Paraguay, ellos limitan con otros países que sí tienen salida al mar (de hecho, todos sus vecinos lo tienen, salvo ellos mismos... Bolivia y Paraguay son vecinos, así es que cada uno es la excepción mediterránea entre los vecinos del otro. Espero no estarlos confundiendo). O sea, bolivianos y paraguayos cruzan una sola frontera (que no sea la frontera bolivianoparaguaya, claro), y ya están en un país con salida al mar. Pero hay otros países que cruzan la frontera, cualquiera de sus fronteras... y se encuentran metidos dentro de OTRO país mediterráneo. Eso sí que es mala pata, país sin vista al mar que además tiene vecinos ídem. A éstos, para efectos del posteo, los llamaremos doblemente mediterráneos. Y éstos son... atención, acá va la historia.

Es difícil hacer el censo de países que sean mediterráneos o no antes del siglo XIX, por la sencilla razón de que aún quedaban vastas regiones terrestres (Africa y Asia, típicamente) sin ningún Estado en el sentido moderno del término, y que eran gobernados por jefaturas o cacicazgos de distinto tipo, sin que nadie echara de menos a políticos corruptos y otros portentos de la civilización. El actual orden internacional en que se repartió el mapa como las lonjas de una torta, fue construido gracias a que los imperios coloniales europeos se apoderaron más o menos de todo el planeta y crearon el actual orden geopolítico internacional que conocemos (sí, se repartieron la torta y el cuchillo de partir era europeo, pero éste es un posteo de geografía, no de ética política, así es que no nos metamos con el tema de la legitimidad del imperialismo y otras cosas: el régimen llegó para quedarse, sea como sea, y aquí estamos). Además, antes del siglo XIX el continente más, er, entendido con sus relaciones fronterizas, que era Europa como buena cuna de los Estados Nacionales, tenía más de algún doblemente mediterráneo, sobretodo porque Alemania estaba repartida en un desparramo de estados, reinos, principados, electorados, obispados, principados-obispados, etcétera. Pero en 1871 el Canciller alemán Otto von Bismarck, un tipo tan importante que hasta aparece en los juegos de Civilización de Sid Meier y todo, creó el Segundo Reich, y con ello desaparecieron todos los doblemente mediterráneos, porque todos los países mediterráneos del mundo tenían como vecinos a, a lo menos, uno que tuviera salida al mar. Si están pensando en Liechtenstein, que es fronterizo con Suiza y Austria, olvídenlo: en esos años, Austria como buen Imperio Austríaco (bueno, Austro-Húngaro desde 1867) sí tenía salida al mar, en concreto al Mar Adriático (que a la vez es un brazo marítimo del Mar Mediterráneo... todo se conecta).

Pero ahí no se termina el asunto. Estalló la Primera Guerra Mundial, las naciones europeas fueron a la guerra (Liechtenstein no, los liechteinsteinianos son civilizaditos), y al Imperio Austro-Húngaro se lo rajaron como un chancho en matadero. Liechtenstein quedó atrapado entre Suiza y Austria... y ahora sí que ambas naciones eran países mediterráneos, lo que convirtió a Liechtenstein en el primer país del moderno sistema geopolítico internacional en ser doblemente mediterráneo (no es que les afecte mucho una eventual economía de exportaciones: la cantidad de territorio que tienen es demasiado miserable para desarrollar una industria extractiva o productiva en forma, de manera que se defienden por la vida creando un, ehm... "régimen ventajoso" para las compañías y la banca internacional. Ya saben a lo que me refiero). Este estatus duró desde 1918 hasta 1938, ya que en ese año Austria fue anexada a Alemania, y por lo tanto, Liechtenstein tuvo de nuevo un (incómodo y hambriento) vecino con salida al mar. Pero en 1945, por razones bastante obvias, Liechtenstein volvió a su condición estelar en los libros de geografía de ÚNICO PAÍS DOBLEMENTE MEDITERRÁNEO DEL MUNDO. Condición que ha conservado hasta ahora... aunque ya no es el único, por cierto. O sí. A según el punto de vista. Veamos.

