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domingo, 28 de octubre de 2007

El traje submarino de Jacques Cousteau.

En la actualidad estamos tan acostumbrados a la idea de un buzo u hombre rana desenvolviéndose con casi entera libertad debajo del agua, que cuesta pensar en dicha tecnología como algo que alguna vez no estuvo allí. Y sin embargo, la posibilidad técnica de moverse con libertad bajo el agua es enormemente reciente, data tan solo de la Segunda Guerra Mundial.

La historia del submarinismo es vieja como la civilización. Se dice que en el asedio de Tiro por parte de Alejandro Magno (332 a.C.), éste debió recurrir a campanas de buceo para destruir las defensas enemigas (Tiro era una isla). Sin embargo, una campana de buceo no da libertad de ningún tipo, como no sea la de subir y bajar. Se dice también que se usaban pellejos inflados como primitivos tanques de buceo, aunque sin un éxito mayor, podemos suponer. Ya en el siglo XVIII existían cosas que podríamos llamar genéricamente "trajes de buceo", pero éstos en realidad eran armazones rígidas que permitían muy poco movimiento, ya que el agua tendía a infiltrarse por las junturas. En 1837, Augustus Siebe creó el primer traje cerrado, pero no fue hasta finales del XIX que la industria pudo comprimir aire dentro de tanques, requisito elemental para tanques de buceo que pudieran durar algo más que unos pocos minutos bajo el agua.

En los albores de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo del buceo estaba a punto de dar un salto gigante, con la aparición de los primeros trajes SCUBA, sigla inglesa que significa "Self-Contained Underwater Breathing Apparatus" ("Aparato Autocontenido de Respiración Submarina"), que permitieron liberarse para siempre del suministro de oxígeno desde la superficie. Ya en 1937, un sujeto llamado Georges Commeinhes intentó la empresa con éxito. Incluso la ofreció a la Armada de Francia, pero ésta perdió pronto interés, porque estalló la Segunda Guerra Mundial, el suelo patrio se convirtió en alfombra roja para los Panzerdivisionen alemanes, y los militares franceses tuvieron asuntos más importantes que resolver, como por ejemplo cómo echar a los indeseables de la Madre Patria. Finalmente, el modelo de Commeinhes quedó desplazado cuando en 1944, su creador se transformó en una de las tantas bajas militares francesas durante la liberación de Estrasburgo.

El camino quedó entonces abierto para Emile Gagnan y Jacques Cousteau, quienes en 1943 desarrollaron su propio SCUBA. Fabricaron tres modelos, y uno de ellos fue accidentalmente destruido por la propia artillería francesa, en una maniobra de "fuego amistoso". Aún así, Cousteau se las arregló para salir adelante, y en 1946, una vez terminada la guerra, comenzó la venta comercial del modelo.

El resto de la carrera de Jacques Cousteau no merece ser reseñada, por ser de conocimiento público. Sólo digamos que se hizo famoso como documentalista en la televisión... y posteriormente, como objeto de sátira en la peli "La vida acuática con Steve Zissou", de Wes Anderson...

jueves, 25 de octubre de 2007

El desastre del Vasa.


Seguramente, el más famoso de los viajes inagurales fatídicos es el emprendido por el Titanic en 1912. Sin embargo, a una distancia no tan grande está el naufragio del Vasa. He aquí la historia.

En 1626, el rey Gustavo Adolfo II de Suecia, de la Dinastía Vasa, ordenó construir un barco que se iba a llamar justamente el Vasa. En 1628, la nave estuvo lista. Por ende, el capitán Söfring Hansson ordenó el 10 de Agosto, que la nave emprendería su viaje inagural desde el astillero de Älvsnabben. Era día de brisa suave, y la mar estaba calma. Todo parecía querer presagiar un buen viaje. Sin embargo, hay crónicas que informan, en ese minuto ya la nave estaba bamboleándose de manera extraña...

