Páginas

jueves, 29 de octubre de 2009

Proverbios salidos de los Evangelios.


Muchas veces, ciertas frases resultan tan golpeadoras, que se separan de su contexto original, e incluso se suelen olvidar sus fuentes, para pasar a tener vida propia en el idioma popular. Siendo la Biblia uno de los más importantes libros de la cultura occidental, no es raro que muchas frases de ésta hayan pasado a formar parte del refranero. Incluso hasta los hablantes agnósticos o ateos, en algún minuto, casi de manera inconsciente, terminan por citar tal o cual frase, simplemente porque así es más sencillo ser entendido, además de su valor literario intrínseco. Como hacer una recopilación da para largo, me he conformado con sentencias atribuidas a Jesús. Apostaría mi ración de Whiskas de una semana a que ustedes también han usado varias de éstas en ocasiones. Y por comodidad (son cuatro Evangelios para hurgar, ¿vale?) me remitiré únicamente a Mateo, pero casi cada frase está más o menos repetida en los otros, a veces con variaciones.

-- "Los mansos heredarán la Tierra". Esto es de las bienaventuranzas, la parte inagural del Sermón de la Montaña ["Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad", Mateo 5:5].

-- "No juzguéis para que no seáis juzgados" es parte del Sermón de la Montaña [Mateo 7:1]. Casi a renglón seguido, y más o menos dentro del mismo sentido, viene el clásico "la paja en el ojo ajeno" ["¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo? O ¿cómo dirás á tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo? ¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano", Mateo 7:3-5].

-- "Por sus frutos los conoceréis" [Mateo 7:20]. También pertenece al Sermón de la Montaña.

-- "El que no está conmigo, está contra mí". La dice Jesús, reprendiendo a los incrédulos que le han visto curar a un endemoniado porque consideran que Jesús obra por favor de Satán ["El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, derrama", Mateo 12:30]. Antes que eso, ha dicho otra frase quizás menos célebre, pero también recurrida: "Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad ó casa dividida contra sí misma, no permanecerá".

-- "Pasar un camello por el ojo de una aguja". El texto original es de Mateo 19:23-24 ["(...) De cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. Mas os digo, que más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios"]. Se le han atribuido varias interpretaciones a la frase, pero sigue estando en activo.

-- "Vino nuevo en odres viejos". Esta es quizás un cultismo, pero algunos escritores más antiguos la utilizaron. Incordian a los discípulos de Jesús reprochándoles que no ayunan, mientras que los fariseos sí, y Jesús, con su típico saltar de un tema a otro para ganar dialécticamente, responde: "¿Pueden los que son de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? mas vendrán días cuando el esposo será quitado de ellos, y entonces ayunarán. Y nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente" [Mateo 9:15-17]. Más claro, echarle agua... o vino.

-- "Al César lo que es del César". Le preguntan a Jesús si debe pagársele impuesto al César, pregunta con trampa porque si responde que sí, los hebreos le agarran por vendido al imperialismo, y si que no, los romanos lo agarran por sedicioso. Y Jesús responde: "Pagad pues á César lo que es de César, y á Dios lo que es de Dios" [Mateo 22:21].

Y bueno, para terminar, un bonus track tomado no de Mateo, sino de Juan:

-- "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Eso es del episodio en que Jesús se encuentra con una mujer adúltera perseguida para ser apedreada hasta la muerte, y los fariseos aprovechan el lance para preguntarle, con trampa por supuseto, si hay que lapidarla según la Ley de Moisés (problema: Jesús queda como poco caricativo y contradice su mensaje) o perdonarla (problema: Jesús queda como contrario a la Ley de Moisés). Y él se limita a responder: "El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero" (Juan 8:7). Y, como sabe cualquiera que haya visto pelis bíblicas en Semana Santa o Navidad, la turba prefirió marcharse a aceptar el desafío.

domingo, 25 de octubre de 2009

Los arqueros ingleses barren a los caballeros franceses.


La Batalla de Crécy, en el año 1346, fue un evento mayor no sólo dentro de la Guerra de los Cien Años en que se libró, sino también de la evolución de las tácticas militares, ya que marcó el comienzo del fin para la caballería medieval. Desde la época de los francos que una cada vez más perfeccionada caballería se había transformado en el arma definitiva sobre los campos de batalla, y sobre las espaldas de su poder militar se había construido el sistema feudal entero. Pero los franceses estaban por descubrir, muy a su pesar, que eso iba a cambiar.

