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domingo, 29 de junio de 2008

La casa subterránea de Luke Skywalker.

Quienes hayan visto la primera peli de "La guerra de las galaxias" (o sea, las cuatro quintas partes de la Humanidad), recordarán que la granja de Luke Skywalker estaba bajo tierra. Esto no fue un set de estudio ni un decorado de tramoya. En verdad, la película fue rodada en una casa subterránea. El lugar se llama Matmâta, se encuentra en Tunicia, y tiene su propia historia.

Es bien sabido que Tunicia es parte del Desierto del Sahara. En dichas tierras se instalaron desde antiguo, explotando los oasis, las tribus bereberes. Nadie sabe muy bien cómo empezaron a construir asentamientos subterráneos, pero muchos suponen que desde la época cartaginesa o romana, algunas tribus egipcias habrían sido enviadas allí para exterminar a todo bereber rebelde. Para controlar mejor la región, estas tribus habrían optado por abandonar la tradicional construcción sobre la superficie, y se habrían escondido en macizos de piedra blanda, que podía excavarse.

Las casas de Matmâta son así una especie de grandes socavones subterráneos, abiertos a la superficie, que sirven de patio común para la colectividad, la que se aloja en habitaciones subterráneas con salida a dicho patio común; algunas de esas habitaciones son destinadas a despensa o para el ganado. Las ventajas de vivir así son varias. En primer lugar, no tienen que preocuparse por conseguir materiales de construcción, algo vital en un medio tan poco hospitalario como el desierto, en donde lo único que abunda es arena y mala bilis. En segundo lugar, el patio subterráneo crea un microclima de sombra que hace más soportable el calor del Sahara. Además, tienen protección contra las tormentas de arena. Y militarmente mejora mucho la defensa, porque una construcción de ese tipo no ofrece un perfil definido en el desierto, por lo que no puede ser detectado desde lejos por un invasor casual.

Las comunidades subterráneas de Matmâta permanecieron casi ignoradas para el mundo occidental, hasta que una desafortunada casualidad las reveló. En 1967 un evento climático altamente inusual en el Desierto del Sahara, a saber una lluvia torrencial que duró 22 días, anegó todas las comunidades. El gobierno de Tunicia envió entonces gente para evaluar el daño y construir nuevas construcciones, encontrándose con la sorpresa de que existían pobladores bereberes completamente escondidos, a quienes nadie había encontrado antes, viviendo de esa manera. Inmediatamente les construyeron casas sobre la superficie, pero los bereberes se negaron a abandonar sus cavernas tradicionales. Por lo que siguieron ahí hasta el día de hoy, con el valor añadido del turismo. El cual se vio aún más potenciado cuando, una década después, el cineasta George Lucas eligió dicho sitio como locación para su nueva película de Ciencia Ficción, "La guerra de las galaxias". Y es que para la gente de la época, dichos moradores de las arenas debieron haber parecido casi como alienígenas en medio del siglo XX...

jueves, 26 de junio de 2008

King Kong y "Lo que el viento se llevó".

¿Qué conexión puede haber entre un gigantesco simio rey de su jungla, y una superviviente nata del mundo sudista derruido por la Guerra de Secesión en el Estados Unidos del siglo XIX? Una posibilidad podría ser el que ambos mitos cristalizaron en el cine en dos sendos blockbusters de la década del '30: "King Kong" en 1933 y "Lo que el viento se llevó" en 1939. Otra, que ambas son historias de amor imposibles, una de ellas por la diferencia, digámoslo derecha y brutalmente, diferencia de especies (un mono y una hembra humana), y la otra entre dos personalidades que parecen tan necesitados de estar juntos y ser felices para siempre, como desdichados y condenados a nunca estarlo. Pero hay otra conexión adicional, ésta un poco más curiosa y desconocida.