Finalmente el viento se endureció su tanto. La recuperación arqueológica del Vasa reportó que la nave llevaba lastre insuficiente, de manera que ésta, confeccionada completamente en madera como era el uso hasta el siglo XIX, se bamboleó visiblemente; para colmo, parece ser que la carga sobre cubierta iba mal aparejada, y por lo tanto se desplazó hacia el costado del barco, aumentando así el bamboleo. Debe recordarse, por supuesto, que las naves de aquel tiempo presentaban los cañones bajo la cubierta; por estas ventanillas empezó a infiltrarse el agua. Los marinos intentaron achicar el agua, pero llegó un minuto en que eso era imposible, y por ende, tuvieron que salir escapando por sus vidas.

El papelón fue mayúsculo, porque la nave se hundió delante de la vista de todos quienes la estaban contemplando salir, incluyendo no sólo a los citadinos de Estocolmo de toda la vida, sino también varios embajadores extranjeros, y por qué no, de varios espías aliados y enemigos. El capitán no se hundió con su nave, pero sólo salvó la vida para terminar con sus huesos tras las rejas; tanto él como la tripulación y los constructores fueron llevados a juicio. Después de una paciente investigación, no pudieron determinarse responsabilidades, y por lo tanto no hubo condenas. Eso, a pesar de que el barco había costado 40.000 táleros, y por lo tanto su bochornoso hundimiento había puesto en situación crítica al erario público sueco...

La mala suerte de unos es la buena de otros. Ya en el siglo XVII hubo intentos por abrirse paso hasta el Vasa, pero sólo en 1961 la nave pudo ser reflotada, en un evento multitudinario en el cual no faltaron las cámaras de televisión, y en estupendas condiciones de conservación (considerando que había estado sumergida tres siglos en la corrosión salina del agua de mar), lo que fue casi una bendición del cielo para los arqueólogos navales. La nota de trivia es que el Vasa estuvo sumergido una cifra capicúa de años: exactamente 333 (1628-1961). Y el rey que lo reflotó era en parte tocayo de aquel Gustavo Adolfo II que pasó una vergüenza tan... internacional: se trataba del rey Gustavo V de Suecia.

domingo, 21 de octubre de 2007

La historia de Pelorus Jack.


Tenía que ser, alguna vez. Su buen amigo el General Gato no puede olvidarse de que a través de los siglos curiosos ha habido no sólo seres humanos curiosos, sino también animales curiosos. Ya nos referimos a historias como la de Jakob el Ganso, Petra el Cisne, o la Pata Perky (¡caramba, predominio de aves!), y ahora llegó el turno de... un delfín. Esta es la historia de Pelorus Jack, el delfín de Nueva Zelanda.

Pelorus Jack fue visto por primera vez en 1888, desde la goleta Brindle. El lugar fue el llamado Paso Francés, un traicionero estrecho marítimo en el centro del archipiélago de Nueva Zelanda, con corrientes marítimas violentas, rocas y vórtices que se han tragado íntegramente a más de alguna embarcación. Desde aquel día, el amistoso Pelorus Jack tomó la costumbre de nadar cerca de los barcos que circulaban por el Paso Francés, y de guiarlos nadando fielmente a su lado; en todo el período que Pelorus Jack fungió de guía aficionado, que cubrió más o menos un cuarto de siglo, no se reportó ningún naufragio en esa zona tan peligrosa para la navegación. A tanto llegó la fe de los marinos en Pelorus Jack, que cuando llegaban al Paso Francés y el delfín no aparecía, detenían la nave para esperar a su guía cetáceo.

Por las fotografías que se le tomaron a Pelorus Jack, se ha deducido que éste era un calderón gris (Grampus Griseus), un delfínido que puede medir algo más de cuatro metros de largo y unos 680 kilogramos de peso, y que a diferencia del delfín común, carece casi por completo de morro. Es de color gris, aunque los calderones grises suelen desarrollar heridas con el paso del tiempo (por ejemplo, al luchar entre sí, o bien con calamares gigantes), por lo que a veces de lejos parecieran ser blancos. Otra característica de los calderones grises es que no presentan dimorfismo sexual, por lo que no hay manera de saber si nuestro querido Pelorus Jack era macho o hembra. Los calderones grises suelen ser reluctantes a la hora de acercarse a una nave (y considerando lo mamarrachos que ustedes los humanos son con la naturaleza, tienen toda la razón del mundo), lo que hace aún más curiosa la afición de Pelorus Jack por guiar barcos, más aún considerando que la zona en donde aparecía, no es común detectar a los de su especie, pese a estar repartida por buena parte de los océanos de la Tierra.