Apenas estallada la guerra se había librado la Batalla de las Esclusas, en la que la flota francesa había sido arrasada, alejándose para siempre el peligro de una invasión militar francesa a las Islas Británicas, pero el rey Eduardo III de Inglaterra, crónicamente escaso de numerario, había sido incapaz de aprovechar su triunfo. Finalmente se decidió a atacar a Francia, pero, incapaz de costear un ejército de caballeros (el alimento de los caballos y la forja y mantención de las armaduras tenían un costo prohibitivo), hubo de confiar en los arqueros de tiro largo. La decisión no era mala: los arqueros ingleses ya habían demostrado su valía ayudando a batir a los infantes escoceses en 1332 y 1333, y a los ballesteros flamencos en 1337. En escaramuzas previas, los franceses mismos habían recibido la mordida de la nueva estrategia militar inglesa. Pero el conservadurismo táctico francés pudo más.

Los 12.000 arqueros ingleses de Eduardo III se alinearon en una suave colina, con los flancos protegidos, aunque no tanto que fueran invulnerables a una maniobra de tenazas. Felipe VI de Francia, por su parte, mandaba a un ejército bastante heterogéneo, en el que también integraban ¡los reyes de Navarra, Bohemia y las Islas Baleares! (quizás tampoco fuera buen presagio que Bohemia fuera regida en esos años por un tal Juan el Ciego...). Aún así, Felipe VI podía oponer 12.000 caballeros, sin contar a la chusma de a pie, además de 5.000 ballesteros genoveses. Es decir, por puros números, los caballeros de Felipe VI deberían haber ganado la batalla.

Pero los caballeros franceses, todos ellos nobles y todos ellos orgullosos, desdeñaron la posibilidad de usar la táctica y prefirieron el asalto frontal. Desdeñaron también a los ballesteros genoveses, que hubieran podido contestar fuego contra fuego sobre los arqueros ingleses, y que no sólo habían marchado 18 horas seguidas, sino que además, tenían mojadas las cuerdas de sus ballestas. Apenas divisado al enemigo, los belicosos caballeros franceses decidieron atacar, colina arriba, no sólo sin haber descansado, sino incluso sin que la retaguardia hubiera alcanzado aún a la vanguardia. Los ballesteros genoveses avanzaron, pero su descarga se quedó corta: los arqueros ingleses contestaron con sus propias flechas, y causaron estragos entre los pobres ballesteros. Estos trataron de retirarse, pero fueron los propios caballeros franceses, con Felipe VI mismo gritando "¡Me maten a esos canallas, que nos entorpecen el paso y no sirven para nada!", quienes les cerraron el paso y empezaron a atropellarlos, perdiendo en esto todo el brío de un ataque frontal. Desorganizados, y ahora bajo fuego de los arqueros ingleses, los caballeros franceses intentaron cargar, sin orden ni cohesión, y sin contar con un pequeño detalle: sus armaduras no eran tan gruesas como para impedir que las puntas de la flechas inglesas, lanzadas con fuerza, pudieran traspasarlas. Quince veces a lo largo del día cargaron los franceses, y quince veces fueron rechazados. La masacre fue tan absoluta que, según algunos calculan, cerca de la tercera parte de toda la nobleza de Francia fue barrida en ese único día, sobre el campo de batalla.

Increíblemente, los franceses nada aprendieron de esto. En 1356, en la Batalla de Poitiers (otra más, no aquélla en que Carlos Martel derrotó a los árabes en 732, valga la nota), el rey francés decidió que los caballeros luchaban mejor a pie (¡¡!!) y les ordenó desmontar para cargar contra los arqueros ingleses. Nueva derrota, por cierto. En fecha incluso tan lejana como 1415, en la Batalla de Azincourt, los caballeros franceses volvieron a incurrir en el mismo error, y se ganaron una nueva y más que bien merecida derrota. La edad dorada del arquero, el piquero y el ballestero se prolongaría así durante unos dos siglos, desde Crécy hasta las guerras de Carlos V, en que nuevas innovaciones, principalmente las armas de fuego, cambiarían una vez más el mapa de la guerra.

jueves, 22 de octubre de 2009

Charles Warren derrotado en Spion Kop.


La Guerra de los Bóers, a comienzos del siglo XX, fue pródiga en meteduras de pata militares: los británicos estaban embelesados con la idea de que su imperio dominaba la cuarta parte de las tierras emergidas del planeta, mientras que los bóers podrán haber sido pobres, pero eran guerrilleros temibles que no iban a concederles a los invasores el beneficio del etnocentrismo de buenas a primeras. Pero pocos episodios de la guerra fueron tan bochornosos como el mando de Charles Warren en la Batalla de Spion Kop.