En 1933, los Estudios RKO se decidieron a darle luz verde a un proyecto basado en la idea de "mundos perdidos", tan de moda en la época del Dieselpunk. Ya en el siglo XIX el escritor británico Arthur Conan Doyle (sí, el mismo de Sherlock Holmes) había escrito la novela "Un mundo perdido", en la que su protagonista, el Profesor Challenger, exploraba un mundo olvidado del tiempo, repleto hasta la cornisa de dinosaurios, encerrados en una jungla lejana al espíritu explorador europeo. Los paralelos con la película "King Kong" son evidentes. El tema en el cine no había sido explorado en profundidad hasta ese entonces. La película fue rodada con todo el mimo del mundo, marcando un antes y un después (para la época, claro está) en el arte de los efectos especiales, además de que suele ser considerada como la primera película que contó con una banda sonora compuesta especialmente para ésta (a cargo de Max Steiner, uno de los más importantes soundtrackistas de todos los tiempos).

Como era costumbre en aquellos años, se abarataron costos reutilizando sets y escenarios de otras películas. Uno de estos escenarios era un gigantesco pórtico de inspiración pagana, que en "King Kong" es utilizado en la escena que el gorila gigantesco carga contra los humanos que invaden su jungla. Este pórtico había sido utilizado en el "Rey de Reyes", una película muda de Cecil B. DeMille basada en Jesucristo (no confundir con el "Rey de Reyes" de 1961, también una Jesus Movie). Y sobrevivió a la película, por supuesto. Pero no por mucho tiempo.

En 1936 fue publicada una novela de una escritora desconocida llamada Margaret Mitchell: era "Lo que el viento se llevó", y se transformaría en una de las más exitosas de todo el siglo XX. Oliendo un taquillazo potencial, los derechos pasaron rápidamente al cine. Pero la fuerza de los personajes principales (Scarlett O'Hara y Rhett Butler) era tal, que una mala selección de los actores protagónicos lo arruinaría todo, por lo que se embarcaron en un proyecto de casting tan ambicioso, que amenazó el precario equilibrio económico de una película que, para los estándares de la época, iba a ser una apuesta a todo o nada por lo elevadísimo de su presupuesto. Por lo tanto, había que empezar a hacer algo (rodar, se entiende) aunque aún no estuviera decidido quienes iban a ser los actores protagónicos, ni menos contratados éstos (como se sabe, los roles recayeron finalmente en Clark Gable como Rhett Butler y Vivien Leigh como Scarlett O'Hara).

Y como además había que despejar un montón de terreno para construir los fastuosos escenarios de la peli, decidieron matar dos pájaros de un tiro. En vez de desmontar los estudios anteriores, simplemente los quemaron, y así aprovecharon de rodar la escena del incendio de Atlanta. Para esta escena pusieron a dos actores vestidos como Rhett Butler y Scarlett O'Hara, pero que siempre son enfocados de lejos (esto no es notorio porque lo imponente del incendio se come la atención del espectador... incendio que, repetimos, no era un trucaje, sino que eran estudios de verdad quemándose de manera intencionada). La actriz, o doble mejor dicho, de Scarlett O'Hara, parece haber sido Aileen Goodwin, una reputada stuntwoman de la época (así al menos lo documenta el muy erudito sitio Viento Escarlata). Entre los estudios que ardieron en aquella magna ocasión estaban, el lector ya lo habrá deducido, el famoso pórtico que había servido de escenario a Jesucristo y a King Kong.

domingo, 22 de junio de 2008

Las últimas palabras cinematográficas de Orson Welles.

Orson Welles es considerado con justicia como uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, y así ha sido reconocido de manera casi majadera una y otra vez. Por esto, que su última aparición en el cine haya sido en la peli de dibujos animados "Los Transformers", del año 1986, es bastante indigna, incluso surrealista. Veamos.