La relación entre los humanos y Pelorus Jack fue bastante buena. La prensa local se refirió a él, y también apareció como objeto de tarjetas postales. En 1904, algún cretino tuvo la mala idea de disparar contra él, desde un barco. La indignación por el suceso llegó a tanto, que en Nueva Zelanda se pasó una ley especialmente para declarar a Pelorus Jack como criatura protegida. Lejos de resentirse por el intento de delfinicidio, Pelorus Jack siguió alegremente en su faena autoimpuesta de guiar a las naves por los mares. Lo hizo por última vez en 1912, 24 años después de su primera aparición, y las razones de su desaparición son desconocidas. Creció la leyenda negra de que arponeros extranjeros le habrían dado caza, pero otros piensan, observando las últimas fotos en que aparece, en particular por su piel blanquecina (indicador de edad en su especie), que lo más probable es que haya fallecido por causas naturales. Ojalá así haya sido.

jueves, 18 de octubre de 2007

La religión de los papúes.

Los papúes, habitantes de la isla de Nueva Guinea (al norte de Australia), tienen algunas ideas religiosas que, encuadrándose dentro de lo que podemos llamar "animismo", presentan algunas características peculiares.

Los papúes consideran que en el mundo existen innumerables espíritus invisibles. Lo novedoso es que dichos espíritus son antepasados, y éstos se corresponden con una humanidad más antigua que la nuestra, y por ende, diferente. Adoran también a distintos dioses que, curiosamente, suponen que estuvieron vivos en los tiempos antiguos, pero que en la actualidad estarían muertos. Puede ser que estos dioses integren por tanto la tierra de los difuntos, pero también pueden rondar por el mundo actual, ayudando a los distintos seres humanos.

Otro detalle peculiar de la religión de los papúes son los monumentos de piedra. Estos son de pequeño tamaño, casi como menhires en miniatura. Lo curioso es que los propios papúes no tienen mucha idea o conciencia acerca de su procedencia. Quizás esto apoye, en la conciencia propia de los papúes, la idea de una cultura anterior a la suya propia. Por su parte, los arqueólogos tampoco pueden proporcionar respuestas ciertas sobre estos primeros estadios culturales de los papúes, de momento al menos.

domingo, 14 de octubre de 2007

El imperio teocrático de Pachacútec.


Comentábamos en un posteo anterior sobre los sangrientos métodos que encontró Tlacaelel para desarrollar al Imperio Azteca. Su paralelo en el mundo incaico es probablemente Pachacútec, el Inca que gobernó entre 1438 y 1471. Sin embargo, a diferencia de Tlacaelel, si bien Pachacútec fue un gobernante mucho más absoluto (Tlacaelel prefería gobernar a la sombra de los verdaderos reyes), no llegó a los extremos últimos de su par azteca, que impuso la guerra santa como una verdadera obligación cosmológica para su pueblo.

Pachacútec asumió el mando del Imperio Inca en un tiempo terrorífico. En su época, en realidad el pequeño principado montañoso que los quechuas se habían construido alrededor de un remoto caserío llamado Cuzco ni siquiera merecía llamarse "imperio", y además, estaba sitiado desde el este, desde la jungla amazónica, por salvajes invasores llamados los chancas. En la hora más crítica, el Inca Viracocha decide rendirse y marchar al encuentro de los chancas para entregar la ciudad. Ante semejante acto de cobardía y traición, los cuzqueños se rebelan, eligen a Pachacútec, hijo de Viracocha, como su inca, y éste lidera entonces una arrolladora campaña militar que aniquila por completo la amenaza chanca. En los años siguientes, Pachacútec inició una serie de campañas militares que le permitieron ir derribando uno por uno a los varios reinos que gobernaban por entonces el territorio andino.