Durante meses, el General británico Redvers Buller y los bóers comandados por Louis Botha, habían estado enzarzados en atacar y amenazar bastiones para hacer perder terreno al enemigo. En medio de esto, Buller decidió enviar al Teniente General Sir Charles Warren, para forzar una batalla definitiva y quebrar la resistencia bóer. Charles Warren tenía ideas catastróficamente simplistas sobre cómo librar una guerra contra los bóers: bastaba, según él, con enviar largas líneas de infantería, o machacarlos con artillería, pura y simplemente. Contaba con cerca de 30.000 hombres, cerca de cuatro o cinco veces las cifras de su enemigo (armados, eso sí, con fusiles Mauser, en la época la punta de tecnología en la materia). Eso hubiera bastado para un buen General... Pero Charles Warren no lo era.

Cualquier manual de instrucción militar recalca la importancia de cruzar rápido los ríos. Pero Charles Warren se tomó 26 horas en cruzar el importantísimo Río Tugela, tiempo que dedicó a la supervisión del paso de su equipaje personal: al comienzo de ese tiempo habían 600 bóers, mientras que al final, habían 6.000. Siguió avanzando en forma imprudente por territorio enemigo, y finalmente creyó oportuna la toma de una colina llamada Spion Kop. En ningún minuto habían tratado de reconocer el terreno, por lo que no tenían la más peregrina idea sobre cómo era la geografía del lugar, ni tampoco qué tan numerosa era la fuerza contra la que se estaban enfrentando.

Comenzaron el asalto contra la colina en medio de la niebla. Tomaron una cota, es cierto, pero cuando la neblina se despejó, descubrieron que su cota era la más baja, y habían otras tres que estaban en manos bóers, que habían instalado allí su artillería y machacaron insistentemente a los británicos (una fuerza cuatro a cinco veces superior, recordemos). Disponían de un telégrafo de campaña, pero ni Charles Warren ni nadie había dado orden de instalarlo, de manera que el comandante supremo, ubicado en la retaguardia, en la zona baja, no tenía la más peregrina idea sobre cómo iba todo en la colina. Se habían preparado sacos de arena, pero nadie había dado orden de transportarlos, y se disponían sólo de 30 picos y 30 palas para los 2.000 hombres atrapados en la colina, de manera que cavar trincheras era impensable. En lo alto de Spion Kop sólo quedaron dos tipos de británicos: los moribundos y los muertos. El resto de los británicos pusieron pie en polvorosa, y sólo la debilidad de los bóers impidió a éstos iniciar la persecusión y rematar lo que tan bien habían comenzado. En cuanto a Charles Warren, sobrevivió para contar el cuento, y murió cómodamente instalado en su cama, enfermo de neumonía, el 21 de Enero de 1927, faltando unos poquitos días para cumplirse los 27 años de su bochornosa derrota militar.

domingo, 18 de octubre de 2009

La caída en desgracia de Fouquet.


Nicolas Fouquet (1615-1680) fue el Superintendente de Finanzas de Luis XIV. Vale decir, en otras palabras, el hombre que administraba sus dineros. Nacido en la nobleza, su posición con los años se fue fortaleciendo cada vez más. En 1653, bajo el gobierno del Cardenal Mazarino (Luis XIV ya era rey de Francia, pero en los hechos era Mazarino quién tenía la última palabra sobre todo), pidió y obtuvo para sí la superintendencia en cuestión. En los años siguientes, y de manera un tanto sospechosa, la fortuna personal y los gastos extravagantes de Fouquet se incrementaban, al tiempo que las finanzas del reino eran cada vez más confusas y inoperantes. Miren qué coincidencia, ¿eh?

En 1661 falleció el poderoso Mazarino, y Fouquet vio llegada su oportunidad. Desde inicios de siglo que Francia había estado realmente en manos de los validos: Richelieu primero y Mazarino después. ¿Por qué no iba a haber un tercer valido después de los dos? Para asegurarse la posición, Fouquet invitó a Luis XIV, a la reina madre, a la corte de París (en esa época no existía aún el Palacio de Versalles) y a Luisa de La Vallière (amante oficial del rey) a una fiesta, a celebrarse el 17 de Agosto de 1661. Fouquet no escatimó gastos. La cena estaba a cargo de Vatel, uno de los más reputados gastrónomos de todos los tiempos, de cuyo perfeccionismo se dice que se suicidó en una ocasión en que un pescado no llegó a la mesa a tiempo. El ballet que se presentó fue compuesto, nada más y nada menos, que por el gran dramaturgo Molière, escenificado por el pintor Le Brun, y con música del compositor Jean-Baptiste Lully, todos ellos la crème de la crème del arte francés de su tiempo. Hubo también fuegos artificiales, y magníficos regalos para los presentes. El derroche que Fouquet hizo en aquella jornada, se hizo legendario.