Welles nació el 6 de Mayo de 1915. Se hizo notar con apenas 23 años, cuando en 1938 desarrolló una célebre transmisión en la que adaptaba "La guerra de los mundos" del novelista Herbert George Wells (de apellido casi homónimo al suyo propio) como radioteatro, creando pánico masivo por lo que para ese entonces era realismo extremo. Curiosamente su última peli, la mencionada "Los Transformers", también sería una de ciencia ficción...

En 1941, con 25 años a cuestas, estrenó su opera prima en el cine. Esta no es otra sino "Ciudadano Kane", considerada una de las pelis más influyentes e importantes de todos los tiempos, y reconocida a menudo como la mejor en la Historia del Cine. Después dirigió varias otras pelis consideradas por lo regular como igualmente clásicas, como "La dama de Shangai" o "La semilla del mal" (la protagonista de la primera, Rita Hayworth, fue también su esposa). Pero el personalismo de Welles, producto natural de su genio cinematográfico, chocó repetidas veces con el sistema industrial de estudios que existía en Estados Unidos, y rara vez, si alguna, pudo llevar a término sus películas tal y como él quería rodarlas, razón por la que su filmografía es bastante reducida, además de verse obligado a hacer varios trabajos menores e indignos de su talento, generalmente como actor (para lo cual se apoyó en su físico, que de esbelto en la juventud pasó a ser bastante prominente con los años) con tal de obtener ingresos.

Así es como, con 70 años, se embarcó en la tarea de darle voz a Unicron, un gigantesco planeta robot que se opone a los protas de "Transformers". Con la salud fuertemente deteriorada, Welles apenas podía recordar los diálogos, y los recitó con voz tan cascada, que para ser utilizados en la peli hubieron de ser pasados por un sintetizador de voz (hubo incluso rumores de que Leonard Nimoy, el conocido Señor Spock de "Viaje a las Estrellas", y coprota de "Transformers", lo suplió en su labor). Además, despreciaba con todo su corazón a la peli, afirmando en una ocasión que se la había pasado interpretando a un juguete en una peli en la cual habían "otros juguetes que se hacían cosas horribles unos a otros". En una entrevista no intentó siquiera recordar el nombre de su personaje. Definiendo a Unicron, dijo ser "un gran juguete que ataca a un montón de juguetes más chicos"; según otra fuente, habría dicho también: "Interpreto a un planeta. Amenazo a alguien llamado Esto o Aquello. Entonces soy destruido".

La sesión de Orson Welles fue grabada el 05 de Octubre de 1985. Las últimas palabras que profiere Unicron en la peli, antes de ser destruido, son: "Destino... No puedes... destruir... mi... ¡DESTINO!", las cuales no pueden ser más ominosas dadas las circunstancias, porque cinco días después, el 10 de Octubre, Orson Welles sufrió un ataque al corazón y falleció. En cuanto a la peli, fue estrenada en Estados Unidos el 08 de Agosto de 1986...

jueves, 19 de junio de 2008

La serie de TV que predijo el 9-11.

Mirando en retrospectiva, la década de 1990 fue de relativa paz y tranquilidad, en lo que a terrorismo se refiere, aunque el temor en Estados Unidos siempre estaba latente, como lo prueban pelis como "Intriga en la Calle Arlington" o "Contra el enemigo". Después de todo, en 1993 se había tentado un ataque terrorista contra el World Trade Center, mención que después era casi anecdótica, hasta el fatal 11 de Septiembre del 2001 en que la organización terrorista Al Qaeda, capitaneada por Osama bin Laden, arrojó sendos aviones como proyectiles contra dicho World Trade Center, apodadas las Torres Gemelas, y las derribó. Lo irónico es que, meses antes, una serie de televisión había predicho precisamente un atentado contra las Torres Gemelas, realizado con aviones... con la diferencia de que, en la ficción, por convenciones del género, los héroes consiguen salvar la situación en el último instante.

