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domingo, 29 de abril de 2007

Los fenicios alrededor de Africa.


Sin lugar a dudas, el pueblo antiguo más destacado en el arte de navegar fueron los fenicios. En una época en la cual había pueblos con alergia al mar, y otros apenas se atrevían a bordear las costas, los fenicios emprendieron audaces viajes que los llevaron hasta Inglaterra por un lado (casi con toda seguridad), y hasta bien avanzada Africa por el otro. Y se piensa que los fenicios fueron también los primeros en circunnavegar por completo el llamado "Continente Negro".
Hacia el año 610 a.C. llegó al poder en Egipto un faraón llamado Necao II, quien emprendió campañas militares contra Palestina y engrandeció a su nación. Uno de los más ambiciosos proyectos de Necao fue construir un canal que conectara al Río Nilo con el Mar Rojo, idea que es el antecedente del actual Canal de Suez (que no conecta el Río Nilo, sino el Mar Mediterráneo, al Mar Rojo). Pero parece ser que las dificultades técnicas del proyecto fueron muchas para la tecnología de la época, así es que optó por enviar una expedición marítima hacia Africa. Y como los egipcios eran malos navegantes, contrató a una escuadra de fenicios.
Según el historiador griego Heródoto, los fenicios partieron desde el Mar Rojo y fueron bordeando Africa, en un viaje de dos años hasta que alcanzaron las Columnas de Hércules (el actual Estrecho de Gibraltar). El relato de Heródoto no ha sido acreditado en ninguna otra parte, y por lo tanto muchos dudan de éste, aunque por otra parte, Heródoto describe acertadamente que muy al Sur, navegando hacia el oeste, el Sol de mediodía se ve hacia el Norte (en el Mar Mediterráneo, ámbito natural de fenicios y griegos, navegando hacia el oeste se ve el Sol de mediodía hacia el Sur, no hacia el Norte). La incógnita, de todas maneras, sigue abierta.

viernes, 27 de abril de 2007

Dánae y la lluvia de oro.


Es indudable que los mitos griegos han mostrado una enorme capacidad de supervivencia, y a lo largo de 3000 años han pasado por poemas, cuadros, novelas, obras teatrales y adaptaciones para el cine. Mucho de su fuerza radica en, por qué no decirlo, la truculencia de sus historias. La de Dánae es un estupendo ejemplo de ello.
Refiere la leyenda que un antiguo oráculo profetizó al rey Acrisio que si su hija Dánae llegaba a tener a su vez un hijo, éste hijo le daría muerte. Asustado, Acrisio encerró a Dánae en una torre, para que nadie pudiera acceder carnalmente a ella. Pero la belleza de Dánae atrajo al dios Zeus, quien se convirtió en una lluvia de oro y se infiltró en la habitación de Dánae, fecundándola. Acrisio decidió entonces abandonar a su hija y a su nieto a su suerte, para que murieran, pero los dioses intervinieron para hacerlos sobrevivir. El hijo en cuestión fue Perseo, quien con el tiempo, después de múltiples aventuras, mató accidentalmente a su abuelo Acrisio, durante unos juegos.
A lo largo de los siglos, la historia de Dánae ha sido enormemente popular debido a las segundas lecturas que posee. La más inocente de ellas la interpreta como que algún príncipe pagó a precio de oro un soborno para acceder a Dánae. Otra versión más mórbida, remarcan como la doncella virginal es seducida (¿corrompida?) por el oro. Y aún hay una tercera versión, más mórbida si cabe, derivada de cierta práctica sexual llamada también "lluvia de oro"... si no saben lo que es, investiguen por su cuenta.
Debido a los aspectos morbosos de la historia de Dánae, numerosos pintores y grabadores han retratado el momento en que ésta es alcanzada por la lluvia de oro; además, el motivo mitológico proporciona pretexto para insinuar un acto sexual sin caer en lo pornográfico, sin mostrar un coito o contacto sexual "real", y de esta manera esquivar a la censura de épocas más religiosas. Y para los cinéfilos, digamos que el mito de Perseo fue recreado en el cine, en la película "Furia de titanes", con un jovencícismo Harry Hamlin en 1981; por desgracia, la película parte con el castigo de Dánae y Perseo, y por ende, principia después de la escena de la lluvia de oro. Y es que aunque han pasado siglos, la escena sigue teniendo todo su morbo original, y quizás la escena era demasiado fuerte para la censura de la época...

domingo, 22 de abril de 2007

La superstición según Teofrasto.