¿Qué pretendía Fouquet con todo esto? ¿Congraciarse con el rey y conseguir el nombramiento? ¿Amenazarlo veladamente con su propio vasto poder económico? En cualquier caso, el tiro salió mal. Luis XIV había pasado por la muy traumática experiencia de la Fronda, una revuelta en la que los nobles habían estado cerca de aherrojar a la monarquía de la misma manera en que los ingleses le habían impuesto un Parlamento a su Rey, y no estaba dispuesto a dejar que le atropellaran de esa manera (¡o peor aún, le derrocaran!) una panda de nobles insurrectos que se consideraban en más que su propio monarca. En vez de agradarse con el homenaje, o de sentirse intimidado, Luis XIV concibió un sordo resquemor contra Fouquet, que fue determinante en su caída. Tres semanas después, de manera casi subrepticia, Fouquet fue arrestado por el capitán D'Artagnan (en este D'Artagnan histórico se inspiró Alejandro Dumas, siglo y medio después, para escribir "Los tres mosqueteros"). Pasó todo el resto de su vida (casi veinte años, según los registros oficiales) en prisión. Y murió en ella, claro está.

Hasta el día de hoy, los eruditos no consiguen despejar de dudas un misterio adicional respecto de Fouquet: en su misma prisión y más o menos en la misma época que él, apareció el "Hombre de la Máscara de Hierro". Alejandro Dumas, en su historia "El vizconde de Bragelonne" (tercera parte de la saga iniciada con "Los tres mosqueteros"), le hace el hermano gemelo de Luis XIV. Se ha supuesto que el Hombre de la Máscara de Hierro sería el propio Fouquet, o bien uno de sus sirvientes. En cualquier caso, si bien parece haber una conexión entre ambos personajes, la naturaleza de la misma es algo que permanece en el misterio.

jueves, 15 de octubre de 2009

Le Nôtre el jardinero de Versalles.


André Le Nôtre (1613-1700) fue sin lugar a dudas una de las más reputadas personalidades en la Francia de Luis XIV. Nada mal... para un jardinero. Aunque no uno cualquiera. Le Nôtre fue el hombre responsable de que los jardines del Palacio de Versalles tuvieran su aspecto definitivo. Como una muestra, digamos que antes de Le Nôtre estaban de moda los jardines a la italiana. Después de Le Nôtre se pusieron de moda los jardines "à la française". El propio Le Nôtre, después de un viaje a Italia, había dicho: "Los italianos no poseen jardines como los nuestros; ignoran absolutamente el arte de realizarlos"...

Le Nôtre fue un descubrimiento de Nicolás Fouquet, el inefable superintendente de finanzas de Mazarino. A partir de 1857, Le Nôtre empezó a trabajar para él. Pero cuando Mazarino murió y Fouquet cayó en desgracia, en 1661, y a sabiendas Luis XIV de que Fouquet gustaba rodearse con lo mejor, no perdió tiempo en reclutar al jardinero. De esta manera, Le Nôtre se vio de cabeza trabajando nada menos que en Versalles, que por esos años recién empezaba a ser levantado sobre los pantanos que antes había en el lugar.

Obviamente, los encargos a Le Nôtre se hicieron interminables. Así, se vio trabajando para el duque de Orléans, para el Gran Condé, para Colbert, para Madame de Montespan (la amante del rey), para el ministro de guerra Louvois... Además, Luis XIV lo contaba casi como parte del inventario, así es que arreglaba lo que podríamos llamar su "préstamo" como gracia a monarcas extranjeros ansiosos de tener jardines "a la francesa". En 1662, Le Nôtre prestó servicios a Carlos II de Inglaterra. En 1698, como parte de los arreglos de paz entre Luis XIV y Guillermo III de Inglaterra, tuvo que volver a ese país a prestar servicios...

De Le Nôtre se afirma que una vez Luis XIV, deseoso de ennoblecer a su producto nacional en materias de jardinería, le habría preguntado por el blasón que deseaba, y Le Nôtre habría respondido que sólo deseaba un escudo con "tres caracoles sobre una hoja de col"... Esta anécdota puede ser cierta o falsa, y de ser cierta, puede ser por auténtica modestia, o bien por un cauto sentido de la prudencia. En cualquier caso, es sabido que los ingresos anuales de Le Nôtre se empinaban a cerca de 30.000 libras anuales. Comparativamente, una persona con una renta de apenas 500 libras anuales, ya podía considerarse como de buena posición económica...

domingo, 11 de octubre de 2009

No era de Constantino sino de Marco Aurelio.