Una de las grandes franquicias televisivas de la década de 1990 había sido la serie de TV "Expediente X", y pronto este culebrón de conspiraciones y encubrimiento gubernamental sacó un spin-off, llamado "Los Pistoleros Solitarios". En el episodio piloto de la serie, el padre de uno de los miembros del trío de protagonistas fallece. Pero en el funeral, el trío de protagonistas descubre que hubo algo raro en el accidente automovilístico fatal, incluyendo el hecho de que dicho automóvil pudo haber sido manejado a control remoto (por lo tanto, no habría sido un accidente desgraciado sino un homicidio premeditado). Luego, reconstruyendo lo que el padre fallecido había estado investigando, llegan a la conclusión de que se prepara un atentado contra las Torres Gemelas. Los responsables son, como no podía ser de otra manera tratándose del universo conspiranoico de Chris Carter, un alto grupo de funcionarios del Gobierno que deseaban crear pánico en la población con un atentado terrorista masivo que les permitiera imponer poderes dictatoriales en los Estados Unidos. El modus operandi sería similar: se guiaría un avión comercial a control remoto, para estrellarse contra las Torres Gemelas. El trío protagónico, en la hora undécima, consigue interferir con el mecanismo de control, y salvan las Torres Gemelas, así como a la República.

El episodio fue emitido el 04 de Marzo de 2001, en Estados Unidos. Exactamente seis meses y siete días después, sobrevino el atentado. Las coincidencias entre el piloto de la serie televisiva y la realidad son bastante notables. El método usado para derribar las Torres Gemelas fue, en efecto, tomar el control de aviones de pasajeros para estrellarlos, aunque en la realidad se prefirió el método bruto del terrorista suicida por sobre la sofisticación de un dispositivo implantado en el avión para manejarlo a control remoto. El blanco, tanto en la ficción como en la realidad, eran las Torres Gemelas. Por su parte, el pánico en la población llevó a la promulgación, de manera rápida y fácil, de la llamada Patriot Act ("Acta Patriótica"), que restringe severamente las libertades civiles al interior de los Estados Unidos, so pretexto de la lucha contra el terrorismo. Y no faltaron las teorías conspirativas que acusaban a poderes en la sombra del Gobierno de los Estados Unidos de George W. Bush, de haber planificado el atentado y echarle la culpa a Al Qaeda, o al menos de haberles dejado proceder, con miras a instalar una siniestra dictadura republicana en Estados Unidos...

En cuanto a la serie misma, no tuvo mayor éxito, y después de apenas media temporada terminó cancelada.

domingo, 15 de junio de 2008

¿Quién le disparó a J.R.?

"¿Quién le disparó a J.R.?" fue la pregunta que durante todo el verano boreal de 1980 mantuvo en vilo a la audiencia de los Estados Unidos de América. El 21 de Marzo de 1980 se emitió el capítulo "Un hogar dividido", el último de la segunda temporada del culebrón televisivo "Dallas". A lo largo de la temporada, la figura de J.R., el villano oficial de la serie, había ido creciendo, cosechando enemigos por todas partes, y el gran final fue que una noche, en su oficina, J.R. fue emboscado y tiroteado por un agresor desconocido. La respuesta debería venir, por supuesto, en la tercera temporada, para la cual los espectadores deberían esperar aproximadamente seis meses. La cadena CBS, que emitía "Dallas", para aumentar el suspenso, acuñó entonces la frase "Who shot J.R.?" ("¿Quién le disparó a J.R.?"), creando enorme expectación para lo que vendría después.

Las soap opera eran ya viejas en el mercado televisivo estadounidense, cuando irrumpió "Dallas". Esta serie, ambientada entre millonarios del petróleo en Texas, emblematizó algunos de los más caros valores de la Era Reagan: el capitalismo salvaje, vidas de fantasía multimillonaria, exitismo económico, etcétera. No es raro que empezara poco antes (1978), y terminara en 1991, ya con George Bush de Presidente (el sucesor de Ronald Reagan). Pero este final de temporada inventó algo nuevo. Hasta el momento, los cliffhanger (es decir, los finales con "continuará") eran algo raro en los finales de temporada. De hecho, este final salió casi por coincidencia, porque los guionistas habían tenido que escribir apresuradamente cuatro capítulos adicionales a la segunda temporada, por encargo de la CBS, y no tenían mayores intenciones de mantener vivo o de sepultar a J.R.