En la misma década de 1860 en que Otto von Bismarck edificaba guerra a guerra su Segundo Reich, con el loable objetivo de eliminar dobles mediterraneidades del mapa (también por la gloria y el prestigio de la raza germana, pero eso es secundario para nuestro posteo, claro), los rusos hacían lo propio con los kanatos de Asia Central. Sí, kanatos en el mismo sentido que Genghis Khan (pero sin la espectacularidad del mongol). Entre las víctimas hubo varios que quizás eran doblemente mediterráneos, pero jamás lo sabremos con precisión porque ni ellos tenían demasiado claras sus fronteras. Los rusos conquistaron el Asia Central, después vinieron los soviéticos... y cuando la Unión Soviética se desplomó en 1991, surgió de entre sus cenizas... un SEGUNDO país doblemente mediterráneo. En concreto, Uzbekistán. Que para hacerlo el más difícil, no tiene dos vecinos como Liechtenstein sino CINCO, cuéntenlos, miren, CINCO todos ellos mediterráneos: Afganistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán. Aunque este caso es más discutible, porque dos de esos países (Kazajistán y Turkmenistán) tienen salida al Mar Caspio. Y ya sabemos lo triste y mortificado que está el pobre Mar Caspio, presa de crisis de identidad, porque los geógrafos no terminan de informarle a ese señor cuerpo de agua sobre si es un mar o un lago. Si resultare que le extienden certificado de mar, entonces Uzbekistán sería un país mediterráneo, pero no doblemente mediterráneo, y por lo tanto Liechtenstein se coronaría como un país único en su tipo (esto ya parece capítulo de Hetalia). Pero si resultare que el Mar Caspio en realidad es un gran lago, entonces Uzbekistán sí que contará como el segundo país doblemente mediterráneo de la Tierra. Yo no sé ustedes, pero estoy seguro de que ese dilema existencial esta noche no me dejará dormir...

jueves, 17 de mayo de 2012

Países rodeados por un solo país.


La mayor parte de ustedes han tenido que aprenderse en algún minuto de las vidas cuáles son los países fronterizos. En el caso chileno, el listado va de norte a sur: ¡¡¡PERUUUUUÚ... BOLIIIIIIVIA... ARGENTIIIIIINAAAAAA!!! Y también viene la cantinela de "al norte... al sur...". En el caso chileno, la letanía es "al noooooorte limita con Perú, al eeeeeeste con Bolivia y Argentina, al oeeeeeeste con el Océano Pacífico, al suuuuuur con la Antártica" (bueno, está la situación media patuleca de la Antártica chilena, pero eso es otro cuento). Lo anterior sirve para traer a colación que los océanos, o mejor dicho la ausencia de ellos, juega un papel importante en este posteo. Porque este posteo se trata de los países que están rodeados íntegramente por un solo país, de manera que para salir del mismo deben forzosamente cruzar territorio terrestre (o aéreo, como proyección del terrestre) de dicho país. O sea, cuando les enseñan geografía en el cole, esos alumnos contestan: "al norte nuestro vecino, al sur el mismo vecino, al este el susodicho vecino, al este el vecino del que ya se ha hecho mención" o similar. Por eso para este posteo no valen países con salida al mar: Mónaco tiene un solo país limítrofe (Francia), pero tiene salida al Mar Mediterráneo, así es que un monegasco o un turista en Montecarlo teóricamente podría embarcarse y terminar en cualquier otro país con puertos marítimos del mundo (quizás pasando por aguas territoriales de otra nación, claro, pero no nos vamos a complicar la vida tanto tampoco, que no me pagan a palabra el posteo). Ni valen países sin salida al mar pero con dos o más vecinos, como Andorra por ejemplo (vecino de España y Francia). Y entonces, bien, ¿cuántos son los países del mundo que están rodeados por UN solo país, TODO un solo país y NADA MÁS que un solo país? La respuesta son, al momento de escribir este posteo: TRES. Y como este es un blog de Historia, entonces aplicaremos eso de que antigüedad constituye grado, y partiremos por el más longevo de estos patriarcas desafortunados sin mar y sin pluralidad de vecinos.