El libro "Los caracteres", escrito por el griego Teofrasto en algún minuto del siglo IV a.C., ha perdido en la actualidad bastante de la mordacidad con la que fue escrito, ya que critica muchos temperamentos y formas de ser a través de usos y costumbres que no son ya los nuestros. Aún así, para el historiador es una fuente inavaluable de datos sobre la cultura de la Antigua Grecia.
En la descripción que hace Teofrasto del supersticioso, hay una divertida compilación de supersticiones comunes en la época. Así, el que se cruce una comadreja por el camino era mal augurio, y debía esperarse a que otra persona pasara, o bien echar tres piedrecitas al lado del camino.
Al ir a la ciudad, para conseguir buena suerte el supersticioso debía lavarse la cabeza con el agua de las fuentes de las plazas.
Por su parte, al ver una serpiente en la casa, inmediatamente levanta en ese lugar un altar.
El superticioso además, siempre según Teofrasto, siente la necesidad de purificar constantemente la casa (algo que no ha cesado hasta el día de hoy, para el regocijo pecuniario de charlatanes vendedores de hierbas mágicas y similares), de evitar sentarse en una tumba, o de entrar en la habitación de una mujer parturienta.
Y si ve a un hombre con un ataque epiléptico, el supersticioso se escupe horrorizado en el propio pecho, para apartar la desgracia de uno mismo.
Todas estas costumbres pueden parecer pueriles y ridículas para el sentido moderno, pero sin embargo, ¿quién no se pone nervioso cuando se cruza un gato negro, o evita pasar por debajo de una escalera...?

jueves, 19 de abril de 2007

Estatuas griegas.

A veces, la Historia Universal nos suele jugar malas pasadas en la apreciación del arte antiguo. Y es que muchas veces una obra de arte se conserva por criterios bien distintos a los propios de la calidad artística, y eso también vale para la calidad de la copia. Por ejemplo, tendemos a asociar la estética de los tres mil años de historia egipcia, al período de Ramsés II (1290-1210 a.C.), únicamente porque es de su período que se conservan más grabados y relieves en los cuales basarnos para recrear artísticamente a dicha civilización.
Un caso paradigmático de esto es el arte plástico griego. Para el profano, pareciera que el gusto plástico de los griegos se vertió exclusivamente en la Escultura y la Arquitectura, en los trabajos que podríamos llamar "en 3-D", esquivando la Pintura como al demonio. Y nada más lejos de la realidad. Por testimonios de historiadores y escritores, sabemos que existía en la antigua Grecia una floreciente industria pictórica, y la reputación de un pintor como Apeles (siglo IV a.C.) podía ser tan buena como la de un escultor como Praxíteles. Pero desgraciadamente, lo que se han conservado para la posteridad son esculturas y no pinturas, así es que poco sabemos de este arte antiguo griego, como no sea por algunos deslavados frescos romanos.
A su vez, las esculturas griegas tienen su propia historia. Es clásico ver a una escultura como la "Venus de Milo", y a otras más, sin brazos. Pero los griegos no esculpían estatuas sin brazos. Lo que pasa es que, con el saqueo de las ciudades griegas y romanas por los bárbaros, éstos no repararon en destruir todo lo que estuvo a su alcance, incluyendo estatuas...
Para colmo, en muchos casos no se conservan las estatuas originales, sino en copias romanas, y no tenemos la menor idea de qué tan buenas eran esas copias, respecto de las originales.
Y el detalle supremo: la visión de una Atenas o una Roma plagada de esculturas de brillante bronce o liso mármol, que las películas de Hollywood han popularizado, es falsa. Esto, porque en el mundo grecorromano la costumbre era PINTAR las esculturas. Lejos de ser ciudades de "gusto clásico", sus esculturas estaban llenas de vivo color. Lo que pasa es que muchas esculturas que sobrevivieron al paso de los siglos, lo hicieron semienterradas o bajo ruinas y escombros, y como es natural, la pátina de pintura se les salió...

domingo, 15 de abril de 2007

La misoginia de Schopenhauer.