Por lo mismo, en la trastienda de "Dallas" se desató la tormenta. Larry Hagman, el actor que interpretaba a J.R., aprovechó de desplegar una serie de agresivas exigencias salariales. Como los productores decidieron reemplazarlo, Hagman reveló en una conferencia de prensa, que no volvía a "Dallas". El reclamo de los fanáticos fue tal, que los productores resolvieron mantener el contrato de Hagman, ceder a sus demandas salariales, y darle un grado de control creativo dentro de la serie. Con lo que J.R., personaje concebido inicialmente como el villano, pasó a ser el verdadero protagonista de la serie.

Una vez estrenada la tercera temporada, los productores mantuvieron aún el suspenso. Recién en el cuarto capítulo de dicha temporada, estrenado el 21 de noviembre de 1980 (exactamente ocho meses después de la escena del disparo), revelaron que la tiradora era la cuñada de J.R., enrabiada porque esperaba un bebé de éste. El capítulo ("¿Quién lo hizo?") batió récords de taquilla: fue visto por 83 millones de espectadores en Estados Unidos, quebrando el récord anterior que había alcanzado el final de "El fugitivo" en 1967, trece años antes (sin contar el récord del final de la miniserie "Raíces"). Este récord sería quebrado por el final de "M*A*S*H" poco después, en 1983, pero aún en 2008 sigue siendo el más visto entre los capítulos que no son final de una temporada, de una serie televisiva yanki.

jueves, 12 de junio de 2008

El incidente de Dogger Bank.

Dentro de la desastrosa expedición de 18.000 mil millas que emprendió el Almirante ruso Zinovy Petrovitch Rozhestvensky desde el Mar Báltico hacia el Mar de Japón para librar la guerra contra los japoneses, en el contexto de la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), el más grave de los episodios fue el incidente de Dogger Bank, que estuvo a punto de arrojar a Rusia e Inglaterra a un conflicto armado de gran escala, diez años antes de que ambas fueran aliadas contra Alemania en la Primera Guerra Mundial... La historia es la siguiente.

Rozhestvensky era un gran almirante, pero comandaba naves obsoletas, e incluso peligrosas para su propia tripulación, por no hablar de ésta, que era incompetente y además estaba desmoralizada. Después del Mar Báltico y navegando por el Mar del Norte con rumbo al Cabo de la Buena Esperanza, para desde allí enfilar a Japón a través del Océano Indico, los marineros rusos estaban nerviosos y avistaban torpederos japoneses por todas partes. En la tarde del 21 de Octubre de 1904, el Kamchatka, barco de reparaciones de la flota, radió al resto de la flota que estaba bajo ataque; el mensaje había sido radiado por el capitán, que en ese minuto estaba borracho, y que en su embriaguez, había tomado a un mercante sueco, un pesquero alemán y una goleta francesa por buques japoneses; el Kamchatka les disparó 300 obuses, antes de que la "batalla" terminara. El asunto hubiera quedado ahí, pero la flota entera estaba nerviosa, y se acercaba la noche...