Como muchos desafortunados países europeos que a diferencia de los americanos tienen bien clara su fecha de independencia respecto de los machos que los han colonizado en primer término, nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo considerar independiente a San Marino. En realidad, los sanmarinenses nunca se independizaron de nadie. Simplemente un tal Marino, de profesión u oficio monje, en tiempos de la persecusión del Emperador romano Diocleciano a inicios del siglo IV se instaló a fundar un monasterio en alguna montaña retirada de Italia, sin intención de hacerse independiente ni nada. Pero unos siglos después el Imperio Romano se derrumbó, alrededor del monasterio creció la ciudad de San Marino, nadie los molestó porque el terreno era de difícil acceso y no tan estratégico para tomarse la molestia, ellos tampoco se lanzaron a nada expansivo... y se las arreglaron para sobrevivir milenio y medio incluso a la unificación italiana, cosa que ni los Estados Pontificios lograron. En la hora decisiva, resulta que como muchos patriotas italianos perseguidos después de la fracasada revolución de 1848 encontraron cobijo en San Marino, el unificador italiano Garibaldi les devolvió la mano a los sanmarinenses, y respetó su independencia, negándose a unirlos a Italia. Y como no tienen acceso a la costa y están rodeados enteramente de Italia, San Marino es nuestro primer país rodeado íntegramente por un solo otro país.

El siguiente caso es... sí, adivinaron. Con la Iglesia hemos topado, Sancho. Volvamos a donde dejamos la narración anterior. Italia se unificó en 1860, los Estados Pontificios resistieron hasta 1870... y luego el Papa depuso las armas porque los italianos, cansados de los privilegios territoriales pontificios, ya estaban por tomarse al asalto la Città Eterna. El Papa se recluyó en Castelgandolfo, y como niñito porfiado, empezó a barruntar que era una falta de respeto que le hubieran robado sus bienes raíces, que con qué derecho, que qué diría el Buen Jesús de eso... (buena pregunta). La cuestión romana duró su buen medio siglo y más, hasta que ascendió al poder cierto caudillo llamado Benito Mussolini, quien veía con buenos ojos que la Iglesia Católica apoyara la causa del Fascismo. En 1929 por lo tanto se suscribió el Tratado de Letrán, en que se le concedió al Papado un nuevo Estado soberano: la Ciudad del Vaticano. Con miserables 0,44 km2, una nada en comparación a los antiguos Estados Pontificios que cruzaban la península italiana de mar a mar a todo lo ancho, pero bueno, peor es mascar lauchas... Así surgió nuestro actual segundo país rodeado íntegramente por un solo otro país. No sólo rodeado por un solo país, sino rodeado por una sola CIUDAD, ya que Ciudad del Vaticano está encajada dentro de Roma. Y por cierto, incidentalmente, podemos observar la afición de los italianos a dejarse horadar el territorio patrio, que de los tres lugares de este conteo, Italia se ha llevado dos...

Para el siguiente caso, debemos viajar a Africa. Más o menos por el surcito. A inicios del siglo XIX, un rey llamado Moshoeshoe I unificó a varios tribus de nativos basutos, y creó lo que los libros de geografía y de aventuras estilo Tarzán antiguos llamaban Basutolandia. Pero a medida que los colonos europeos y los nativos se organizaban para luchar unos con otros, Basutolandia quedó rodeado de los colonos británicos al sur por un lado, y los bóers al norte por el otro. Los británicos aplicaron su clásica diplomacia de cargar cajas de civilización y de rifles, y ante argumentos tan humanitarios, los basutos vieron con buenos ojos eso de no ser tan africanos y europeizarse un poco, así es que pidieron por "propia" y "libre" voluntad acogerse a protectorado británico. Algún tiempo después, Orange y Transvaal, los dos estados bóers del norte, cayeron en manos británicas. Cuando Sudáfrica se independizó, Orange y Transvaal siguieron anexas a ésta. Por lo tanto, cuando la antigua Basutolandia vino a independizarse de lleno y se convirtió en el Reino de Lesotho, en 1966, estaba rodeado de fronteras con Sudáfrica por los cuatro costados. De manera que Lesotho es nuestro tercer país rodeado íntegramente por un solo otro país.

domingo, 13 de mayo de 2012

Los primeros periódicos de Quillota.