La estatua ecuestre de Marco Aurelio es única en el mundo, debido a que es la única estatua ecuestre de un Emperador que se conserva desde la época grecorromana. Y esto se debe a que no se la creyó de Marco Aurelio sino de Constantino...

La estatua representa al Emperador montado a caballo (ecuestre, ¿recuerdan?), vestido con una túnica y con el paludamentum (capa que usaban los generales romanos), y alzando la mano derecha para saludar a las tropas. Las fuentes medievales señalan que bajo la pezuña del caballo existía la figura de un jefe bárbaro sometido. El tema de la estatua era, por tanto, la majestad imperial en pleno. La estatua es de bronce, pero en sus buenos tiempos estuvo recubierta de oro, algo congruente con su mensaje imperialista.

En la Edad Media, las estatuas ecuestres eran lisa y llanamente fundidas, por considerárselas símbolos paganos, y ya sabemos que para tales cristianos era más importante la fe que el arte. Además, el bronce fundido solía utilizarse para trabajos de orfebrería con motivos más, ejem, piadosos, y también para la más acuciante necesidad de acuñar circulante. Esta se salvó porque los cristianos la veneraron como "caballus Constantini", la estatua de Constantino el Grande, que como primer Emperador cristiano, no podía acabar fundido de manera tan miserable. En el siglo X fue instalada en la Basílica del Laterano, y en 1538, como parte de los proyectos arquitectónicos de Miguel Angel (gran admirador del arte grecorromano, como buen renacentista que era) fue situada en el centro de la Piazza del Campidoglio. Resulta irónico pensar que la estatua no sólo no representaba al primer Emperador cristiano, sino que además, se trata de Marco Aurelio (161-180), es decir, el Emperador del máximo poderío imperial del pagano Imperio Romano, que además hizo profesión crasa de Filosofía pagana en una obra cumbre del Estoicismo, cual es las "Meditaciones"... Con todo, la estatua duró en su lugar hasta 1981, siendo retirada para trabajos de remodelación, puesto que la contaminación del aire en Roma estaba dañándola como ni los bárbaros ni los cristianos lo hicieron antes. La fue instalada en el mismo lugar, en 1997, en realidad es una réplica.

Dos leyendas circulan respecto de la estatua. Según una, cuando desaparezca hasta el último residuo de oro sobre el bronce, se producirá el Juicio Final. Según la otra, cuando el caballo y el jinete vuelvan a estar cubiertos de oro, como en su día inagural, Roma volverá a ser la dueña del mundo...

jueves, 8 de octubre de 2009

El Coliseo después del Imperio Romano.


El Coliseo es uno de los más representativos edificios del Imperio Romano. Quizás ayude el que todavía esté a la vista. Bueno, parte de él, al menos, que el tiempo y los saqueadores han hecho lo suyo con el pobre. El Coliseo fue edificado en el año 72, e inagurado en el año 80. Los juegos de gladiadores anteriores, incluidos los que se ven en las pelis de cristianos vs. paganos ambientadas en tiempos de Nerón ("Quo Vadis", etcétera), sucedieron principalmente en otro recinto distinto, el Circo Máximo (Nerón gobernó de 54 a 68). Aún así, Nerón dejó su rastro: el Anfiteatro Flavio, como era llamado por haber sido construido por el Emperador Flavio Vespasiano, estaba cerca de una estatua colosal de Nerón, de 20 metros de altura.

Aunque el Imperio Romano de Occidente cayó en el año 476, esto fue en realidad más un hito constitucional que un verdadero cambio de época, ya que los habitantes de aquel tiempo no despertaron al día siguiente diciendo "¡Guau, pasó la Antigüedad y entramos en la Edad Media!". Al revés, la vida cotidiana siguió más o menos como siempre, sin grandes quiebres, y de hecho el Coliseo se siguió utilizando como centro de espectáculos. Después de todo, era un componente integral del "panem et circenses" ("pan y circo") para mantener quietas a las masas, y eso venía bien tanto a los Emperadores romanos como a los usurpadores que se apoderaron de Italia después. Fue recién hacia 523, ya en pleno reinado del ostrogodo Teodorico, que los espectáculos en el Coliseo cesaron por completo. Con todo, suponemos que estos espectáculos eran harto más incruentos que los sanguinarios juegos de gladiadores de la época clásica, los cuales habían sido definitivamente abolidos en el año 404, probablemente por el cambio de sensibilidad del público, influido ahora por la creciente marea del Cristianismo.