En plena noche, se cruzaron con una escuadrilla de unos treinta barcos británicos, dedicados a la pesca de arrastre. Los rusos, nerviosos, interpretaron incorrectamente las señales del Kamchatka (que por error, en vez de enviar "ahora estamos bien", habían enviado "¿ven torpederos japoneses?"), y abrieron fuego. Uno de los pesqueros británicos fue hundido, al tiempo que varios pescadores fueron heridos, y unos cuantos cayeron muertos. Y se puso aún peor. En la confusión de la noche, al aproximarse el crucero Aurora, que no había participado en los hechos, los rusos lo tomaron por una de las naves japonesas, y abrieron fuego sobre ella; en este caso las mutuas incompetencias se anularon, porque sólo la miserable pericia de los artilleros rusos impidió que este fuego amistoso cruzado terminara en daños mayores para la propia escuadra rusa (este Aurora es el mismo que, más de una década después, tendrá una destacada participación en la Revolución de Octubre de 1917); de todas maneras, un sacerdote ruso que terminó envuelto en el fuego cruzado, acabó muerto.

Cuando la noticia llegó hasta el Foreign Office de Londres, la guerra entre Rusia e Inglaterra estuvo a punto de estallar, en particular porque los ingleses a la sazón eran amigos de los japoneses, y el incidente les daba el pretexto preciso. La prensa británica, por su parte, se cebó en Rozhestvensky y su escuadra. Finalmente los rusos y los ingleses llegaron a un acuerdo, y los primeros le pagaron 66.000 libras esterlinas a los pescadores víctimas del incidente. En cuanto a Rozhestvensky, se le ordenó recalar en Vigo (España), lugar en donde fueron dejados atrás los oficiales considerados como responsables del incidente. Después de lo cual siguió la misión de Rozhestvensky, hasta su lógico y triste resultado final, cuando enfrentados a los verdaderos buques japoneses, terminaron aportando una dosis substancial de hierro a los fondos marinos del Japón...

domingo, 8 de junio de 2008

Los accidentes de la expedición Rozhestvensky.

Ya hemos hablado del desastre anunciado que fue la expedición liderada heroicamente por el Almirante Zinovy Petrovitch Rozhestvensky (1848-1909), en su viaje desde el Mar Báltico hasta el Mar de Japón con buques completamente inútiles para el combate, durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1904 a 1905, y de su desastroso final. Pero no hemos hablado aún de su tripulación, todos ellos bisoños incompetentes, y por ende, serios candidatos a ser masacrados en batalla (como de hecho, al final, sucedió).

Rozhestvensky era un veterano de la guerra de Rusia contra Turquía, y era bien conocido por su carácter de hierro. Pero esto no bastó para levantar la moral de sus hombres; sus vigías, por ejemplo, veían torpederos japoneses por todas partes. Sobre el famoso incidente de Dogger Bank, que casi precipitó una guerra entre Rusia e Inglaterra, nos referiremos en una próxima ocasión, así es que repasaremos algunas perlas del resto de la expedición.

Uno de los problemas logísticos más recurrentes se relacionaba con los códigos, al punto que por no repartirse los nuevos libros de códigos, un ejercicio para alinear buques en una sola línea de fondo fracasó y la escuadra terminó dispersa en todas direcciones. Peor aún eran las prácticas de artillería. Cuando joven, Rozhestvensky había ganado fama por su puntería, pero ahora sus hombres no fueron capaces de acertar a ningún blanco estacionario; al final del ejercicio, la bandera de señales marcaba un solo impacto... no en el blanco mismo, sino en el barco que lo remolcaba. En otra ocasión, los ejercicios con torpedos no sólo fueron un fracaso, sino que además, de siete, uno de ellos se atascó, sólo dos mantuvieron un rumbo estable (pero no dieron en el blanco), y el último empezó a dar vueltas en círculos, asomando la nariz y sumergiéndose alternativamente en las aguas, sembrando por supuesto de terror a la flota completa.

Frente a todo esto, desde San Petersburgo, la capital de Rusia, le enviaron refuerzos a Rozhestvensky; si los barcos de Rozhestvensky, con todos sus problemas, eran lo más granado de la flota rusa, entonces qué quedaba para aquellas naves de refuerzo que éste había calificado como "viejas bañeras" y una "colección arqueológica de arquitectura naval". De manera que en vez de esperar, Rozhestvensky ordenó acelerar el rumbo de la flota completa, escapando de sus propios refuerzos, para que las viejas bañeras no se sumaran a su escuadra... En medio de la fuga, inadvertidamente cortaron el cable de comunicaciones telegráficas entre Tánger y Europa, incomunicando a ambas regiones por cuatro días, y creando de paso un nuevo incidente internacional.