Pero Pachacútec no era sólo un militarista enamorado de las conquistas, como por ejemplo Tamerlán. Detallar las innumerables reformas administrativas que emprendió sería tarea de nunca acabar. Sin embargo, la piedra maestra de Pachacútec fue utilizar la religión para promover una alta política de Estado. Al igual que otros antes y después, Pachacútec se dedicó a una verdadera labor de ingeniería religiosa, a fin de diseñar lo que serían las creencias religiosas del Imperio Inca, y de esta manera utilizar a la religión como instrumento político para asegurar su dominio totalitario sobre la sociedad andina.

Para estos efectos, parece ser que Pachacútec convocó a un verdadero congreso religioso en Cuzco, al cual debieron concurrir sacerdotes de distintas regiones del por entonces naciente imperio, y quizás delegados desde más allá. Como Constantino en el Concilio de Nicea, Pachacútec se encargó de diseñar una religión en la que se mezclaban los dioses antiguos con rituales novedosos, que reflejaban la relación que supuestamente existía entre el Imperio Inca y el universo, siendo el primero la columna vertebral del segundo. Para tales efectos, Pachacútec ensalzó a la vieja divinidad Viracocha, adorada en diversas regiones del antiguo mundo andino, a su cénit como protector supremo del Imperio Inca. A otros dioses, como Pachacamac el dios de la tierra y la fertilidad, lo subsumió dentro de Viracocha. Al lado de Viracocha instaló a Inti, el dios solar, creando a su lado una diosa lunar que podía servir para contrarrestar a la gran diosa lunar adorada por los moches. Todo esto, Pachacútec lo centralizó en Coricancha, el gran Templo del Sol que construyó en Cuzco, como sede arquitectónica de su flamante religión. Y dotó a la religión, cómo no, de un gran y fastuoso culto con el cual impresionar a las almas simples. Complementó todo esto con una reescritura completa de la antigua historia incaica, desarrollando los mitos fundacionales de Manco Capac, el primer ser humano, creado por Viracocha, y primer inca, antepasado directo por tanto de Pachacútec, quien podía así presumir ser Hijo del Sol.

La muestra del extraordinario éxito alcanzado por Pachacútec en sus empresas, entre ellas no la menor la reforma religiosa, fue que a pesar de sus despiadadas políticas, incluyendo deportaciones masivas de población (mitimaes), el Imperio Inca no vivió desde entonces rebeliones de importancia.

jueves, 11 de octubre de 2007

La sanguinaria religión de Tlacaelel.


Uno de los más interesantes y oscuros personajes de la América Precolombina es, seguramente, el sumo sacerdote azteca Tlacaelel, verdadero arquitecto de la grandeza del Imperio Azteca. Porque como pocos personajes en la Historia, Tlacaelel explotó la religión como palanca para conseguir sus objetivos políticos, con un éxito como muy pocos otros en la Historia han conseguido.

Según los cronistas, y muy en particular según el relato de Diego Durán, cronista del siglo XVI, Tlacaelel alcanzó la prodigiosa edad, incluso para los cánones actuales, de 90 años, pues vivió entre 1397 y 1487. Nunca reinó sobre los aztecas, pero estuvo emparentado con la familia real, puesto que Huitzilíhuitl (el tercer rey de los aztecas) era su padre, Chimalpopoca (el cuarto) era su medio hermano, Izcoatl (el quinto) era su tío, y Moctezuma I (el sexto) era otro de sus hermanastros. Tlacaelel fue coronado sumo sacerdote de los aztecas ("cihuacoatl", literalmente "serpiente hembra") el mismo día en que su medio hermano Chimalpopoca fue hecho rey, y esto fue muy significativo, porque era la primera vez en toda la historia azteca, que ambas funciones fueron separadas en dos personas diferentes. En los hechos, Tlacaelel se transformaría en un verdadero poder en las sombras, tanto para Chimalpopoca como para sus restantes sucesores.