Durante la Edad Media, en que la sociedad italiana era demasiado pobre para organizar espectáculos de altura, el Coliseo cayó finalmente en desuso. Pero, aunque mudo testimonio de una época ya ida, seguía estando ahí, como un fantasma del pasado. Ya en pleno siglo VIII, el historiador (¡británico!) Beda el Venerable da testimonio de una profecía: "Mientras el Coliseo exista, Roma existirá; cuando el Coliseo se desmorone, Roma también se desmoronará, cuando Roma desaparezca, el mundo también perecerá". Quién sabe si por ese temor supersticioso, o simplemente por flojera respecto a qué hacer con la estructura, el Coliseo se quedó ahí porfiadamente durante toda la Edad Media, sin que nadie le prestara el mayor caso.

La ironía suprema es que los sufrimientos mayores del Coliseo empezaron a manos de la Iglesia Católica (que por supuesto despreciaba a los símbolos paganos del pasado), pero en su etapa menos cristiana y más renacentista y neopagana. En efecto, necesitada de materiales de construcción a bajo costo para edificar su portentosa nueva Basílica de San Pedro, en el siglo XVI, los Papas se dirigieron sin escrúpulos al Coliseo y extrajeron cuanto material pudieron de él, dándole su actual forma semiderruida, mil años después de que cayera el Imperio Romano. Quizás por esto se dijo de Donato Bramante, el primer arquitecto de la Basílica de San Pedro, aquel verso burlesco: "Donato Bramante, maestro arruinante"... Recién en 1744, los Papas volvieron a fijarse en el Coliseo, y ordenaron su conservación, aunque no por admiración a la antigua cultura grecorromana (pagana, recordemos), sino por motivos píos: se instaló una cruz de bronce en medio de la arena, para recordar a los mártires cristianos que allí se habían dejado la vida en testimonio de lo que consideraban como la verdadera fe. Y así es como, maltrecho y todo, el Coliseo llegó hasta nuestros días...

domingo, 4 de octubre de 2009

El Tabularium de Roma.


Parte importante del funcionamiento de cualquier Estado de tamaño medio hacia arriba, descansa en un adecuado sistema de registros de sus actos públicos. El Imperio Romano, que en su momento de mayor expansión iba desde Escocia hasta Mesopotamia, no podía ser la excepción. Y los romanos, diligentes y organizados como solían serlo en todo, desarrollaron también su propio sistema de registro burocrático. Después de todo, en la época no existía el papel, el papiro era fragilísimo, y los pergaminos no eran baratos. La solución que encontraron: planchas de metal.

En el siglo I a.C. era obvio que el aparato estatal de la República Romana estaba esclerotizado, diseñado para controlar apenas un puñado de territorios en circunstancias que los romanos se habían extendido por el mundo. Como parte de las reformas más urgentes, se decidió la construcción de un edificio en que estuvieran centralizados los decretos del Senado, y hacer así más eficiente la gestión gubernamental. Y como eficiencia era el lema romano, se trajeron ocho columnas de un templo más antiguo dedicado a Saturno, el Aerarium, que era también el Tesoro estatal, de manera que ambas funciones pasaron a estar más o menos unificadas.

El procedimiento era el siguiente. Una vez emitido un decreto del Senado, se mandaba a confeccionar en una plancha. Esta era generalmente de bronce, por razones económicas obvias, pero a veces, en ocasiones sumamente especiales, y como una especie de homenaje supremo podían ser hechas en oro o en plata (como fue el caso de algunos honores extraordinarios que se concedieron a Julio César). Legalistas como eran los romanos, decidieron que el decreto carecería de todo valor, hasta que la plancha respectiva estuviera guardada en el Tabularium (un poco como, hoy en día, se entiende la ley vigente desde el momento en que ésta se publica).

De esto se aprovechó Tiberio (Emperador entre 14 y 37 después de Cristo) para reforzar la autoridad del Emperador sobre el Senado, ya que dispuso que los decretos del Senado debían esperar diez días, antes de ser ingresados al Tabularium. La razón más obvia es que si el Emperador estaba ausente, tendría tiempo de imponerse a las medidas del Senado, y eventualmente cambiarlas, lo que podía ser la diferencia entre la vida y la muerte (por ejemplo, con decretos del Senado ordenando la pena capital). Un motivo más soterrado, pero bastante claro, es la sorda lucha emprendida por los Emperadores para arrebatarle al Senado sus últimos restos de poder, reduciendo con esta medida al Senado casi a la inoperancia.

jueves, 1 de octubre de 2009

Tito el buena gente.