Arthur Schonpenhauer (1788 a 1860) es probablemente uno de los filósofos más amargos y pesimistas de todos los tiempos. Esto es explicable en cierto modo porque su vida entera fue un eterno batallar contra fuerzas externas que lo amenazaron constantemente. Una de esas fuerzas fue su dominante madre, a causa de quien desarrolló una rampante misoginia, que le ha hecho quizás incluso más conocido que su propia obra filosófica.
Schopenhauer era hijo de una familia comerciante de Danzing, puerto polaco que cuando fue anexado a Prusia en 1793, llevó a los Schopenhauer a mudarse a Hamburgo. El temprano fallecimiento de su padre dejó a Schopenhauer a merced de su madre, una escritora con más convicción sobre su propio talento, que con talento mismo, y que por tanto hizo lo imposible por sofocar al pequeño Arthur. El gran escritor alemán Goethe, quien era amigo de Johanna Schopenhauer desde que se encontraran en Hamburgo, le dijo un día que su hijo estaba destinado a grandes cosas, a lo que ella repuso que eso era imposible, porque nunca había oído hablar de DOS genios en una misma familia.
En romances, por su parte, Schopenhauer fue desgraciado. Tenía 33 años cuando se enamoró de una cantante de ópera de 19. A los 43 pretendió a otra joven, esta vez de 17, que lo rechazó. Todo lo cual ayudó a hacerlo aún más misántropo.
Schopenhauer es recordado así por haber escrito algunas de las más valiosas perlas misóginas de todos los tiempos. Escribió: "Las mujeres son criaturas de ideas cortas y cabellos largos". Las considera más sensibles y simpáticas a los sentimientos y sufrimientos de los demás, y por eso tienen, en su concepto, el raciocinio obnubilado, siendo por eso inferiores a los hombres; en opinión de Schopenhauer, las mujeres son apenas mejores que los niños pequeños.
Aunque muchos autores y pensadores en la Historia han sido misóginos, es poco probable encontrar a alguien que haya llevado la misoginia tan lejos como Schopenhauer.

jueves, 12 de abril de 2007

La megalomanía de Oswald Spengler.


Después de la Primera Guerra Mundial, la Entente (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) impuso condiciones tan draconianas de victoria a Alemania, que ésta se hundió en una crisis económica sin precedentes, al tiempo que la naciente y socialdemócrata República de Weimar tenía que sobrevivir a grupos ultraizquierdistas como los espartaquistas, o ultraderechistas como los nacionalistas (futuros nazis). En medio de este panorama, un filósofo alemán llamado Oswald Spengler publicó una obra llamada "La decadencia de Occidente", en dos tomos (1918 y 1923). Esta obra pasó a ser un gran éxito de ventas en todo el mundo, porque prometía explicar por fin el viejo problema de por qué las civilizaciones decaen y los imperios se derrumban.
Según Spengler, las civilizaciones son como organismos vivos, aunque la unión entre sus elementos es de carácter un tanto más espiritual. Por tanto, como los organismos vivos, nacen, se desarrollan, crecen, declinan y mueren. Todo, con la monótona regularidad de un reloj. Según Spengler, la civilización occidental, cuyo nacimiento hace coincidir con el Imperio Carolingio, estaba ya entrando en el invierno de su existencia, y le faltaba bien poco para morir.
A pesar de lo ímprobo de sus ideas, Spengler pasó a ser un autor muy popular, debido a un cierto rasgo de megalomanía. Spengler hacía coincidir el colapso de Alemania nada menos que con el colapso de toda la civilización occidental en su conjunto. Para Spengler, como para una ristra de alemanes anteriores y posteriores a él, Alemania era lo mejor que había producido la cultura europea, y por ende, el fracaso de Alemania en la Primera Guerra Mundial era nada menos que la trompeta del Apocalipsis para toda Europa. Conforme el resto de Europa fue cayendo bajo la férula de Estados Unidos y la Unión Soviética, también otros europeos (no alemanes) adoptaron las ideas de Spengler.
Huelga decir que las ideas de Spengler están hoy en día abandonadas, y ningún historiador responsable las toma en serio, en particular por ese tufillo decimonónico que tienen sus cogitaciones sobre "el desarrollo del espíritu" y cosas así. Sin embargo, aún sigue dando trigo que trillar a los molinos de intelectuales alarmistas que profetizan el fin en breve del mundo occidental.