Cuando llegaron al Mar del Japón, ya Rozhestvensky estaba completamente baldado, con ataques de neuralgia que lo enviaban inmovilizado al camarote. Le llegó entonces la orden de vencer, enfilar luego a Vladivostok, y entregar el mando a un petimetre que había ganado reputación de gran guerrero más con dotes cortesanas que verdaderamente militares, porque el tal Biriloff nunca había estado en acción. Encontró a la flota japonesa en el Estrecho de Tsushima, dio dos órdenes completamente descabelladas, y luego fue puesto fuera de combate por los cascotes de una granada que impactaron en su cabeza. Capturado por los japoneses, y liberado tiempo después, debió afrontar la corte marcial. Aunque se probó que no había rendido la flota por haber estado inconsciente, Rozhestvensky consiguió sacar un último gesto de heroísmo, y se negó a excusarse de la responsabilidad que le cabía como superior al mando, pidiendo en vez de ello clemencia al Zar. Este se la concedió, y le conmutó la pena de muerte por un corto período de prisión. El pobre y esforzado Rozhestvensky, cuya última gran misión militar había terminado tan mal, falleció poco después, en 1909: había cumplido recientemente los 60 años.

jueves, 5 de junio de 2008

La fracasada expedición naval de Rozhestvensky.

Uno de los mayores fiascos en la historia militar del completo siglo XX, fue la expedición que emprendió el fiero Almirante ruso Zinovy Petrovitch Rozhestvensky para derrotar al Japón. La misión estaba condenada al fracaso desde el primer día, pero Rozhestvensky fue fiel a su deber hasta el último. Para desgracia de su memoria, esta misión no fue tanto una tragedia épica como una comedia negra, a lo menos la mayor parte de su derrotero hasta su (previsible) final.

A finales del siglo XIX, Rusia se había extendido por Siberia, y en 1869 había habilitado el puerto de Vladivostok, lista para saltar al dominio del Océano Pacífico. La idea era buena, pero la inepcia de los altos mandos de la corte zarista olvidó el pequeño detalle de que las instalaciones rusas en el Pacífico debían ser protegidas convenientemente con una escuadra de guerra, si es que querían crearse una esfera de influencia en la región. Además, los rusos despreciaban a los japoneses, la otra gran potencia en la región, por ser asiáticos, siguiendo el racismo común europeo del siglo XIX; el propio Zar Nicolás II compartía esta animosidad, desde que en una visita a Japón, un fanático había perpetrado un atentado en su contra, que le había dejado una fea cicatriz en el rostro.

Por eso, cuando en 1904 estallaron las hostilidades entre Rusia y Japón, por la hegemonía naval en el Océano Pacífico, los rusos estaban cualquier cosa, menos preparados. Rozhestvensky era Almirante, pero en la flota del Mar Báltico, y ésta era la única que tenía alguna oportunidad contra los modernos acorazados japoneses. Como el Canal de Suez estaba en manos británicas (y los británicos no iban a prestar dicho Canal para el paso no precisamente inocente de una escuadra enemiga), se le pedía a Rozhestvensky que navegara con su flota nada menos que 18.000 millas desde el Mar Báltico hacia el Atlántico, lo recorriera entero hasta el sur de Africa, y desde ahí torciera hacia el Océano Indico para enfilar a Japón. Todo esto, al mando de la mayor escuadra en la Historia Universal que se ha puesto en movimiento con calderas alimentadas por carbón... sin que hubiera una sola miserable base de suministros en todo el camino, por lo que el alto mando ruso debió concertar de emergencia una serie de reuniones en alta mar con barcos de abastecimientos de la compañía Hamburg-Amerika, para dotar a las naves del carbón sin el cual hubieran acabado convertidas en cacharros inútiles y a la deriva. Para colmo, para muchos de estos buques de clase Bodorino, era su viaje de pruebas. En cuanto a la clase Suvaroff, las condiciones eran peores; las ocurrencias y modificaciones tardías de los diseñadores rusos hicieron que estos buques fueran tan pesados, que el armamento secundario inferior no podía usarse en ningún tipo de mar. La situación en los Suvaroff fue tan crítica, que a los pocos días de marcha, Rozhestvensky les envió orden de que no enarbolaran ningún banderín o estandarte que no fuera esencial, para que el peso de éstos no desestabilizara las naves y las llevara a volcar...