Obviamente no todos los Emperadores romanos estaban locos, o el Imperio no habría podido sostenerse cuatro siglos en pie. Pero por motivos dramáticos, suelen ser los Emperadores locos (Calígula, Nerón, Cómodo) los que suelen salir más en el cine, y por lo tanto, los más famosos y los que dejaron a los pobres romanos (especialmente si son paganos) con fama de viciosos y corruptos. Esto deja en la sombra a muchos Emperadores capaces y competentes, y que por lo mismo, son los que menos chismorreo dan. Entre ellos deberíamos incluir a Tito, en cuyo breve gobierno (79 a 81 d.C.) sucedió el desastre de la erupción del Volcán Vesubio y la destrucción de Pompeya. Pero Tito (Tito Flavio Vespasiano por nombre completo) también es famoso por ser uno de los más bonachones Emperadores que reinó en Roma. De hecho, se le llamó "amor y delicias del género humano" (aunque, todo sea dicho, fue también responsable de arrasar el Segundo Templo de Jerusalén, pero en fin, su biografía fue escrita por historiadores romanos...).

Nada más entronizado dio muestras de esto. Todos los Césares, cuando llegaban al trono, consideraban nulas las gracias concedidas antes, a menos que las ratificaran, lo que por supuesto era una manera de que sus súbditos les tuvieran que rendir pleitesía. Tito, en cambio, declaró en un solo edicto que todas las gracias anteriores a él eran válidas, y prohibió que le pidieran su aprobación particular para alguna de ellas. Se complacía en el deporte de hacer favores a los demás, y un día en que no pudo hacerlo se quejó en la cena: "Amigos míos, he perdido el día". No mandó ejecutar a nadie porque no quería mancharse las manos de sangre, ni aunque los reos lo fueran por crímenes contra el Emperador o el Imperio mismos. Su hermano Domiciano, que después llegaría a Emperador, no cesaba de intrigar en su contra, y Tito se limitó a pedirle, con lágrimas en los ojos: "que viviese en fin con él como un hermano".

Pero esto no le hacía un debilucho. Después de todo, había sido general de legiones romanas antes de ser Emperador (ya dijimos que arrasó Jerusalén el año 70). Odiaba a los soplones, a los delatores y a los sobornadores de testigos, por los trastornos que introducían en los asuntos públicos, y les dio castigo ejemplar. De manera que los sacó al Foro, y allí los hizo azotar con varas y palos. Muchos de ellos fueron después subastados como esclavos, o bien desterrados a islas insalubles, a que allí se pudrieran. Decretó también que no podría perseguirse el mismo delito en virtud de diferentes leyes (claro antecedente del actual "non bis in idem", que una persona no puede ser juzgada dos veces por el mismo delito), ni turbar la memoria de los muertos pasado un número de años (esto se hacía, obviamente, por cuestiones de herencia, cuestionando al muerto para hacer entrar o salir herederos al baile de la repartija de sus bienes). Cuando ocurrió el mencionado desastre del Vesubio, desplegó Tito una energía inusual. Hubo también un incendio en Roma que duró tres días y noches completas, y Tito decretó que tomaba a su cargo todas las pérdidas públicas.

Como dijimos, el reinado de Tito fue dramáticamente corto. Consumido por una repentina enfermedad, falleció con apenas 41 años de edad. Consigna el historiador romano Suetonio, que "al difundirse la noticia de su muerte, hubiérase dicho, viendo el dolor público, que cada cual lloraba por uno de su propia familia".