domingo, 8 de abril de 2007

Las desventuras de Bohemundo de Nápoles.

Si alguna vez se hiciera el ranking de los perdedores más grandes en la Historia Universal, seguramente Bohemundo de Nápoles ocuparía un prominente lugar, ya que fue el clásico personaje que llegó siempre segundo en todas las empresas que intentó.
La Italia del siglo XI era dominada, en su mitad inferior, por bizantinos y árabes, que atravesaban un gran período de debilidad, lo que aprovecharon algunos capitanes normandos para infiltrarse y conquistar territorios para sí. Uno de éstos fue Roberto Guiscardo, padre de Bohemundo. Roberto conquistó todo el sur de Italia, y luego atacó en la mismísima Grecia al Imperio Bizantino, por ese entonces regido por Alejo Comneno. Bohemundo le acompañó, y cuando Roberto debió regresar a Italia, para atender una llamada de auxilio del Papa, quedó a cargo de los ejércitos normandos en Grecia. En mala hora, porque los bizantinos, que iban de derrota en derrota, se repusieron.
En eso murió Roberto Guiscardo (año 1085). A pesar de que Bohemundo era su hijo, al estar lejos su tío Rogerio (hermano de Roberto) se apoderó de su reino. Cuando Bohemundo volvió a Italia, ya era tarde, y quedó desheredado.
Chasqueado, se embarcó en la Primera Cruzada. Esta, guiada por el Conde Raimundo de Tolosa y por Godofredo de Bouillon, se congregó en Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino... y Bohemundo debió pasar por la humillación de jurarle lealtad al Emperador bizantino, al mismísimo Alejo Comneno al que antes había enfrentado.
Algo después, en 1099, estaba Bohemundo en la primera línea, durante el asedio a la importantísima ciudad de Antioquía. Luego de que ésta y Jerusalén cayeron, Bohemundo consiguió, a fuerza de prepotencia, hacerse Príncipe de Antioquía. Entonces apareció Alejo Comneno, exigiéndole que respetara su juramento. Bohemundo, ávido de gobernar sin amos, se negó. Estalló la guerra, y Bohemundo acabó como prisionero de Alejo. Para obtener su libertad, debió renovar su juramento de lealtad.
Bohemundo decidió entonces que libraría la guerra contra el Imperio Bizantino a muerte. Viajó a varias cortes de reyes europeos y trató de convencerlos de liderar una cruzada contra los bizantinos (que en esa época se habían separado de la Iglesia de Roma, el año 1054). Pero le atendieron mal, y se convirtió en el hazmerreir de toda la nobleza europea. Y cuando por fin las cosas le resultaban, y estaba reclutando su ejército para combatir a los bizantinos, murió. Corría el año 1115.

jueves, 5 de abril de 2007

La Cruzada de los Niños.