No sé cuánto exactamente calce el contenido de este artículo con el resto de Siglos Curiosos, pero el instinto me dice que intente el salto. Después de todo, esta clase de minucias históricas no son conocidas ya no digamos por los extranjeros, sino incluso por los chilenos, de manera que no sobra dar vuelta la tienda entera para encontrarse con esta clase de cosillas. Porque un profesor e investigador llamado Augusto Poblete, según él mismo nativo de Los Angeles pero aparentemente afincado en Quillota, lanzó en 1989 un libro llamado "Quillota: Sus escritores, su pasado y su gente", una interesante compilación de crónicas acerca de dicha ciudad en que menciona entre otras cosas los orígenes de la prensa en tal localidad. ¿Y qué es Quillota?, se preguntarán mis lectores extranjeros. Bien, Quillota es una ciudad de la Quinta Región de Chile (como Valparaíso o Viña del Mar), capital de la provincia de Quillota precisamente, y aunque provinciana, una ciudad que ha ido creciendo hasta irse tragando poco a poco en una miniconurbación a La Calera, La Cruz e Hijuelas.

Pero al asunto. Aunque habitada desde antes de la invasión incaica, el Valle de Quillota no fue oficialmente una ciudad hasta 1717 (desde el siglo XVI los españoles se habían instalado, pero como encomenderos, no como vecinos), y desde entonces, aunque siempre ha tenido importancia administrativa, fue una ciudad relativamente pequeña hasta incluso finales del siglo XX, en comparación a las grandes urbes de Valparaíso, Santiago o Concepción. Por eso, sorprende en cierta medida que la actividad periodística comenzó con enorme fuerza nada menos que el 15 de Abril de 1874, fecha en que José Nicolás Morán publicó el primer número de "El Correo de Quillota". En realidad el diario era más bien un folleto de 51x32 centímetros, y apenas cuatro páginas, pero cuenta como periódico de todas maneras: era un semanario que desde su número 14 aumentó la frecuencia a dos ediciones por semana, los Jueves y Domingos (¡como Siglos Curiosos! ¡Todo se conecta!). Como todo periódico que se precie de tal, El Correo de Quillota proclamó desde el comienzo su independencia política, la que pronto se desvaneció para favorecer al liberalismo de Aníbal Pinto (que va a ser Presidente de Chile entre 1876 y 1881, y al que le tocó declarar la infausta Guerra del Pacífico). Como nota curiosa, digamos que el periódico iba a llamarse "El Pelícano", debido a la asociación de dicha ave con la ciudad (la procesión de Viernes Santo se conoce popularmente como Procesión del Pelícano en dicha ciudad, por la forma de la urna en que se recibe al Crucificado). Y como segunda nota curiosa... el papel del periódico venía desde una fábrica en la cercana localidad de Limache.

El 19 de agosto del mismo 1874 (¡apenas cuatro meses después!) apareció por supuesto un periódico de tendencia política contraria, llamado "El Pueblo de Quillota", que apoyaba a Benjamín Vicuña Mackenna (en esa fecha intendente de Santiago, y protagonista de una fallida candidatura presidencial en 1876). La extensión era la misma: un folleto de cuatro páginas. Duró apenas 227 números, y se acabó en septiembre de 1878 (El Correo, por el contrario, duró hasta 1903). Al poco surgieron "El Cóndor" (1877) y "El Defensor de la Ley" (1879), cuyos pintorescos nombres no les aseguraron más que una corta vida. Para 1891 había una floreciente actividad periodística en la ciudad (bueno, de folletos, diríamos hoy en día), pero en dicho año estalló la guerra civil contra el Presidente constitucional José Manuel Balmaceda, y todos los periódicos se fueron a pique, con la visible excepción del ya mencionado y decano El Correo de Quillota, que fiel a su tendencia liberal, apoyaba a Balmaceda así como antes a Aníbal Pinto. Pero después de los trastornos de la guerra civil, la actividad periodística en Quillota siguió como siempre: cuando El Correo se acabó en 1903, habían ¡siete! en circulación.