Seguidores

Busca temas históricos en Siglos Curiosos

Absolutismo (4) Administración Política (14) Africa (14) Alemania (16) Alimentación (13) América Colonial (6) América Independiente (1) América Precolombina (9) Animales (15) Antártica (1) Anticipación del Futuro (15) Argentina (2) Arqueología (11) Arquitectura (13) Arquitectura y Urbanismo (7) Astrología (4) Astronomía (28) Australasia (4) Australia (1) Austria (2) Automóviles (1) Aviación (2) Biblia (27) Bibliotecas (1) Biología (9) Bolivia (1) Botánica (1) Brujería (1) Bulgaria (1) Caballería (2) Calendarios (7) Caricaturas y Cómics (4) Celebraciones (1) Chile (97) China (9) Ciencia Ficción (12) Cine (42) Civilización Andina (5) Civilización Arábiga (1) Colombia (1) Colonizaciones (2) Comunicaciones (3) Construcciones (1) Cosmovisiones (3) Crímenes y Criminales (27) Cristianismo (20) Cristianismo y Cristianos (9) Croacia (1) Década de 1900 (13) Década de 1910 (17) Década de 1920 (8) Década de 1930 (15) Década de 1940 (20) Década de 1950 (12) Década de 1960 (7) Década de 1970 (12) Década de 1980 (18) Década de 1990 (11) Década de 2000 (24) Década de 2010 (13) Delfines y Ballenas (1) Democracia (17) Demografía (2) Deportes (7) Derechos de Autor (4) Diplomacia (3) Discriminación (1) Drogas (1) Economía (19) Edad Media (20) Educación (3) Egipto (2) Egipto Antiguo (12) Electrónica (1) Enfermedades Mentales (6) Eras Geológicas (6) Errores Científicos (5) Erupciones Volcánicas (2) Escandinavia (1) Esclavitud (4) Escultura (10) Esoterismo y Ocultismo (6) España (22) Espionaje (1) Espiritismo (1) Estados Unidos (39) Etimología (55) Europeocentrismo (3) Evolucionismo (8) Existencia de Dios (7) Expresiones (24) Fanatismo Religioso (3) Feminismo (3) Filosofía (23) Física (2) Francia (37) Frases para el Bronce (15) Fraternidad Universal (8) Fútbol (1) Gatos (6) Genética (7) Genocidios (1) Geografía (7) Geología (9) Grecia (1) Grecia Arcaica (8) Grecia Clásica (18) Grecia Helenística (6) Grecia Medieval (1) Guerra (9) Guerra Antigua (6) Guerra Medieval (10) Guerra Moderna (7) Guerra Naval (4) Guerra Reciente (7) Hebreos (3) Heroísmo (2) Historia Alternativa (4) Historiadores (13) Historieta y Cómic (7) Holanda (2) Humanismo (1) Idioma Castellano (2) Idioma Griego (9) Idioma Inglés (2) Idioma Latín (7) Idioma Sánscrito (1) Idiomas Artificiales (1) Iglesia Católica (8) Ilustración (2) Imperio Bizantino (12) Imperio Británico (2) Imperio Español (17) Imperio Inca (1) Imperio Napoleónico (6) Imperio Otomano (4) Imperio Persa (2) Incompetencia Militar (14) India (17) Informática (6) Ingeniería (7) Inglaterra (53) Intrigas (9) Islam (10) Italia (22) Japón (20) Joyas (2) Judaísmo (16) Judaísmo y Judíos (10) Juegos y Pasatiempos (4) Juicios (21) Leyenda Negra (2) Leyendas (7) Leyes (20) Libertad de Expresión (8) Libertad de Religión (4) Lingüística (1) Listas de Gobernantes (2) Literatura (50) Mar Mediterráneo (2) Más Allá (3) Matemáticas (16) Matrimonio (7) Medicina (15) Medio Oriente (6) Mesianismo (6) Mesoamérica (11) Mesopotamia (3) México (2) Minería (4) Mitología Latinoamericana (2) Mitos de la Creación (5) Moda (2) Monarquía (26) Mongoles (4) Monumentos (1) Muertes Remarcables (10) Mujeres (30) Mundo Bíblico (12) Música (10) Música Popular (6) Música Selecta (5) Nacionalismo (4) Navegación (23) Negociados (2) New Age (1) Occidentalización (1) Océano Atlántico (5) Oceanografía (2) Origen de la Humanidad (2) Paleolítico (1) Paleontología (11) Palestina (4) Periodismo (2) Persia (3) Personajes (43) Perú (1) Pintura (9) Polinesia (2) Premio Nobel (4) Primera Guerra Mundial (6) Profetas (5) Propaganda (3) Pueblos del Antiguo Testamento (4) Pueblos y Tribus (9) Química (4) Racismo (7) Radiodifusión (1) Regiones Geográficas (5) Reinos Helenísticos (1) Religión Grecorromana (9) Religiones Antiguas (3) Renacimiento (14) Robótica (2) Roma Antigua (42) Romanticismo (1) Rusia (12) Sacerdotes (1) Sacro Imperio Romano Germánico (2) Satanismo (5) Segunda Guerra Mundial (6) Sexismo (7) Sexualidad (20) Siglo 05 (1) Siglo 11 (1) Siglo 14 (1) Siglo 15 (2) Siglo 16 (6) Siglo 17 (32) Siglo 18 (26) Siglo 19 (56) Siglo 20 (24) Siglo 21 (1) Sincretismo Religioso (2) Sudáfrica (1) Suiza (2) Supersticiones (1) Teatro (5) Tecnología Militar (7) Tecnología Nuclear (3) Televisión (5) Teología Cristiana (5) Terremotos (9) Tíbet (1) Universidades (3) Urbanismo (14) Vampiros (3) Vestimenta (4) Viajes y Viajeros (13) Zoología (9)