Antes de Tlacaelel, la religión azteca no parece haber diferido grandemente de aquella predominante en el Valle de México. Sin embargo, Tlacaelel descubrió que la religión podía ser muy funcional para los fines políticos de independizar a los aztecas de los tepanecas de Azcapotzalco primero, y de engrandecer a los aztecas después. De manera que tomó a Huitzilopochtli, un dios tribal menor de los aztecas, y predicó de él que era el verdadero señor del universo y jefe de los dioses. Con esto consiguió darle a los aztecas el estatus de "Pueblo Elegido", reescribiendo para esto la completa historia azteca, inventando así la leyenda del águila que devora una serpiente arriba de un nopal... También, para justificar religiosamente la expansión militarista azteca, inventó el concepto de "guerra florida". Para Tlacaelel, la guerra florida no buscaba sólo el engrandecimiento de los aztecas (aunque una consecuencia colateral era convertir a ciudades rivales en tributarias de los aztecas), sino también obtener prisioneros que se pudieran sacrificar a los dioses, porque en el concepto de Tlacaelel, sólo la sangre era alimento bueno para los dioses. De este modo, según Tlacaelel, si los aztecas no estaban en guerra permanente, los dioses morirían de hambre, y el mismísimo universo se acabaría. Cuesta pensar en alguna religión que haya justificado de manera tan agresiva y brutal el expansionismo político de una potencia imperial cualquiera.

De todas maneras, aunque la religión de estado que preconizó Tlacaelel se ha hecho famosa por su ferocidad, ésta no parece haber permeado excesivamente en el bajo pueblo, a pesar de todo el fasto y la organización que Tlacaelel impuso al ritual. Sobreviven algunos poemas aztecas destinados a ser recitados en los recitales poéticos que los aztecas organizaban, y en ellos queda en evidencia que dicha religión oficial era obedecida más bien de los dientes para afuera, pero que en la vida íntima de los aztecas, despertaba más bien indiferencia... si es que la indiferencia es algo que puede "ser despertado".

domingo, 7 de octubre de 2007

Tezozomoc de Azcapotzalco.

Uno de los más grandes políticos de Mesoamérica fue sin lugar a dudas el rey Tezozomoc, señor de la ciudad de Azcapotzalco. Su historia es digna de ser referida.

Los tepanecas eran una tribu chichimeca que se dejó caer sobre el Valle de México durante el siglo XII, o quizás el XIII (al igual que sus parientes tenochas, que nosotros llamamos "aztecas"). Los tepanecas conquistaron militarmente y se enseñorearon en la ciudad de Azcapotzalco, transformándose en los principales líderes de la región.

Según las crónicas de Fernando de Alva Cortés Ixtlilxochitl, historiador mestizo del siglo XVII, Tezozomoc asumió el poder en Azcapotzalco hacia el año 1367 o 1370. Para extender su influencia, llevó a cabo varias guerras contra otras ciudades vecinas. Una vez conquistadas, para mantenerlas bajo control, envió a sus propios hijos como señores de éstas, bajo su vigilancia directa por supuesto. De esta manera su hijo Acunalhuacatl, por ejemplo, llegó a ser señor de la importante ciudad de Tlacopán, mientras que Quaquapitzahuac llegó a ser señor de Tlatelolco, y Maxtla lo fue de Coyoacán. La política de Tezozomoc se parece mucho a la de Luis XIV, que envió a un pariente suyo a gobernar España después de la Guerra de Sucesión Española, o a la de Napoleón Bonaparte, que nombró a sus hermanos y parientes como reyes de media Europa. El poder de Azcapotzalco rebasó el Valle de México, y alcanzó a regiones tan alejadas como Toluca y Morelos.