Hemos dejado para el último un detalle propio de la prensa del siglo XIX, que se ha perdido en la del XXI: la publicación de obras literarias. Una cantidad de la obra literaria de los poetas locales de la época está recogida en dichos periódicos, esperando la labor de rescate para la posteridad de algún esforzado que se sumerja en ese submundo literario. Y no podía faltar la caza de lectores mediante el recurso del folletín decimonónico con "continuará". A pesar de su escuálida extensión, El Correo se las arregló para incluir "Un drama íntimo" de un tal Moisés Vargas Gómez, mientras que su competencia El Pueblo incluyó uno con un título también pintoresco, que ya abre el apetito para leerlo: "El violín del diablo"...

jueves, 10 de mayo de 2012

Carbón de Inglaterra y carbón de Concepción.


Como país surgido del alzamiento del mar hace millones de años, y con la Cordillera de los Andes a las espaldas, es lógico que Chile esté enormemente surtido de riquezas mineras. Una de éstas es el carbón, y la región productora más grande de éste se encuentra en la zona de Concepción y Lota.

Los indígenas conocían la existencia del carbón y lo utilizaban para cocer sus alimentos, pero los españoles ávidos de plata y oro no prestaron mayor atención. Recién en el siglo XIX, iniciada la Revolución Industrial y expandiéndose la máquina de vapor, la atención de los chilenos empezó a volverse hacia sus depósitos carboníferos. No en balde, a los puertos chilenos empezaban a llegar naves impulsadas por el carbón, que obviamente debían repostar, y además las fundiciones mineras del Norte Chico ya estaban arrasando con todos los bosques y necesitaban una nueva fuente calorífica con urgencia. Pero apunta Mary Graham, viajera inglesa que estuvo en Chile durante la década de 1820, que "el carbón de Concepción, a pesar de su abundancia y buena calidad y estar situado a 300 millas de distancia, cuesta en Valparaíso más caro que el que se trae de Inglaterra"...

La edad dorada del carbón en Lota partió en 1843, comprándose nuevas tierras (a los indios, a precio vil, claro está) y abriéndose nuevos piques y chiflones. Los trabajos se hacían con tecnología bastante rudimentaria, en parte porque los financistas desconfiaban del carbón chileno, y no se arriesgaban a invertir en él. Hacia 1850, para poder darle salida al carbón chileno, había que mezclarlo con el carbón inglés, en proporción de 2 partes de inglés por una de chileno... Los empresarios del carbón incluso debieron recurrir a campañas publicitarias para que el público se atreviera a confiar en el carbón chileno.

En 1851 comenzó la era de los ferrocarriles en Chile, que en esa época eran por supuesto máquinas a vapor, y con esto el consumo de carbón se disparó. Por simple ley de oferta y demanda, los empresarios ferrocarrileros debieron empezar a comprar cantidades crecientes de carbón chileno, y con esto, la paradójica situación de que dos carbones de calidad similar, pero prestigio diferentes, se vendieran a precios y en cantidades también diferentes, terminó corrigiéndose por sí misma.

domingo, 6 de mayo de 2012

Kotama Okada la luz que llegó a Japón.


Si algo tuvo el siglo XX con sus grandes convulsiones sociales, es que los mesías e iluminados emergieron como setas. Uno de ellos fue Kotama Okada, fundador de una religión llamada Mahikari, palabra japonesa que vendría a significar algo así como "luz verdadera". Porque por alguna razón, todos los que claman ser la luz de esto o aquello, lo son de verdad, ninguno se proclama como la luz falsa o algo así. En fin.

El caso es que Kotama Okada nació en 1901, y tuvo una carrera variopinta que lo llevó desde la Guardia Imperial hasta el mundo de los negocios, en donde terminaría por arruinarse. O no, porque después, sea que lo creyera de verdad o que todo fuera un timo, se convirtió al negocio más grande de todos: la religión. Porque en 1959 se le aparece nada menos que Dios, que le entrega una serie de nortes acerca de cómo ha creado la Creación, etcétera. Lo de siempre con los mesías, vamos.

Ni corto ni perezoso, Kotama Okada crea una religión llamado Mahikari, que es ante todo un culto de sanación. Un punto importante del culto, por supuesto, es considerar a Kotama Okada como el mesías, o lo que sea su equivalente en una religión oriental. Aunque mezcla elementos shintoístas y chamánicos, no pierde el tiempo en tentar una expansión agresiva por todo el mercado, proclamándose sucesor de Moisés, Jesús y Mahoma, a ver si algún abrahámico cae por ahí. La Humanidad materialista está condenada, y Kotama Okada está a cargo nada menos que de salvar a la misma, transmitiendo la purificación a través de la luz divina de la palma de la mano. Por supuesto que fuera del culto no hay salvación, sólo los purificados serán felices y salvos.