Sobre la incompetencia de la tripulación y la corrupción de los superiores de Rozhestvensky cómodamente sentados en sus escritorios de la corte zarista hay tanto material, que quedará para un posteo posterior de Siglos Curiosos. Sólo digamos, por el momento, que con semejantes buques y falta de apoyo logístico, la expedición militar de Rozhestvensky estaba literalmente condenada al fracaso. Que fue, por último, su triste destino final, cuando por fin consiguieron llegar a aguas japonesas, sólo para ser hundidos por los frescos y superiores marinos y acorazados japoneses, que luchaban además en su propio territorio.

domingo, 1 de junio de 2008

Castigando a los golpistas en el Imperio Bizantino.

El Imperio Bizantino, en que se suponía que la Palabra de Cristo es ley, era también el imperio de enormes y odiosos castigos. Atentar contra el Emperador no significaba sólo intentar derrocar a un monarca, sino que implicaba además contravenir la mismísima Voluntad de Dios. De ahí que los suplicios para los que no conseguían la hazaña eran horrorosos.

Primero venía la tortura. Esto era meramente procedimental: interesaba saber quienes eran los cómplices del desgraciado. Luego venía el castigo de verdad. Se llevaba al frustrado golpista al Hipódromo, que en el Imperio Bizantino desempeñaba un papel análogo al circo de gladiadores en el Imperio Romano. Allí se le cortaban los pies y las manos. Luego se seguía con la nariz o las orejas. No se privaba al castigado de los correspondientes azotes, con látigos armados de bolas de plomo en las puntas, por supuesto, y luego le sacaban a paseo en un burro, sea por el mismo Hipódromo, sea por las calles de la ciudad, a fin de que la muchedumbre pudiera ensañarse con lo que quedara del infeliz.

Por supuesto que todo este ritual dependía de la imaginación del propio Emperador para inventar nuevos y visuales suplicios. Basilio I (867-886), por ejemplo, fue magnánimo y permitió que a un ofensor contra su persona sólo lo dejaran tuerto y manco, en vez de ciego y con dos muñones por brazos. Otros menos afortunados, que discurrieron atentar contra Miguel III el Borracho (842-867), luego de mutilados, debieron incensarse entre sí en una plaza pública... con el pequeño detalle de que en vez de quemar incienso, se quemaba azufre; luego los condenaron a mendigar durante tres días, cegados y extendiendo la mano que había quedado pegada al cuerpo, porque el otro brazo había sido reducido a muñón. Algunos fueron quemados, como por ejemplo uno que intentó asesinar a León VI (886-912), otro que se la buscó con Romano Lecapeno, o incluso con un Emperador coronado, cual fue el caso de Focas (ejecutado por Heraclio en 610). Uno de los asesinos de Miguel III acabó empalado. No pocas veces, como suplicio final, y para asegurarse de que no hubieran descendientes que pudieran vengarse, los castraban.

En el castigo iba incluido no solo el asesino mismo, sino también su esposa e hijas, que acababa generalmente encerrada en un convento, y sus hijos varones, que terminaban mutilados, expedito método destinado, como dijimos, a evitar venganzas familiares.

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