Uno de los eventos más insólitos de la Edad Media es, seguramente, la llamada Cruzada de los Niños. Corría el año 1212, y Europa estaba bastante convulsionada. Por una parte, el surgimiento de las ciudades creaba bastante inestabilidad en el bien engrasado sistema feudal. Por la otra, el surgimiento de herejías y de nuevas teorías filosóficas y teológicas hacía que muchos se refugiaran en un Cristianismo más simple, con muestras de devoción. Al mismo tiempo, estaba vivo el ideal de la Cruzada, ya que en 1209 había sido lanzada ésta sobre los herejes del sur de Francia.
En todo este ambiente, algunos predicadores populares insistieron en convocar a los niños, fieles al mandato bíblico según el cual "de los niños es el Reino de los Cielos", y partieron tan campantemente hacia Tierra Santa, a combatir a los infieles paganos que habían conquistado Jerusalén (en el año 1187, por más señas). El propio Papa Inocencio III los alentaba diciendo: "¡Estos niños avergüenzan a los adultos, pues mientras nuestro ardor se adormece, ellos parten con alegría a conquistar la Tierra Santa!".
Investigaciones modernas apuntan a dos expediciones, una francesa y alemana. Parece ser que, contra lo planteado por cronistas medievales más preocupados de embellecer la Historia que de narrarla tal y cual fueron los hechos, no había sólo niños involucrados en la Cruzada de los Niños, aunque la mayoría eran jóvenes simples y de baja condición (no adultos ni guerreros feudales). También se incorporaron mendigos, sacerdotes, artesanos, bandoleros y mujeres.
Por supuesto que, jóvenes y ayunos de experiencia militar, confiando sólo en los portentos y maravillas del Señor, estos bravos expedicionarios terminaron mal. Los miembros de la expedición francesa arrendaron barcos para pasar a Tierra Santa, pero los desalmados navieros se los llevaron a Egipto y los vendieron como esclavos. Unos quince años después, estos comerciantes tuvieron la desgracia de caer en manos de Federico II, Emperador de Alemania, quien había organizado una Cruzada "seria"; Federico mandó a ahorcarlos sin mayor trámite. La expedición de Alemania llegó hasta Italia, y el obispo de Brindisi consiguió impedir que se embarcaran, aunque en el camino de regreso, murieron a miles, víctimas del hambre y los bandoleros.
Hay quien piensa que las leyendas y cuentos infantiles sobre el Flautista de Hamelín tienen su origen en estos sucesos históricos, deformados por supuesto para adaptarlos al gusto popular.

domingo, 1 de abril de 2007

Auquénidos.


El Viejo Mundo conoció una serie de animales muy útiles para toda clase de labores, como por ejemplo el caballo, el buey, el cerdo, la oveja, y un largo etcétera. Ninguno de estos valiosos animales fue conocido en el Nuevo Mundo, de manera que entre tal escasez descuella de manera natural la llama, y también sus parientes auquénidos.
Los auquénidos están emparentados con los camélidos (camello y dromedario) del Viejo Mundo, y se separaron de ellos evolutivamente hablando hace muchos miles de años, cuando sus antepasados emigraron a América durante la Era Glaciar. A diferencia de sus parientes transoceánicos, los auquénidos son muy débiles para ser usados como montura. En compensación, se les puede sacar lana.
A tanto llega la relación, que puede decirse con bastante claridad que de las cuatro especies conocidas de auquénidos (la llama, la vicuña, la alpaca y el guanaco), una de ellas es enteramente creación humana, y otra más es seria candidata a lo mismo. La llama ha sido criada por la friolera de 5000 años en los Andes, y sus primeros antepasados eran los guanacos salvajes, los cuales, por cierto, siguen siéndolo. No es casualidad que la distribución geográfica de la llama coincida de manera notable con la máxima extensión geográfica del Imperio Incaico. En cuanto a la alpaca, hay quienes la suponen una modificación doméstica de la vicuña salvaje, criada por su exhuberante lana.
De esta manera, los auquénidos están tan indisociablemente unidos a la civilización humana en los Andes, como el caballo o el buey a la civilización del Viejo Mundo.

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