El mesías falleció en 1974, y de inmediato se suscitó el cisma. Kotama Okada había designado a un sucesor, pero apenas el mesías estaba fiambre, su hija Keiju Okada saltó al ruedo y dijo que en realidad ella era la verdadera sucesora del culto. La cuestión fue debatida en un lugar tan poco teológico y mesiánico como un prosaico tribunal de justicia, que le dio la razón al sucesor designado por Kotama Okada, quien siguió adelante con la religión. Keiju Okada, no resignándose a dicha suerte, fundó entonces su propia religión de la luz divina transmisible a través de la palma de la mano, en competencia con el tronco principal de la religión de la luz divina transmisible a través de la palma de la mano. Y así continuó existiendo esta religión o secta, como lo quieran ver, escindida en dos, algo que sin duda Dios no fue capaz de prever cuando se reveló a sí mismo en 1959...

jueves, 3 de mayo de 2012

El primer Cristo inglés registrado.


Aunque en lugares como Francia e Italia los mesías medievales han hecho nata durante la Edad Media, por alguna razón habrá que esperar nada menos que hasta la Inglaterra isabelina para que surja un auténtico Cristo inglés nativo, al menos en lo que a los registros históricos tenemos constancia. Bueno, un mesías inglés a lo menos. Pero más tarde o más temprano iba a ocurrir, y sucedió: William Hacket entró en escena. Y la historia de su delirante conspiración es digna de que le dediquemos un posteo. Hacket era sirviente en la casa de un gentilhombre inglés, y decidido a buscar su fortuna, renunció a su puesto y se dirigió a Londres, lugar en donde se encontró con Gilles Wittington, un sacerdote expulsado de la Iglesia por sostener opiniones demasiado sospechosas de calvinismo. Corre el año 1591, y este encuentro será la materia con la que se forjan los sueños. Los sueños deschavetados, en este caso.

Hacket y Wittington hicieron negocios juntos, parece ser, mientras que el segundo instruyó al primero sobre los misterios del Calvinismo, y por qué dicha secta es la mejor de todas. Habida cuenta de la afición que tienen los hombres de negocios por las doctrinas de Calvino, según las cuales la riqueza es un signo del amor de Dios... En fin, reflexiones aparte. Wittington introdujo entonces a una tercera persona dentro del círculo. Se trata de Edmund Coppinger, un corredor que ha creado un plan maestro para convertir a la reina Isabel I de Inglaterra y a todo el país de paso, a la verdadera fe del Calvinismo. A partir de este punto, los hechos se precipitarán.

Hacket empezó a embriagarse con la idea de volver calvinista a Inglaterra, y se plantea que si la reina se niega a la conversión, pues habrá que forzarla a ello. Sus aspiraciones no eran poca cosa, ya que Hacket se nombró a sí mismo Rey de Europa. Sus amigos, por su parte, fueron ungidos como profetas. Ya toda la tramoya mesiánica estaba lista, y sólo faltaba comunicarle al público que el Día de la Segunda Venida había llegado...

El 16 de Julio de 1591, el autoproclamado Rey de Europa ordenó a sus tres fieles (hay uno más que se sumó en el camino) que llevaran la buena nueva a los londinenses: Cristo ha vuelto para juzgar a la Tierra, y se encuentra en Londres. Los profetas salieron voceando las fulminantes noticias. Para no quedarse cortos, tuvieron la imprudencia temeraria de gritar también que la Reina de Inglaterra había traicionado a la nación, y por lo tanto debía abdicar a la Corona, nombrando a Hacket como rey por supuesto. Al poco, estalló un motín popular. La Reina Isabel, no demasiado contenta con los eventos, ordenó el arresto del mesías y sus tres profetas. Curiosamente, a pesar de ser la cabeza de la Iglesia Anglicana, Isabel no los procesa por blasfemia sino por lesa majestad. Con el resultado previsible: el primer mesías inglés se transforma también en el primer mesías inglés colgado de la horca.

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