Desgraciadamente para los tepanecas, los días de gloria de Azcapotzalco estaban contados. Una ciudad mexica en particular, el asentamiento de Tenochtitlán, ubicado en el medio del Lago Texcoco, estaba floreciendo. A finales del siglo XIV, Tenochtitlán se había hecho fuerte gracias a su industria algodonera, convirtiéndose en el principal productor de ropa de algodón, la que enviaba incluso a Azcapotzalco. Tezozomoc decidió tratar a Tenochtitlán con prudencia; desde hacía decenios que los mexicas pagaban un tributo elevado a Azcapotzalco, pero cuando éstos amenazaron con rebelarse, Tezozomoc accedió a rebajar esta suma a una cantidad meramente simbólica, al tiempo que entregó a una de sus hijas en matrimonio al rey de Tenochtitlán.

Hacia el año 1415, la ciudad de Texcoco se rebeló contra Tezozomoc, y pidió ayuda a Tenochtitlán en su guerra contra los tepanecas. En este difícil trance, el rey de Tenochtitlán honró su pacto con Azcapotzalco y se volvió contra Texcoco. La guerra duró algunos años, y el rey de Texcoco fue finalmente muerto en batalla. Tezozomoc consiguió sortear así el evento más difícil de su reinado, en el cual su propia ciudad capital estuvo a punto de caer. Pero fue su último gran éxito, y el de los tepanecas.

Tezozomoc murió en 1426, y con él desapareció su gran visión política. Su heredero fue derrocado por otro hijo suyo, Maxtla (a quien hemos mencionado como gobernador de Coyoacán), quien decidió emprender las hostilidades contra Tenochtitlán, seguramente creyendo que había crecido mucho su poder. Desgraciadamente para él, tenía razón. Los tenochas de Tenochtitlán se aliaron con Texcoco y con Tlacopán, y después de un par de años de guerra acabaron con el poderío de Azcapotzalco para siempre. La victoriosa Triple Alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán se transformó entonces en el embrión del naciente Imperio Azteca.

jueves, 4 de octubre de 2007

Chinampas.

Que todas las economías históricas del mundo se han sustentado en la agricultura, no es un secreto para nadie. Después de todo, todas las grandes civilizaciones han tenido que alimentar a sus habitantes. Lo que es menos conocido, es que muchas civilizaciones han encontrado salidas bastante ingeniosas al problema de cómo obtener abundantes cosechas a partir de suelos difíciles, que van más allá del sembrar y arar la tierra. Pero quienes deberían haberse llevado alguna clase de trofeo, incluso por encima de las técnicas israelíes para el cultivo del desierto, fueron los pueblos del Valle de México, cuya última civilización prehispánica fue el Imperio Azteca, y su sistema de chinampas.

La chinampa fue inventada por los pueblos mesoamericanos en fecha imprecisa, quizás hacia el siglo XII o XIII, y alcanzaron su culminación técnica en los días del Imperio Azteca. La filosofía era la siguiente: si toda la tierra está cultivada o potencialmente explotada, o bien es selva difícil de arrasar, entonces siempre queda la opción de cultivar el lago. Para ello, en las áreas poco profundas del Valle de México, los mesoamericanos cercaban porciones del mismo, de forma rectangular, con troncos directamente clavados al fondo, y después rellenaban este cerco con tierra y fango. Luego, cultivaban encima. Naturalmente que el agua del lago se infiltraba por la tierra, y mantenía adecuadamente irrigada la chinampa.

Con esta técnica (y usando, ejem, deyecciones humanas como abono), los aztecas conseguían cultivos extraordinariamente fértiles, alimentando a una gran población. La isla en la que se asentaba Tenochtitlán, que creció geográficamente gracias a las chinampas, sostenía con una tecnología que apenas superaba la Edad de Piedra, a una población de varias centenas de miles de personas, quizás 200.000 habitantes en una estimación bastante conservadora, cifra igual e incluso superior a otras grandes ciudades de la época, bastante más avanzadas técnicamente, como Florencia o Pekín. Además, el paisaje de chinampas debió haber sido impresionante en su tiempo, porque éstas no estaban pegadas unas con otras, sino que dejaban canales, entre medio de los cuales circulaban los habitantes mediante canoas.

Después de la conquista española, el Lago Texcoco fue desecado, y sobre él se construyó la Ciudad de México. La técnica de las chinampas fue entonces en retroceso, aunque todavía se utiliza en algunos lugares de México.

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